sábado, marzo 31, 2012
SEAMOS HOMBRES DE UNA FE INDESTRUCTIBLE

Vivimos a diario en el mundo asombrados de cómo la violencia, la maldad, el egoismo, la vanidad, las ansias de poder, el dinero corroen la sociedad haciendo que muchos hombres y mujeres se distancien de Dios y fomenten los antivalores entre pueblos y ciudades creando vicios e inmoralidades que desvian y ayudan a avivar la desigualdad social, la incertidumbre y la pobreza.

Creemos y confiamos que quienes aspiramos a vivir dignamente y a fomentar la convivencia fraterna estamos hoy mas que nunca comprometidos a llevar en medio de las dificultades la unica y verdadera esperanza de que Cristo es el poder salvador de Dios y la fuente unica donde podemos depositar nuestra confianza.

Hoy he querido presentarles a ustedes esta reflexion que nos ha de ayudar a descubrir el porque, quienes seguimos los pasos de Cristo, nos proponemos dia a dia a utilizar todos los medios que el Espiritu Santo nos imprime en el corazon, en acompañar y guiar a los hombres hacia el descubrimiento de la fe en el Dios que Salva.

Miren, lo que nos dicen estos dos pasajes biblicos: En medio del mar embrabecido por una fuerte tempestad y ante el temor de sosobrar por el hundimiento de su barca, los discipulos gritaban de desespero y de ansiedad, pero Jesús quien iba con ellos, toma una actitud de calma y con gran potestad increpa al mar y al viento calmándoles. A su vez con autoridad reprocha a sus discípulos diciéndoles: “por que tenéis miedo, hombres de poca fe, no ven que estoy con ustedes”.

En otro pasaje el Evangelio, narra también un caso muy similar. Los discípulos al notar que Jesús caminaba sobre el mar, se llenan de asombro y hasta le comparan como un fantasma, al verle tan pasivo y desprevenido. Pedro, quien toma la iniciativa pretende alcanzarle y se lanza a caminar sobre el mar, pero…su temor para lograrlo y sus inseguridades por dejar atrás sus impulsos mundanos, hacen que este se hunda. Ahí, Jesús, también le reprende fuertemente diciéndole: “Hombre de poca fe, ¿por qué has dudado?”.

Las circunstancias de ambos episodios son las mismas que hoy nos ocurren a muchos de nosotros ante los avatares que se viven a diario tanto de manera personal como en el mundo. Miremos los elementos que en estos dos pasajes Evangélicos se nos presentan:¿Qué es lo que mantiene a salvo a los discípulos? El poder de Jesucristo. ¿Qué es lo que sostiene a los hombres en medio de las circunstancias por los que ésta ha de atravesar? La fe en Jesucristo.

Miren: ¡Una fe que ha de ser inquebrantable y a toda prueba, una fe capaz de mover las montañas!.

¿En qué consiste esa fe? Consiste en creer y confesar a Jesucristo. Creer en Él y creerle a Él. Reconocer que sin Él nada somos ni nada podemos. Sin su virtud todo cuanto emprendamos está destinado a hundirse en el más estrepitoso fracaso, como le estaba sucediendo a Pedro en medio de las aguas agitadas por el viento.

Si el Señor no está detrás de nuestras obras, sustentándolas, corroborándolas, nada valdrá y serán poco significativas. Y Jesucristo no edifica la casa ni vigila la ciudadela si no se cree en Él o, si creyendo, no le damos importancia.

Todo cristiano ha de ser persona de fe. El mismo nombre de “cristiano”, nos lo dice: Somos hombres y mujeres que tenemos la fe de Jesucristo. Es decir la fe que salva, la fe eficaz, la fe que da la vida sobrenatural y que granjea la vida eterna.
Todos tenemos la responsabilidad única de alimentar a diario nuestra fe a fin de que esta se desvanezca y caiga.

Miren, los Apóstoles no emprendieron la gran misión de evangelizar el mundo sino sólo después de haberse llenado del Espíritu Santo en Pentecostés. Esta Divina Persona es la que les daba la fuerza y la que les inspiraba lo que tenían que hacer y decir. Recordemos que cuando viene a ellos en el Cenáculo, “perseveraban en la oración”.

Para ser Cristianos, verdaderos seguidores de Jesús requerimos de una vida interior intensa y profunda basadas en un fe fuerte que nos haga fuertes e indestructibles ente toda circunstancia adversa de la vida, basada en la Oración.

Nuestra vida está llena de señales que nos hablan de la presencia de Dios. Cuando somos hombres de fe resulta fácil encontrar a Dios en la belleza de una rosa y en la majestuosidad de un paisaje. Sólo con la fe estaremos en grado de ver a Jesucristo en el rostro de nuestros hermanos.

