martes, septiembre 25, 2012
¿TIRARÍAS LA RED PARA AYUDAR A TU HERMANO?

«En verdad les digo que, cuando lo hicieron con alguno de los más pequeños de estos mis hermanos, me lo hicieron a mí.»



Mt.25-40
Al subirme a un taxi colectivo, el conductor un poco preocupado me comentaba sobre la situación que se vive en la ciudad y quizás en el mundo, donde mucha gente de bien, trabaja poniendo todo de su parte para obtener al final del día, buenos resultados. Pero... cuando terminan la jornada, las cosas no les salen como esperaban y se sienten frustrados.

Me decía la siguiente anécdota: “Figúrese usted señor, y perdóneme por lo que me atrevo a contarle, mire como nos va a nosotros los taxistas que desde muy de madrugada salimos a trabajar con la aspiración de que al final del día obtengamos unos buenos pesos para llevar a la casa y así subsanar muchas de nuestras necesidades familiares". 

"No se imagina usted lo que me paso ayer ya de tarde cuando  casi me iba a recoger y entregar al dueño del carro el producido del día. Ese señor que usted ve ahí", señalándomelo, “es un compañero de trabajo. Casi todos los días cuando ya vamos a terminar nuestro faena, me comparte  su preocupación de no haber hecho lo suficiente para llevar a su casa y sobrevivir con su mujer y sus hijos”.
A lo que le dije: ¿Cuéntame que le paso? “Ayer precisamente, yo ya tenía el día hecho, cuando, aquí mismo donde estamos parqueados se  presento un señor como usted solicitandome para que le hiciera una carrera al aeropuerto. Yo ahí, me iba a ganar unos buenos pesos. Figúrese usted el por qué: lo tenía que llevar a su casa en Manga, esperarlo a que hiciera las maletas y luego llevarlo al aeropuerto”. Yo le dije: ¡Qué buena carrera! Y me continuo diciendo: "El, mi amigo, ese que usted ve ahi parado, estaba ahí detrás de mí, con su carro, esperando su turno. Yo me baje del taxi y le pregunte": “Oye, Juan, ¿estas dispuesto ha realizar un viaje al aeropuerto?, y le explique el recorrido propuesto, él, me contesto: “Claro amigo, no faltaba más, pues tu sabes que estoy muy necesitado. Me ha ido muy mal en este día”. Y entonces me comenta el taxista: “Le comente al pasajero sobre lo que pretendia hacer y entonces, se bajo de mi taxi y se subió al de Juan, quien hizo esa carrera. Me comenta Juan que le fue muy bien ya que el señor le obsequio unos pesos más por y el tiempo que demoro a su espera”.

Yo le dije: ¡Que buen gesto hiciste!, ojala muchos de nosotros nos atrevamos a realizar actos como esos, por todos aquellos que lo necesitan. Mira, Dios  recompensa estas cosas con algo muy provechoso, ya lo veras. Pensaste en ese amigo que hoy lo necesita todo, te felicito.

Aproveche para decirle: Mira como actúa Dios en el corazón de los hombres, Él interviene en la vida frecuentemente en casos como estos, donde nosotros sin pensarlo, actuamos con buenas obras.

Esta reflexión va dirigida a todos quienes aguardan de Dios, para que ante las adversidades, no se detengan y no se den por vencidos. Por ello, se hace necesario que tomemos decisiones firmes para decirle a ellas ¡Basta Ya!, ¡Llego el momento de renunciar a esas actuaciones negativas y es hora de sacudirme ese polvo que cubre el corazón para empezar a soñar hacia la ilusión que Dios me ha señalado, haciendo su voluntad! Él nos dice que lo intentemos una y otra vez.

A Juan el conductor del taxi, quien se mostraba fatigado por el trajinar del día, había perdido la esperanza de llevar a su casa un producido que le alcanzara a cubrir sus necesidades primarias, se negaba casi a dar otro paso, a esperar una nueva oportunidad. La generosidad y la solidaridad dieron al traste y permitieron que Juan recapacitara y pensara que Dios no se había olvidando de él.

¿Qué les pasa a esas personas que son buenas y que mueren sin tener fe en Cristo?

Cristo siempre está del lado de los necesitados y hambrientos, los sedientos de amor y solidaridad, de los que no tienen vestidos, vivienda y hasta comida, los que sufren, los que lloran y están privados de la libertad por delitos que no han cometido. Es ahí, donde nuestro compromiso de seguidores de Jesús ha de estar sembrando esperanzas y dando a conocer al Único y Verdadero Dios como el Salvador.

