sábado, abril 28, 2012
JESÚS SIGUE ESCANDALIZANDO

Pasada la semana de la pasión y muerte del Señor, los cristianos en el mundo sentimos con fuerza y gran alegría el sentido de la Resurrección del Señor; descubrimos en los Santos Evangelios en especial el del Apóstol San Juan, la propuesta de reflexionar sobre la forma como Jesús Resucitado le enseña a sus Apóstoles y  a quienes hoy le seguimos, su verdadera identidad como Hijo de Dios, cuando El nos dice: "Yo soy el pan vivo, bajado del cielo; si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo". Pero en el fondo de su corazón, aun vive preocupado.


Miremos el por qué.

En su época los judíos discutían muy acaloradamente y se preguntaban insistentemente unos a otros "¿cómo puede éste darnos a comer su carne?". Jesús que ya les conoce su forma de pensar y de actuar, les confirma: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros".

Notamos en el mundo que aún persiste la reacción en la gente y que muchos de nosotros, quienes nos aclamamos ser sus discípulos vivimos escandalizados por las palabras del Señor, hasta el punto de que, después de haberle seguido por largo tiempo y pertenecer incluso a grupos eclesiales y comunidades, exclamamos: "Es duro este lenguaje. ¿Quién puede todavía escucharlo?" “Son muy grandes sus exigencias”.


Miren, El no se dirige sólo a los que entonces escuchaban sino que alcanza a todos nosotros los creyentes y a todos hombres de todas las épocas. Cuantos somos los que nos escandalizamos ante la paradoja de la fe cristiana. La enseñanza de Jesús parece "dura", demasiado difícil de acoger y de practicar.


Entonces hay quien rechaza y abandona a Cristo; hay quien trata de "adaptar" su palabra a las modas desvirtuando su sentido y valor. Esta inquietante provocación resuena en su corazón y espera de cada uno una respuesta personal.

Jesús, de hecho, no se contenta con una pertenencia superficial y formal, no le basta una primera adhesión entusiasta; es necesario, por el contrario, participar durante toda la vida en "su pensar y querer". Seguirle llena el corazón de alegría y le da sentido pleno a nuestra existencia, pero comporta dificultades y renuncias, pues con mucha frecuencia hay que ir contra la corriente.

Jesús, sin embargo, no nos suaviza sus afirmaciones, es más, nos habla duramente exigiéndonos: "¿También vosotros hoy queréis marcharos?"

Queridos hermanos y hermanas: también nosotros podemos repetir la respuesta de Pedro, conscientes ciertamente de nuestra fragilidad humana, pero confiando en la potencia del Espíritu Santo, que se expresa y se manifiesta en la comunión con Jesús.

La fe es don de Dios al hombre y es, al mismo tiempo, entrega libre y total del hombre a Dios; la fe es dócil escucha de la Palabra del Señor, que es "lámpara" para nuestros pasos y "luz" en nuestro camino.

Si abrimos con confianza el corazón a Cristo, si nos dejamos conquistar por Él, podemos experimentar también que nuestra única felicidad en esta tierra consiste en amar a Dios y saber que Él nos ama.

SEÑOR, LLENA NUESTROS CORAZONES DE CONFIANZA Y DE UNA FE FIRME, IMPREGNADA DEL AMOR HACIA TODOS LOS QUE TE NECESITAN.  
 
posted by Laureano García Muentes at 8:27 a.m. | Permalink | 0 comments
domingo, abril 22, 2012
DEMOSLE FORTALEZA A NUESTRA FE MEDIANTE LA BUENA COMUNICACIÓN CON DIOS

La oración debe expresar siempre nuestra convicción de que Dios es Padre Providente, y que sin Él no somos nada. Esto exige humildad y sinceridad y un compromiso de apertura frente a los demás.

Miren, la vida cristiana exige una continua comunicación con Dios y con las personas, para ello, necesitamos escuchar la voz de Dios y que Él nos escuche.