La fe nos lleva a dejar las diferencias y las asperezas en el trato con el prójimo. Nuestras relaciones con las demás personas deben estar impregnadas de una profunda fe, pues, cada ser humano es la señal más grande de la presencia de Dios en su vida.

Por ello y ante toda circunstancia de nuestra vida, debemos orar para que el Espíritu de Dios nos llene de fuerzas y esperanzas para realizar nuestras vidas sin los afanes del mundo siendo fieles a Jesús y caminemos junto a Él tal como lo hicieron los Discípulos de Emaus reconociéndolo al partir el pan.

SEÑOR, TU ERES FUENTE DE VIDA ETERNA, ALIMENTA NUESTRA FE PARA QUE SEAMOS CADA DIA FIELES TESTIMONIOS EN EL MUNDO.
 
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martes, marzo 27, 2012
BIENVENIDO SS. BENEDICTO XVI A NUESTRA AMERICA

Fragmentos de la Homilía del Papa en el Parque Bicentenario.
Ofrecemos fragmentos y el texto de la homilía pronunciada por Benedicto XVI en la Santa Misa celebrada a las 10 de la mañana, hora local, en el Parque Expo Bicentenario de León, México, ante medio millón de personas en su mayoría jóvenes.
Autor: | Fuente: Catholic.net


"Para que Dios habite en nosotros, hay que escucharlo, hay que dejarse interpelar por su Palabra cada día, meditándola en el propio corazón, a ejemplo de María (cf. Lc 2,51). Así crece nuestra amistad personal con él, se aprende lo que espera de nosotros y se recibe aliento para darlo a conocer a los demás.

En Aparecida, los Obispos de Latinoamérica y el Caribe han sentido con clarividencia la necesidad de confirmar, renovar y revitalizar la novedad del Evangelio arraigada en la historia de estas tierras «desde el encuentro personal y comunitario con Jesucristo, que suscite discípulos y misioneros» (Documento conclusivo, 11).

La Misión Continental, que ahora se está llevando a cabo diócesis por diócesis en este Continente, tiene precisamente el cometido de hacer llegar esta convicción a todos los cristianos y comunidades eclesiales, para que resistan a la tentación de una fe superficial y rutinaria, a veces fragmentaria e incoherente.

También aquí se ha de superar el cansancio de la fe y recuperar «la alegría de ser cristianos, de estar sostenidos por la felicidad interior de conocer a Cristo y de pertenecer a su Iglesia. De esta alegría nacen también las energías para servir a Cristo en las situaciones agobiantes de sufrimiento humano, para ponerse a su disposición, sin replegarse en el propio bienestar» (Discurso a la Curia Romana, 22 diciembre 2011).

Lo vemos muy bien en los santos, que se entregaron de lleno a la causa del evangelio con entusiasmo y con gozo, sin reparar en sacrificios, incluso el de la propia vida. Su corazón era una apuesta incondicional por Cristo, de quien habían aprendido lo que significa verdaderamente amar hasta el final.

En este sentido, el Año de la fe, al que he convocado a toda la Iglesia, «es una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo [...]. La fe, en efecto, crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y gozo» (Porta fidei, 11 octubre 2011, 6.7).

Pidamos a la Virgen María que nos ayude a purificar nuestro corazón, especialmente ante la cercana celebración de las fiestas de Pascua, para que lleguemos a participar mejor en el misterio salvador de su Hijo, tal como ella lo dio a conocer en estas tierras. Y pidámosle también que siga acompañando y amparando a sus queridos hijos mexicanos y latinoamericanos, para que Cristo reine en sus vidas y les ayude a promover audazmente la paz, la concordia, la justicia y la solidaridad. Amén."

Benedicto XVI 25-III-2012

Para consultar la homilía completa entra en Google:

HOMILÍA DEL PAPA EN EL PARQUE BICENTENARIO
 
posted by Laureano García Muentes at 5:52 a.m. | Permalink | 0 comments
lunes, marzo 19, 2012
LA FIDELIDAD A DIOS Y A SU IGLESIA

Vivimos tiempos difíciles donde se pone a prueba nuestra fidelidad hacia Dios y a su Iglesia; prueba que vemos se ha ido acrecentando en el mundo a la medida que pasan los años.
Por ello hoy se nos hace importante como cristianos darnos un toque de claridad al concepto de la fidelidad para no debilitarnos y perder las fuerzas que sin dudas necesitaremos para sostenernos unidos a Dios mediante una fe firme y un amor incondicional por Cristo y su Iglesia.