SEÑOR, TU NOS INVITAS A SER SOLIDARIOS FRENTE A NUESTROS HERMANOS QUE LO NECESITAN TODO. ENCIENDE TU FUEGO EN NOSOTROS.
 
posted by Laureano García Muentes at 8:32 a.m. | Permalink | 8 comments
domingo, septiembre 16, 2012
LO QUE MÁS VALE DEL HOMBRE

“Un maestro de la ley fue a hablar con Jesús, y para ponerle a prueba le preguntó:

Maestro, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna? Jesús le contestó: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?  El maestro de la ley respondió: Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente y ama a tu prójimo como a ti mismo” Jesús le dijo: Bien contestado. Haz eso y tendrás la vida”

Lc 10,25-28

 
Quienes trabajamos en construir una vida acorde a los principios y virtudes que Jesús nos revela, no podemos quedarnos quietos un solo instante. Si hemos aceptado seguirle y ser sus testigos en el mundo de su presencia, con toda decisión y sin mirar hacia atrás, debemos soportar firmes el peso que ello acarrea y levantando la mirada, apreciar el horizonte que Él nos revela.
 
Brindarle a las personas este testimonio, avivará el corazón de muchos para que se atrevan a conocerle y puedan también exaltar en todo ambiente la grandeza de su misericordia.
En días pasados le manifestaba a un amigo la alegría que sentía al notar como la ternura de Dios le había tocado el corazón; y no solo lo había hecho crecer, sino que lo estaba convirtiendo en portador de su Luz en medio de todas las situaciones que vivía.
De verdad, había notado como Dios le estaba prodigando su vida desde aquella  mañana cuando habíamos hablado en el paseo peatonal de Manga.
Ese amigo me narraba un hecho de vida muy triste. Me decía: “La tristeza  me ha tocado mi vida cuando hace unos días, al ir caminando por una de las calles del barrio encontraba sollozando a una señora de edad sentada en la verja de una casa”. El, me decía: “Con discreción me le acerque y tocándole el hombro le pregunte: ¿Señora, por que llora? ¿Qué le ha sucedido? Ella, con voz apagada me respondió: “Señor, como me duele y me parte el alma el actuar de mucha gente” a  lo que yo le pregunte: ¿Qué le sucedió, me puede contar?”
“Me siento abandonada. Mi familia compuesta por tres hijos, ellos de 45, 30 y 20 años, no quieren saber de mí. Vivo en la calle y a merced de aquellos que me quieran dar un pedacito de pan o comida que les sobran en sus casas”. Si los conociera señor, viven bien y en barrios no ricos, pero si, bien acomodados”. Me contaba.
Y prosiguió: “Esta mañana fui a visitar al mayor de ellos a ver si me podía acoger en su casa; y no se imagina usted lo que me paso” le dije ¿señora que le paso? Prosiga. “Su esposa salió desaforada y a medio abrir la puerta me dijo que mi hijo no se hallaba en casa, que no podía atenderme porque estaba muy ocupada, que estaba sola y ya casi se tenía que bañar para salir a trabajar”
“Yo desconsolada al notar tanta infamia de esa señora, esposa de mi hijo, ese muchacho a quien crie con gran sacrificio y le di los estudios, me abandonaban y me dejaban en la calle como cualquier pordiosera”
“Muchos de los residentes aledaños a esa casa me miraban llorar, pero pasaban desapercibidos y ni siquiera se me acercaron a preguntarme nada. Hasta ahora que usted llega. No he dejado de llorar desde esta mañana que fui a esa casa. Ellos quizás al verme así, mal vestida y con mis cosas en este costal, pensaran que soy una de esas que andan por las calles reciclando y comiendo de las basuras”.
Me dice el amigo: “No te imaginas cuanta tristeza me causó al ver a esa Señora en esa situación”
Yo le pregunte, ¿pero tú qué hiciste? “Pasaba en ese preciso momento un amigo en su camioneta y le detuve. Le pedí el favor que me ayudara a llevar a esa señora a un asilo que quedaba muy cerca al barrio y subiéndola la llevamos. Pero no te puedes imaginar. Al llegar se presentaron varios obstáculos. Un medico que estaba allí como en turno, me solicito el carnet del Sisben, es decir, de su E.P.S. Empresa Prestadora de Salud, pero al no tenerlo consigo, me dijo que no podía atendernos. Pero al rogarle, nos dijo: “Señores yo atiendo este caso, por ustedes, pero pongo en riesgo mi puesto” “Pero me arriesgo” tomándola de la mano la llevo a su consultorio y después de un largo rato, le aprobó su entrada al Asilo”.
“La Señora muy agradecida me dio un beso en mi mejilla y dándome las gracias entro”.
Le comente entonces: Hoy en día mucha gente vive inmiscuida en cosas que no valen la pena y se van apartando de lo fundamental que es el amor de Dios. Viven encerradas en sus vidas atormentadas y en soledad por su egoísmo desenfrenado y se olvidan del valor que tiene la familia y; como el caso que me comentas: De su propia madre.
Pero mira, no todas las gentes son malas, existen personas que como tú y ese amigo de la camioneta, que tuvieron el valor de asistir en los momentos más críticos a esa señora. Así fue Jesús, sufría mientras vivía entre los pobres y marginados por el poder de esa época, sus gobernantes y sacerdotes. El buscaba a los que lloraban y vivían angustiados y les curaba ese dolor que sentían y sufrían
Él les mostro a los judíos de su época un gran ejemplo cuando les dio a conocer la parábola del Buen Samaritano. Tu lección, es un modelo para muchos en el mundo de hoy.
Cuantas gentes viven en las calles abandonadas de sus familias y de la sociedad en general, medio muertas por el hambre, por falta de un buen sueño y de un buen vestir. Cuantos pasamos a su lado, los miramos y nos escandalizamos muchas veces por sus enfermedades y presentación personal. Nos hacemos a un lado o cruzamos las calles para no mirarlos, siguiendo nuestro camino.
Todos ellos, al igual que esa señora esperan a un buen samaritano que nunca aparece.
Cuantos médicos actúan como lo quiso hacer el que atendió a esta señora, por no arriesgar su cargo en la empresa, no socorren a los que verdaderamente necesitan y hasta lo dejan morir en las puertas de las clínicas y hospitales.
Qué bueno, te felicito amigo. Has hecho un gran gesto de amor misericordioso y de solidaridad, lo importante que es para los que queremos seguir a Jesús, el amar al prójimo.
Sigue así, Dios proveerá de muchas bendiciones tu vida y la de tu familia. Y dándonos un abrazo, nos despedimos.
 
