sábado, julio 04, 2015
¿POR QUÉ SOMOS TAN COBARDES A LA HORA DE REZAR?

Sí creemos que Dios puede contestar nuestras oraciones, y trabajamos duro para creer que quiere responderlas,  a veces por nuestras desconfianzas, nos atrevemos a decir: "Sí creo que recibiré todo lo que pida, pero… a la larga, por nuestras conjeturas, no lo creemos realmente.

Hagamos esta prueba… ¿será que tenemos una fe tan correcta que en nuestro interior no existe ninguna ansiedad, preocupación, miedo o duda con respecto a las situaciones que vivimos y sobre la cual estamos rezando?

Algunos responderán: “Mi fe tampoco está tan intacta”  Okey, miremos entonces la expresión y deduzcamos que ella existe alguna duda. Si es así, entonces estamos quedándonos atrás con lo que nos dijo Jesús: "Lo que pidas en la oración, cree que lo recibirás y será tuyo".

 ¿No puede Dios, cuyo poder y amor es infinito, compensar nuestra falta de fe y responder a nuestras oraciones sin importar cuán inciertos nos sintamos?

¡Claro que Sí! ¡Y lo hace cada día! Es la única razón por la cual nuestras oraciones han sido contestadas en general. Pero no es una falta de fe lo que produce dudas. Es una falta de amor.

No podemos creer verdaderamente que Dios contestará nuestras oraciones si no creemos plenamente en su preocupación amorosa por nuestras necesidades y deseos. Si lo que pedimos es santo, si lo que pedimos es sano y si contribuye al bien en el mundo, entonces por supuesto que el gran amor de Dios es, entonces, una inmediata así como una continua respuesta a nuestras oraciones. No existe motivo alguno por el cual nuestras oraciones fracasarían -- ningún motivo excepto nuestra desconfianza en el amor de Dios.

La desconfianza en su amor se hace evidente en nuestra falta de perdón hacia los demás. No es casualidad que Jesús nos instruye a perdonar a los demás mientras nos explica cómo mover montañas. ¡Lo que sembramos es lo que cosechamos! Si no perdonamos a los demás, nos robamos a nosotros mismos del poder de la oración porque la falta de perdón nos separa de Dios.

La falta de perdón significa que le decimos que no al amor. ¿Cómo podemos increpar a las higueras o mover montañas si nos desconectamos del amor de Dios?

Vamos entonces a pedirle al Espíritu Santo que nos recuerde a aquellas personas a las que aún tenemos que perdonar -- ¡y no nos olvidemos de incluirnos a nosotros mismo! Luego elige perdonarlos a todos, lo merezcan o no. Recuerda que perdonar no significa que apruebas su comportamiento hiriente. El perdón libera tu amor, lo cual libera tu relación con Dios, lo cual libera tu poder de oración.

Reza por tus enemigos; ¡Y veras con tus propios ojos que verdaderamente estas moviendo montañas!


SEÑOR, HAZ QUE MI FE CREZCA EN UN CORAZÓN LIBRE DE RENCORES Y QUE ESTE ARRAIGADA EN TU AMOR, DONDE MI CONFIANZA EN TI, SUPERE TODA LÓGICA HUMANA. 
 
posted by Laureano García Muentes at 6:27 a.m. | Permalink |


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