Miren es sorprendente ver como en medio de nuestros trabajos pastorales de evangelización se encuentren muy a menudo personas, que considerando muy a fondo esas noticias negativas que corren por los medios de comunicación a cerca del comportamiento de algunos de nuestros ministros eclesiales, se aparten de Dios y vociferan a sus allegados algunas palabras como estas: “he dejado de acudir a Misa porque he escuchado que tal sacerdote hizo tal cosa mala, o porque leí en el diario que tal obispo en tal país hizo tal otra cosa”, “yo estoy con Dios, pero no con la iglesia, porque no comparto lo que dicen los hombres que la guían y la componen”.

Que facilidad tenemos para juzgar y para enojarnos con Dios y con nuestra Iglesia.
La conciencia se nos adormece ante tantos burdos argumentos, ahogando así, el grito del alma que clama por regresar a Dios.
Son estas unas simples excusas, unas habilidades del mundo para hacer la vida más fácil y más llevadera, que nos llevan hacia esas trampas que hacen debilitar la fe y nos hacen caer fácilmente en la falta de perseverancia.

Y ante estos hechos muchos quizás nos preguntamos: ¿Pero cuál sería la respuesta adecuada que podríamos darle a la gente ante tal situación?

La respuesta para ellos es simple: Los Evangelistas nos lo pregonan, Jesús hizo cabeza de Su Iglesia a Pedro, a quien por otra parte fue al que más reprimió por sus equivocados juicios y errores de apreciación, además de sus cobardías y traiciones. Sin embargo, Pedro perseveró y alcanzó el Reino transformándose en la roca sobre la que se construyó la Iglesia naciente. Se levantó una y otra vez, se arrepintió, pidió perdón.

Pedro es una buena imagen de lo que es el aspecto humano de nuestra Iglesia, y no por casualidad Jesús nos explica con variados ejemplos como era Pedro a través de los Evangelios.

Imaginen ustedes que hubiera pasado si los primeros cristianos hubieran desertado de la Iglesia naciente ante los signos de humanidad que Pedro mostraba. Es obvio que los sacerdotes, manos y brazos de la Iglesia, son personas como todos nosotros, que luchan igual que nosotros cada día.

Qué bueno sería que hoy al leer este artículo, nos miremos muy adentro de nuestro ser y nos preguntemos. ¿Somos perfectos? La respuesta es No. no lo somos. Y sin embargo somos Iglesia, somos parte del Cuerpo Místico de Cristo, igual que los pastores del rebaño que constituyen hoy su Iglesia.

Miren, los hombres tendemos a juzgar a Dios, y a tratar de imponerle nuestra propia visión de cómo deben ser las cosas. Sin embargo, El decide donde y como actuar impulsando la sangre que corre por las venas de Su Iglesia. Nunca debemos olvidar que Dios está por encima de su Iglesia, El es más que su Iglesia.

Dios nos ayude con esta pequeña reflexión a que tomemos conciencia de que no podemos juzgar jamás ni a Dios ni a los actos de su Iglesia, vista como un todo, como un Cuerpo Universal. Tenemos que aceptar que la enorme Barca de Jesús, avanza en un mar encrespado pero con rumbo firme frente a los ataques que el mundo actual le realiza para llegar al buen puerto.

No podemos olvidarnos y pasar inadvertidos en estos tiempos difíciles que vivimos por esa gran controversia alrededor de nuestra Iglesia, que es aprovechada por sus enemigos para iniciar los nuevos ataques, con bríos renovados. Nuestra lucha unida a Cristo Salvador es la de imponer la verdad, una verdad basada en el amor, amor que disuelva el odio.

Basta que miremos las luchas que hoy con brío defiende la Iglesia por detener los abortos, por defender el matrimonio y la familia, por detener el deterioro moral de jóvenes particularmente, por detener el terrorismo y asesinatos basados en juegos de poder y odios ancestrales. ¡La Iglesia lucha por arrojar Luz al mundo!

La soberbia y vanidad están a la vuelta de la esquina todo el tiempo buscando que caigamos en el error. Dios está en y con su Iglesia, más allá de nuestras miserias como hombres que la integramos. Dios la guía espiritualmente, y nunca, pero nunca, le dejará sucumbir.