SEÑOR, TU ERES LUZ EN MEDIO DE TODA OSCURIDAD, ENSEÑANOS A SER MISERICORDIOSOS.
 
 
 
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posted by Laureano García Muentes at 6:01 a.m. | Permalink | 0 comments
jueves, septiembre 06, 2012
LA DESILUSIÓN FRENTE A LA ESPERANZA
« ¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara así en su gloria?»

                                                                   Lc 24.25

Me encontraba a las afueras de un supermercado en Cartagena (Col) a la espera de mi esposa cuando escuche muy de cerca a un par de señoras conversando sobre sus últimos contratiempos.
Una más preocupada le decía a la otra:… “¡Cuánto tiempo me he gastado esperando que salga ese empleo del que te hable hace varios días. Imagínate, ya llevo aproximadamente cinco semanas y aun no me han llamado, ni tampoco me han enviado ninguna noticia a la casa!”… y siguiendo con esa decepción se desahogaba contándole muchas otras cosas de su vida.
Entre tantas cosas que le refirió a su amiga me llamó la atención un relato donde ella insistentemente decía: “Figúrate esto mija. Viajamos de nuestro pueblo a Cartagena creyendo que en esta ciudad íbamos a encontrar de todo. Nos habían dicho que aquí indudablemente era más fácil y que pronto podríamos recuperar lo que mal vendimos; pero… todo esto ha sido lo contrario. Aquí, hemos perdido lo poco que ya teníamos de la venta del rancho, de los animalitos y hasta de mis muebles y enseres.
¡Mira cuanta desdicha! Llevamos aquí en Cartagena como seis meses y si no es gracias a mi hermana que vive en el barrio Blas de Lezo, no hubiésemos podido sobrevivir. Lo mejor del cuento es que todos los días junto a mis hijos salimos por las calles tocando puertas a ver si nos sale algún empleo y nada. Ya hemos perdido la esperanza y hasta la fe.
Cuando tocamos las puertas de las casas, la gente sin vernos gritan “No está”,” no tenemos plata”, o simplemente no salen a decirnos nada. Se nota el egoísmo de la gente y que nadie quiere ayudar a nadie”.
La amiga sobresaltada por la historia, le pedía que tuviera paciencia y que no perdiera la confianza en Dios. Y le decía: “mira… así son las cosas en las ciudades. Aquí todo es diferente a lo que se vive allá en el pueblo.  A veces existe la desilusión y se pierde hasta la esperanza de lograr lo que añoramos.
Yo un poco inquieto por el diálogo que sostenían esas dos señoras, con discreción me acerque a ellas y les pregunte sobre sus preocupaciones. Casi en coro ellas asombradas me dijeron: “¿Señor, usted quien es para que se meta en nuestros asuntos?, ¿nos estaba escuchando?” y les respondí que si.
Les comente que era Salvatoriano Laico y que pertenecía a una Comunidad que llevaba de fundada aquí en Cartagena más de veinte años, que tenía como sede la Iglesia Santa Cruz en el barrio de Manga. Que mi misión era la de escuchar, guiar y asesorar a hombres y mujeres en la superación de sus dificultades haciéndoles vida el conocimiento de Cristo como el Salvador del mundo.
Ellas reaccionaron inmediatamente y me contaron ligeramente lo que platicaban, pidiéndome una orientación.