Jesús dialogaba siempre con su Padre Dios y se comunicaba con toda la gente que le seguía, oraba noches enteras y con frecuencia, al finalizar la jornada de trabajo, se iba a la montaña a dialogar con su Padre. Instruía a sus discípulos para que oraran en todo tiempo, les enseñaba a que hicieran bien su oración, con una sincera actitud de humildad, en unión de fe y de confianza.

La vida cristiana no consiste en pasar orando todo el día, cada cosa en su puesto, pero la oración es parte esencial de la vida de fe. Muchos “rezamos” repitiendo oraciones de memoria, que desde pequeños nos han ayudado a comunicarnos con Dios, y eso es necesario, pero también es sumamente importante “orar”, es decir, hablar y escuchar a Dios, dirigirnos a Él con nuestras propias palabras, para expresarle nuestros sentimientos con humildad y sencillez, necesitamos hablarle de nuestros problemas y angustias, de nuestras alegrías y tristezas, de nuestros triunfos o fracasos.

Para algunas personas la oración no siempre les resulta fácil, porque no saben orar, no saben qué pedir, cómo pedir, o porque las preocupaciones y el dinamismo de la vida les ocupan tanto tiempo, que no logran apartar unos momentos de tranquilidad para hablar con Dios.

S:S: Juan Pablo II nos decía que “la oración es ante todo, un acto de inteligencia, un sentimiento de humildad y reconocimiento, una actitud de confianza y de abandono en Aquel que nos ha dado la vida por amor.

La oración es un diálogo misterioso, pero real, con Dios; un diálogo de confianza y de amor”. Hay un refrán que dice: “Sólo se va al pozo cuando tiene agua”, algo así es lo que nos pasa a muchos de nosotros cuando sólo recurrimos a Dios en los momentos difíciles de la vida, cuando nos encontramos en un peligro, en una desgracia, en una enfermedad, en un apuro económico, o en la aflicción por la muerte de un ser querido.

Dios no es una medicina que la tomamos si nos sentimos mal y la dejamos si nos sentimos bien, Dios es un Padre bueno y misericordioso, que está con sus hijos en las buenas y en las malas y a quien también debemos recurrir en la prosperidad o en la adversidad.

Muchos somos los que invocamos a Dios sólo para pedirle favores materiales y no nos acordamos de agradecerle los beneficios o maravillas que hace con nosotros. También tenemos que preguntarnos ¿qué beneficios espirituales pedimos? ¿Nos preocupamos por la salud de nuestra alma como nos preocupamos por la salud de nuestro cuerpo? ¿Le pedimos que perdone nuestros errores? ¿Le pedimos que nos haga generosos y nos aumente la fe?

A Dios le debemos pedir lo que necesitamos, Él mismo decía a sus discípulos, y nos dice ahora a nosotros: “Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; llamen y se les abrirá; pues todo el que pide, recibe; el que busca encuentra, y al que llame se le abrirá” (Mt. 7, 7-9). Esto quiere decir que el fruto de la oración es seguro, porque tiene la promesa del Señor y nunca es inútil si pedimos como debemos pedir. Jesús enseñó a sus discípulos a orar con fe viva y corazón puro, con humildad y constancia, y pidiendo en su nombre todo aquello que nos conviene.

La oración debe expresar siempre nuestra convicción de que Dios es Padre Providente, y que sin Él no somos nada, esto exige humildad y sinceridad y un compromiso de apertura frente a los demás, porque no podemos convertir la oración en puro espiritualismo.

De nada nos sirve decir ¡Señor! ¡Señor!, mientras permanecemos de espaldas a la voluntad de Dios, que nos pide ser responsables en el hogar, en la sociedad en el mundo. La oración oral o mental debe situarnos en un justo lugar ante Dios y ante la vida.