SEÑOR, LLENANOS EN CADA MOMENTO DE TU FUERZA PARA CONTINUAR EL CAMINO QUE NOS LLEVA A SER TUS TESTIGOS EN MEDIO DE TODAS LAS DIFICULTADES DEL MUNDO.
 
posted by Laureano García Muentes at 8:00 a.m. | Permalink | 0 comments
sábado, marzo 10, 2012
SEAMOS COHERENTES COMO CRISTO NOS LO ENSEÑA

Cada vez que leemos la Palabra de Dios, sentimos que el Señor con constancia nos invita y estimula a ser coherentes con nuestras obras y nuestros pensamientos.

El, nos inquieta de esta manera, para que surja en nosotros la pregunta sobre si estamos viviendo como Él nos lo ha enseñado.

El sabe que las mayores insatisfacciones de nuestra vida acaban naciendo de nuestras desavenencias frente a la vida las que nos inducen las incoherencias.

Al leer y discernir los Evangelios vemos que Jesús cada vez que El le hablaba a la gente que le seguía, les decía que no vivieran con esas rupturas entre lo que era su fe, sus pensamientos y las obras que realizaban; y les pedía que para seguir sus pasos se esforzaran por unificar e integrar lo que tenían en su corazón con lo que realizaban, siendo auténticos en sus hechos y sus palabras, es decir, que se constituyeran signos de vida nueva para los demás.

Y la verdad es que estas grandes ilusiones la deseamos todos nosotros los que hemos optado de seguir a ese gran Maestro, porque yo creo, que no hay nadie en el mundo que quisiera vivir en constante incoherencia. Sin embargo, cuando empezamos a comparar nuestra vida con lo que sentimos por dentro, acabamos por quedarnos, a lo mejor, hasta desilusionados de nosotros mismos.

En el Evangelio de San Mateo (Mt 23,1-12): Jesús nos dice: “El que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido”. ¿No nos parece curiosas estas Palabras de Jesús?, parecería ser la contraposición a lo que nosotros generalmente tendemos, a lo que estamos acostumbrados ver.

A diario percibimos en cualquier parte del mundo, que hay muchos hombres que quieren sobresalir ante los demás, pero para que ello se dé, es necesario que estos se hagan una buena propaganda y se coloquen bien delante los demás, para que así, sean enaltecidos.
Pero miren lo contradictorio de ello, el hombre que se esfuerza por hacerse pequeño, sencillo, humilde y servidor de los demás, acaba siendo pisado por los que tienen el poder y el dinero.

Entonces, muchos nos preguntaremos ¿Cómo es posible, que Jesucristo nos diga estas cosas?

Sus palabras son la luz de la fe y de la verdad. Cuando vemos nuestras realidades notamos que El nos hace ver algo muy importante: la búsqueda constante de dar la primacía a lo que realmente vale sin que nos importe dejar en segundo lugar lo que menos vale.


El nos exhorta a que demos la primacía al hecho de que es el hombre el que tiene que poner en primer lugar en su corazón a Dios y no a cualquier otra cosa, como el poder, el dinero, el egoísmo, la vanidad, etc.

Cuando Jesús nos dice que a nadie llamemos ni guía, ni padre, ni maestro, en el fondo, a lo que se refiere es a que aprendamos a poner sólo a Cristo como primer lugar en nuestro corazón, hacerlo centro de nuestras vidas. Porque sólo El es capaz de irnos marcando auténticamente las prioridades de nuestra existencia.

Dios es consciente de que si nosotros no somos capaces de ello y vamos poniendo otras prioridades, sean circunstancias, sean cosas, o sean personas, al final lo que nos acaba pasando es que nos contradecimos a nosotros mismos y aparece en nuestro interior la amargura.

Éste es un criterio que todos nosotros tenemos que aprender a purificar, es un criterio que todos tenemos que aprender a exigir en nuestro interior una y otra vez, porque habitualmente, cuando juzgamos las situaciones, cuando vemos lo que nos rodea, cuando juzgamos a las personas, podemos asignarles lugares que no les corresponden en nuestro corazón.

El primer lugar y el primer escalón de nuestra vida sólo le pertenece a Dios. Y esto es lo que Dios nos reclama una y otra vez.

Jesús mediante su Palabra nos sigue insistiendo en que seamos capaces de ser congruentes con lo que somos; congruentes con lo que Dios es para nosotros y congruentes con lo que los demás son para con nosotros.

En esa ecuanimidad es en la que tenemos que vivir, es donde está la realización perfecta de nuestra existencia, es donde se encuentra el auténtico camino de nuestra realización.


Hoy, con mayor razón, debemos trabajar por nuestra salvación personal y comunitaria, así nos lo dice San Pablo, con respeto y seriedad, pues «ahora es el día de la salvación» (2cor 6,2).
 
posted by Laureano García Muentes at 4:59 a.m. | Permalink | 0 comments
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