martes, julio 21, 2015
¿SOMOS CAPACES DE HACER LO IMPOSIBLE PARA VER, CONOCER Y SEGUIR INCONDICIONALMENTE A JESÚS?
Jesús está interesado en cada uno de nosotros, aun cuando, por querer mantener nuestras seguridades, creemos que no nos da lo que le pedimos, ni nos concede las cosas a la manera como lo queremos y como si fuera poco, tan pronto como lo queremos.

Dos incidentes ocurren en el Evangelio de Mateo 9, 18-26, Al leerlo, profundizarlo y reflexionarlo podremos realizarnos varias preguntas, entre ellas la siguiente: ¿cuál fue el regalo más grande que Jesús proporciona: la sanación o resurrección? Pero, de verdad no fue ninguno de los dos; fue el AMOR.

Podemos ver que en esta lectura no se menciona al amor. ¿No es así?, ¿pero por qué Él sanaba a la gente?

La respuesta es obvia: ¡Porque las amaba! No porque se lo pidieran de la manera "correcta", no porque se lo pidieran durante suficiente tiempo y de manera persistente como para convencerlo con sus súplicas. Ni tampoco le rogaron a su madre para que le hiciera cambiar de opinión.

Jesús nos realiza hoy milagros también. ¡Él es muy bueno con nosotros! ¿Recuerdas por lo que rezabas el año pasado? Quizás lo hayamos olvidado. Él todavía está trabajando por ello, aun cuando no hayamos pensado más en ello desde hace rato.

Preguntémonos: ¿Prestamos atención al amor que proviene de Jesús durante nuestras oraciones de petición? Su amor es evidente cuando nuestras oraciones son respondidas ¿Pero prestamos atención al amor que surge de las oraciones no respondidas?

Imagínate ver a Jesús a través de los ojos de la mujer que fue curada cuando tocó el borde de su manto. ¿Fue su amor o su manto el que la curó? ¿Cómo sabemos que fue amor, dado que Él no se había dado cuenta que ella estaba ahí hasta después del milagro? Es probable que la mujer experimentara algo como lo siguiente:

"Cuando Jesús me dijo, 'Tu fe te ha sanado' mi corazón saltó de alegría. Pero sucedió algo más maravilloso aún. ¡Jesús puso sobre mí su atención personal! ¡El dejó de hacer lo que estaba haciendo para encontrarme en la multitud y hablarme a mí! Entonces me escuchó - quería saber qué estaba siendo sanado en mí. ¡Él estaba interesado en mí!"

No importa por qué oremos, la sanación más grande es saber - más allá de toda duda-que Jesús se preocupa por nosotros. Y Él realmente está interesado en cada uno de nosotros, aun cuando no nos da lo que le pedimos, de la manera como lo queremos, tan pronto como lo queremos.

Los milagros suceden: Hace unos días me contaba una amiga esta historia: “Figúrate Laureano que Jesús escandalizó al pediatra de mi hija cuando ella tenía seis semanas de edad. Él, respondiendo a nuestras oraciones para una cura instantánea se evitó una cirugía para corregir una anomalía estomacal. Pero 16 años después no la curó de una torsión de la columna, la cual requería una cirugía mayor. Aun cuando no entendemos por qué ella tuvo que soportar tanto dolor, sí comprendemos que Jesús se preocupa”.

Yo le respondí: Para sentir el abrazo de su amor, tenemos que abrirnos paso hasta el borde de su manto: tenemos que lograr que pase lo que nosotros  queremos, pasar por sobre las multitudes de dudas en nuestra mente, pasar por sobre nuestra baja autoestima que nos dice que no somos merecedores de su atención. Tenemos que ignorar los consejos de las personas que nos dicen que nuestra fe es estúpida o demasiado débil para milagros. Tenemos que insistir a pesar de que todo lo que se interponga en nuestro camino, no porque haga una diferencia para Dios sino por la diferencia que hace en nosotros.

Cuando insistimos en alcanzar a Jesús, vencemos obstáculos que entorpecen nuestra fe. Entonces Él nos dice, "Mis amados, su fe los ha salvado."


