Como
seres humanos muchas veces somos impacientes y ante muchas circunstancia, nos
angustiamos, nos decepcionamos, nos enojamos y deprimimos, porque nuestros planes, pensamientos y aspiraciones, parecen diluirse en el tiempo que a ellos, les requerimos; y cuando se presentan, son adversos a las soluciones o metas que tenemos en nuestras mentes.
Hoy Preguntaría: ¿Cuántas veces no hemos perdido oportunidades o hemos cometido errores por no haber sabido esperar el momento exacto para actuar o tomar decisiones?
Hoy Preguntaría: ¿Cuántas veces no hemos perdido oportunidades o hemos cometido errores por no haber sabido esperar el momento exacto para actuar o tomar decisiones?
En
nuestra vida muchas veces suceden situaciones similares; nos encontramos
desesperados o preocupados y en medio de estos hechos, clamamos a Dios con insistencia
por su ayuda y… esperamos que su respuesta sea inmediata.
Pero,
allí esta nuestro problema, no comprendemos que el Señor tiene el tiempo
perfecto para enviarnos esa o esas respuestas y espera que sus propósitos sean
cumplidos por nosotros, en nuestra vida.
Recordemos:
¡Que Él nunca llega tarde! Dios tiene maravillosas promesas y bendiciones para
nosotros sus hijos y su Espíritu Santo nos guía y nos ayuda a través de la
Palabra y la oración para que aprendamos a conocer su voluntad.
Es
por ello, que tenemos que aprender a pedir de acuerdo a ella y a saber esperar
el tiempo perfecto del Señor para su cumplimiento. Y es allí precisamente, durante esta espera,
que nuestro carácter va siendo transformado, nuestra voluntad fortalecida y
nuestro amor incrementado.
San
Pablo en la Carta a los Romanos 5:3-5 nos exhorta con estas palabras: “Más aún, nos gloriamos hasta de las mismas
tribulaciones, porque sabemos que la tribulación produce la constancia; la
constancia, la virtud probada; la virtud probada, la esperanza. Y la esperanza
no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros
corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado”.
Entonces,
esperar en Dios no significa tener una actitud pasiva o conformista sino todo
lo contrario, la espera debe estar siempre impregnada de positivismo, fe,
comunión con Dios, creyendo en su Palabra y sobretodo revelando con nuestros
hechos y acciones a quienes comparten su vida con nosotros, la voluntad de nuestro
Padre Dios para nuestras vidas.
No
debemos desesperarnos, ni ofuscarnos ante nuestras suplicas a Dios. Hemos de
ser pacientemente, tener fe, confianza y esperanza en El.
Se
nos pide la confianza. Por nuestra parte, ser tierra profunda que guarde la
semilla de la Palabra. Por parte del Espíritu, que fecunde nuestra esperanza, y
nos permita el aliento de los frutos. San Pablo en su 2 carta a los Corintios
5,6 así nos lo pide: “Siempre tenemos
confianza, aunque sabemos que, mientras sea el cuerpo nuestro domicilio,
estamos desterrados lejos del Señor. Caminamos sin verlo, guiados por la fe”
Pidamos entonces al
Señor que nos enseñe a esperar confiadamente en El, que podamos ser pacientes y
sabios para esperar y conocer el tiempo perfecto del cumplimiento de sus
promesas, y que nuestra fe aumente y podamos ser agradables a Él.