SEÑOR, DANOS FORTALEZA A NUESTRA FE PARA QUE EN CADA MOMENTO PODAMOS RECONOCERTE COMO NUESTRO SALVADOR.
 
posted by Laureano García Muentes at 6:54 a.m. | Permalink | 0 comments
sábado, abril 14, 2012
¿NOS DEJAMOS ARRASTRAR POR EL TEMOR CUANDO DESCUBRIMOS QUE NECESITAMOS CAMBIAR?

Hemos pasado el tiempo de la cuaresma y la celebración de la pasión y muerte de Jesús donde todos hemos sido conscientes de las condiciones ineludibles que nos apuesta para ser sus discípulos, cuando nos dice: “Si alguno quiere venir en pos de mí niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame” (Lc 9, 23).
Con estas palabras, El nos pone en conocimiento tres condiciones indispensables: renunciar a sí mismo, tomar la cruz y seguirle.

Tenemos la necesidad de cambiar; a pesar de ello, hoy aun percibimos que son muchas las personas que nos resistimos en cambiar porque pensamos que somos incapaces de adaptarnos a ellos, y la verdad es que, los cambios en la vida son siempre sinónimo de desafíos.

En realidad, Jesús no pide que se renuncie a vivir, sino que se acoja una novedad y una plenitud de vida que sólo Él puede dar. He aquí el elemento que nos hace entender las palabras evangélicas. En realidad no se nos pide renunciar sino todo lo contrario. Se nos pide y recomienda acoger, y en concreto, acoger toda la grandeza de Dios.

Miren, la Resurrección es la fuente de la profunda alegría, porque a partir de ella, todos nosotros no podemos vivir más con caras tristes y lamentándonos de manera despectiva de los cambios que se nos piden realizar. Debemos tener caras alegres, de resucitados, demostrando al mundo el por qué Jesús ha vencido a la muerte.

La Resurrección es la luz para los hombres: con ella, todos nosotros los cristiano debemos irradiar esa misma luz a todos los hombres haciéndolos partícipes de la alegría de la Resurrección por medio de sus palabras, su testimonio y su trabajo apostólico.

Cuando discernimos el mensaje que nos da el Evangelio que nos habla de la Resurrección de Jesús, notamos que las mujeres que descubrieron la tumba vacía estaban llenas de temor, pero en lo más profundo de su corazón, se percibía una gran alegría. Ellas, vislumbraban la esperanza de que pudiera suceder lo mismo que habían visto cuando el Señor resucito a Lázaro.

Entonces nos cabe aquí esta pregunta: ¿Por qué temían? Nuestra respuesta puede estar condicionada a esta otra pregunta: ¿Qué será lo que tú y yo tememos cuando sucede entre nosotros algo significativo de manera imprevista? Quizás tengamos miedo de descubrir que necesitamos cambiar nuestros proyectos, o que este acontecimiento más tarde que nunca, cambiara nuestras vidas. Pensamos además, en el que dirán de los que están a nuestro alrededor, en el rechazo, en los malos entendidos y la persecución por no vernos hacer lo que ellos tenían en mente que hicieramos.

Renunciar a sí mismo significa renunciar al propio proyecto, con frecuencia limitado y mezquino, para acoger el de Dios. Pero debemos entenderlo correctamente. Renunciar a sí mismo no es un rechazo de la propia persona y de las buenas cosas que en nosotros hay, sino acoger a Dios en plenitud y con su luz, no con la nuestra, ordenar todos los elementos de nuestra vida.

Ante nuestros proyectos limitados y mezquinos, se encuentra la plenitud del proyecto de Dios. ¿En qué consiste esta plenitud? En primer lugar, ante el limitado plan humano del tener y poseer bienes, Dios nos ofrece la plenitud de ser un bien para los demás.

En realidad, el Señor no quiere que rechacemos los bienes, por el contrario desea que nosotros nos convirtamos en un bien y usemos de lo material en la medida que nos ayude a ser ese bien para los demás. “La vida verdadera se expresa en el don de sí mismo”.

A la autolimitación del hombre que valora las cosas de acuerdo al propio interés, se nos propone la apertura a la plenitud de los intereses de Dios. Se nos invita a obrar con plena libertad aceptando los planes de Dios, que siempre serán mejores que los nuestros.

