Para comprobar
que en nosotros hay fidelidad en el seguimiento que hemos optado por Jesús, hoy
les invito a que nos cuestionemos con estas preguntas:
¿Somos creyentes que Jesús ha venido de Dios? ¿Quien es Dios para mi? ¿Creo qué Jesús es el Señor? ¿Qué le
amamos fiel e incondicionalmente? ¿Que lo que dijo es verdad y que su Palabra
es para todo tiempo? ¿Creemos en El realmente?"¿A partir de mi decisión he sentido que
he recibido el Espíritu Santo? ¿Le siento y palpo cuando decido escuchar sus Palabras?
La respuesta
para quienes le somos fieles en el seguimiento es: SI, porque, durante el bautismo recibimos la plenitud de la presencia de Dios. Y el
Espíritu Santo es la presencia de Cristo nuestro Salvador dentro de nosotros,
que nos guía, nos nutre de sus gracias y nos acompaña.
Pero...
¿creemos esto realmente?
Hay una
diferencia entre recibir el Espíritu de Dios por el sacramento y vivir en el
Espíritu como un creyente lleno de fe.
Vivir de fe
totalmente requiere estar plenamente comprometido con un estilo de vida
Cristiano, confiando en que el Espíritu Santo nos ayudará a ser más y más
santos cada día, purificándonos continuamente, para estar cada vez más unidos a
la plenitud de Dios a través de los dones de todos los sacramentos y de la
comunidad Eclesial.
Los verdaderos
creyentes tienen una relación de confianza con Dios. Se arrepienten de sus
pecados y se dan cuenta que han sido perdonados por lo que Jesús hizo el
Viernes Santo (morir en una cruz por nosotros). Comprenden que este perdón los
capacita para ir al cielo por lo que Él hizo en la Pascua. Quieren imitarlo
ofreciendo sus vidas por los demás en el servicio amoroso. Nada de esto es posible
sin el Espíritu Santo.
¿Cómo sabemos
que el Espíritu Santo está activo en nosotros? Ello sólo es posible cuando confiamos
en El.
Perdemos la paz
cuando confiamos en nuestros propios recursos y nuestras percepciones limitadas
de los problemas que enfrentamos.
La fe, la
esperanza y la paz interior surgen de confiar en el Espíritu de Cristo, que es
el Poder Máximo detrás de todos nuestros éxitos, y quien vive dentro de cada
uno de nosotros como una fuente de gracia esperando ser liberada.
El Padre
Francisco Maria de la Cruz Jordán, fundador de nuestra Comunidad Salvatoriana,
en su Libro Espiritual, escribió para todos sus hijos e hijas espirituales
estas palabras: “La verdadera humildad es la llave con la que puedes abrir los
tesoros celestiales de la gracia”, “No te canses, caminante, ni te desanimes,
pues el Altísimo te dará valor y te protegerá en el difícil y peligroso y
peligroso viaje hacia el paraíso eterno”, “ Levántate con ánimo, oh peregrino, cuando tropieces en el camino hacia la vida;
dirige tu mirada al cielo y camina sin vacilar, hasta que llegues a las puertas
de la vida eterna” 1.895. Cap.. 1.41-43.
Pidámosle a
nuestro Buen Dios, que nos guie y acompañe a través de su Espíritu para que con
sus siete dones podamos alcanzar la perfección que nos ofrece.