Sí
creemos que Dios puede contestar nuestras oraciones, y trabajamos duro para creer
que quiere responderlas, a veces por
nuestras desconfianzas, nos atrevemos a decir: "Sí creo que recibiré todo
lo que pida, pero… a la larga, por nuestras conjeturas, no lo creemos
realmente.
Hagamos
esta prueba… ¿será que tenemos una fe tan correcta que en nuestro interior
no existe ninguna ansiedad, preocupación, miedo o duda con respecto a las
situaciones que vivimos y sobre la cual estamos rezando?
Algunos
responderán: “Mi fe tampoco está tan intacta” Okey, miremos entonces la expresión y deduzcamos que ella existe alguna duda. Si es así, entonces estamos quedándonos atrás con lo
que nos dijo Jesús: "Lo que pidas en
la oración, cree que lo recibirás y será tuyo".
¿No puede Dios, cuyo poder y amor es infinito,
compensar nuestra falta de fe y responder a nuestras oraciones sin importar
cuán inciertos nos sintamos?
¡Claro
que Sí! ¡Y lo hace cada día! Es la única razón por la cual nuestras oraciones
han sido contestadas en general. Pero no es una falta de fe lo que produce
dudas. Es una falta de amor.
No
podemos creer verdaderamente que Dios contestará nuestras oraciones si no
creemos plenamente en su preocupación amorosa por nuestras necesidades y
deseos. Si lo que pedimos es santo, si lo que pedimos es sano y si contribuye
al bien en el mundo, entonces por supuesto que el gran amor de Dios es,
entonces, una inmediata así como una continua respuesta a nuestras oraciones.
No existe motivo alguno por el cual nuestras oraciones fracasarían -- ningún
motivo excepto nuestra desconfianza en el amor de Dios.
La
desconfianza en su amor se hace evidente en nuestra falta de perdón hacia los
demás. No es casualidad que Jesús nos instruye a perdonar a los demás mientras
nos explica cómo mover montañas. ¡Lo que
sembramos es lo que cosechamos! Si no perdonamos a los demás, nos robamos a
nosotros mismos del poder de la oración porque la falta de perdón nos separa de
Dios.
La
falta de perdón significa que le decimos que no al amor. ¿Cómo podemos increpar
a las higueras o mover montañas si nos desconectamos del amor de Dios?
Vamos
entonces a pedirle al Espíritu Santo que nos recuerde a aquellas personas a las
que aún tenemos que perdonar -- ¡y no nos olvidemos de incluirnos a nosotros
mismo! Luego elige perdonarlos a todos, lo merezcan o no. Recuerda que perdonar
no significa que apruebas su comportamiento hiriente. El perdón libera tu amor,
lo cual libera tu relación con Dios, lo cual libera tu poder de oración.
Reza
por tus enemigos; ¡Y veras con tus propios ojos que verdaderamente estas
moviendo montañas!
SEÑOR, HAZ
QUE MI FE CREZCA EN UN CORAZÓN LIBRE DE RENCORES Y QUE ESTE ARRAIGADA EN TU
AMOR, DONDE MI CONFIANZA EN TI, SUPERE TODA LÓGICA HUMANA.