Les hice referencia entonces al desespero y hasta la decepción que sufrieron los discípulos de Jesús cuando después que lo crucificaron salían hacia sus lugares de origen espantados. Así lo hizo Cleofás ya de camino a su casa. Él le decía a un desconocido que iba a su lado: “Nosotros estábamos muy confiados y esperábamos que el seria quien nos liberaría, pero como son las cosas, lo crucificaron hace ya tres días. Los sacerdotes y los romanos lo llevaron a la muerte”  Figúrense ustedes, ellos igual que ustedes esperaban encontrar en Jesús todo lo que la vida les podría ofrecer para alcanzar la felicidad. Pero como ustedes ven, todo quedó peor que antes.
Esto que les estoy contando lo pueden leer en Lc 24,13-35 que habla de los discípulos de Emaus.
Miren ustedes lo que les sucedía a estos amigos del mismísimo Jesús. La cruz les había matado toda esperanza de lograr obtener y alcanzar quizás un mejor nivel de vida. Pero ¡ojo!, aquí es donde radican nuestra debilidades. Nos quedamos adoloridos y estancados con la presencia de la muerte, nos vienen a la mente los fracasos, las decepciones y no avanzamos hacia lo más importante que es el paso de la muerte a la vida nueva; y es eso lo que nos ofrece acoger la resurrección.
Ellas un poco escandalizadas por mis palabras me decían: “como así que usted nos habla del paso de la muerte a la resurrección”, “¿acaso nos hemos muerto?” “estamos es decepcionadas de tanto egoísmo de la gente de hoy en día”.
Yo les dije, tienen toda la razón en pensar eso. Pero miren, tanto en los tiempos antes y después de Jesús, como en los de hoy, la gente siempre espera algo, pero a pesar de todo los esfuerzos ante la esperanza fracasan.
¿Miren de donde provienen nuestras decepciones y desilusiones que nos martirizan y acaban la vida? Ustedes y muchos de nosotros nos sentimos igual y hasta peor que ustedes, derrotados, derribados y abrazados a las cruces de cada día. Cuando no nos sentimos cerca de Jesús nos creemos perdidos. Cuando aceptamos llevar en nuestros corazones la presencia de Él, nos reanimamos, perdemos el miedo y la desconfianza. Y lo mejor de todo, las puertas más duras y pesadas, se nos abren.
Al leer este Evangelio del que les hablo podrán ustedes apreciar que cuando terminaron los discípulos su correría de aproximadamente 18 Kilómetros a pie junto a ese desconocido, lo reconocieron y llenos de alegría y de esperanza salieron corriendo a avisarle a los demás lo que sentían ahora.
Qué grande es nuestro Jesús, el amigo fiel que nunca falla. Nos da fuerzas, nos ofrece su amistad, nos acompaña a donde queremos ir, nos anima, nos fortalece y nos enseña a vivir de verdad una vida nueva.
Igual que esos discípulos les invito a cambiar esas actitudes y a perder el miedo de enfrentar las realidades. Tenemos que avivar la confianza y tomar el rumbo nuevo,
Llevemos a la práctica todo lo que nos enseñan las Santas Escrituras y veremos que nuestras vidas serán renovadas con la fuerza y las gracias de Dios.
A las señoras se les notaba una nueva actitud y abrazándome me dieron las gracias por haberles ayudado a reflexionar acerca de sus composturas negativas. Me puse a sus órdenes y dándoles la dirección de la Parroquia y mi teléfono. Les pedí que se comunicaran conmigo.
Amigos, estas son las oportunidades que Dios nos brinda para encontrar en medio de las dificultades su mensaje que nos conlleva a orientar la vida y buscar el camino que nos ofrece.
SEÑOR, QUE GRANDE ERES, TU MISERICORDIA SE REFLEJA EN CUALQUIER MOMENTO Y EN CUALQUIER LUGAR DE NUESTRA VIDA.
 
 
posted by Laureano García Muentes at 5:37 a.m. | Permalink | 0 comments
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