Vamos pues a Orar hoy Jesús para darle gracias porque camina entre nosotros, ansioso de hacer milagros y de mostrarnos el inmenso amor que nos tienes.  Vamos a decirle que le alabamos y le bendecimos por su amor incondicional hacia nosotros. Vamos a pedirle que acreciente nuestra fe y para creer en que Él nos escucha, aun cuando las causas parecen pérdidas o tal vez sea demasiado tarde. Y que pueda acompañarnos en la maravillosa misión de mostrar le al mundo que está vivo, y presente entre nosotros.
 
posted by Laureano García Muentes at 6:57 a.m. | Permalink | 0 comments
sábado, julio 04, 2015
¿POR QUÉ SOMOS TAN COBARDES A LA HORA DE REZAR?

Sí creemos que Dios puede contestar nuestras oraciones, y trabajamos duro para creer que quiere responderlas,  a veces por nuestras desconfianzas, nos atrevemos a decir: "Sí creo que recibiré todo lo que pida, pero… a la larga, por nuestras conjeturas, no lo creemos realmente.

Hagamos esta prueba… ¿será que tenemos una fe tan correcta que en nuestro interior no existe ninguna ansiedad, preocupación, miedo o duda con respecto a las situaciones que vivimos y sobre la cual estamos rezando?

Algunos responderán: “Mi fe tampoco está tan intacta”  Okey, miremos entonces la expresión y deduzcamos que ella existe alguna duda. Si es así, entonces estamos quedándonos atrás con lo que nos dijo Jesús: "Lo que pidas en la oración, cree que lo recibirás y será tuyo".

 ¿No puede Dios, cuyo poder y amor es infinito, compensar nuestra falta de fe y responder a nuestras oraciones sin importar cuán inciertos nos sintamos?

¡Claro que Sí! ¡Y lo hace cada día! Es la única razón por la cual nuestras oraciones han sido contestadas en general. Pero no es una falta de fe lo que produce dudas. Es una falta de amor.

No podemos creer verdaderamente que Dios contestará nuestras oraciones si no creemos plenamente en su preocupación amorosa por nuestras necesidades y deseos. Si lo que pedimos es santo, si lo que pedimos es sano y si contribuye al bien en el mundo, entonces por supuesto que el gran amor de Dios es, entonces, una inmediata así como una continua respuesta a nuestras oraciones. No existe motivo alguno por el cual nuestras oraciones fracasarían -- ningún motivo excepto nuestra desconfianza en el amor de Dios.

La desconfianza en su amor se hace evidente en nuestra falta de perdón hacia los demás. No es casualidad que Jesús nos instruye a perdonar a los demás mientras nos explica cómo mover montañas. ¡Lo que sembramos es lo que cosechamos! Si no perdonamos a los demás, nos robamos a nosotros mismos del poder de la oración porque la falta de perdón nos separa de Dios.

La falta de perdón significa que le decimos que no al amor. ¿Cómo podemos increpar a las higueras o mover montañas si nos desconectamos del amor de Dios?

Vamos entonces a pedirle al Espíritu Santo que nos recuerde a aquellas personas a las que aún tenemos que perdonar -- ¡y no nos olvidemos de incluirnos a nosotros mismo! Luego elige perdonarlos a todos, lo merezcan o no. Recuerda que perdonar no significa que apruebas su comportamiento hiriente. El perdón libera tu amor, lo cual libera tu relación con Dios, lo cual libera tu poder de oración.

Reza por tus enemigos; ¡Y veras con tus propios ojos que verdaderamente estas moviendo montañas!


SEÑOR, HAZ QUE MI FE CREZCA EN UN CORAZÓN LIBRE DE RENCORES Y QUE ESTE ARRAIGADA EN TU AMOR, DONDE MI CONFIANZA EN TI, SUPERE TODA LÓGICA HUMANA. 
 
posted by Laureano García Muentes at 6:27 a.m. | Permalink | 0 comments
<body>