No se nos quita la capacidad de decidir. Por el contrario, se nos ofrece la oportunidad de que nuestra libertad escoja en cada momento lo mejor para nosotros, que es la voluntad de Dios.

Por último, a la actitud humana de “cerrarse en sí mismo”, permaneciendo aislado y sólo, se nos propone el vivir “en comunión con Dios y con los hermanos”. No se nos pide dejar de ser nosotros mismos. Más bien, se nos invita a valorar lo que somos, hasta el punto de considerarnos dignos para Dios y para los demás.

En resumen, cuando Jesucristo nos pide renuncia, en realidad nos está invitando a vivir plenamente la vida.

SEÑOR, TU LUZ NOS INSPIRA AL CAMBIO, LLENA NUESTROS CORAZONES DE TU FORTALEZA PARA RESISTIR LOS TEMORES QUE NOS IMPIDEN ACEPTAR LA CRUZ.
 
posted by Laureano García Muentes at 10:12 a.m. | Permalink | 0 comments
domingo, abril 08, 2012
¡JESÚS HA RESUCITADO- VENCIÓ A LA MUERTE!

Jesús, el Divino Salvador ha Resucitado, su luz nos contagia y nos invita a que seamos cada día testigos de su amor, su justicia, su paz y solidaridad.

Que la Resurrección sea para todos esa fuerza que nos estremezca para seguir día a día con el proyecto de transformar al mundo esforzándonos en ir a cada rincón de él, para anunciarle como el Único y Verdadero Dios.

!De verdad, vale la pena seguirle!

FELICES PASCUAS DE RESURRECCION
 
posted by Laureano García Muentes at 4:44 a.m. | Permalink | 0 comments
viernes, abril 06, 2012
CAMBIEMOS NUESTRO RITMO DE VIDA Y DEDIQUEMOSLE MAS TIEMPO A LAS COSAS DE DIOS

La Semana Santa es un tiempo de reflexión, tiempo en el que nos hemos de proponer a meditar en la presencia de Dios, despacio y con un tiempo necesario, ojala en la soledad sobre lo que fue y es hoy para todos los hombres la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús; acontecimiento sublime que nos marca la vida y la historia en un antes y un después.

Miren, Dios no sólo quiso hacerse hombre, sino que decidió implicarse en la vida humana. Esto, a simple vista, no lo alcanzamos a entender muy bien. Incluso, aunque lo medites en la presencia de Dios. Para todos nosotros, no es fácil comprenderlo, no alcanzamos a entender porque siendo El de condición divina, quiso llegar hasta ese extremo y pasarlo tan mal.

Ayer como hoy los hombres hemos sido egoístas, no queremos que cuando estamos en lo “alto” nos suplanten, nos echen de menos y sobre todo, nos quiten de nuestras manos el poder y el dinero. Que ironía. Jesús – Dios, sabía que, si se portaba con sinceridad, con Verdad, la malicia de los hombres acabaría con su vida. A pesar de todo ello, aceptó esa humillación, la vileza increíble de los hombres.

La realidad fue patente, así actuó el hombre y hoy también lo hacemos nosotros con nuestros hermanos, los más necesitados del amor y la misericordia.

El paso de nuestro Señor por la tierra fue un camino sangriento, un vía crucis. Pero, la esperanza está latente entre nosotros, su Sangre nos salva de la esclavitud de los pecados.

Antes de su llegada el profeta Isaías describió en las Santas Escrituras como iba a ser tratado el Mesías y lo describe como ese Esclavo y Siervo, que sería llevado a una muerte especialmente cruel. (Is 50,4-7). Y lo compara como ese animal que es llevado al lugar donde lo van a degollar.

Si, Jesús no se resistió. Entró montado en un borrico sabiendo que lo iban a torturar. Lo aclaman a su entrada triunfal en Jerusalén, y pocos días después ese mismo pueblo, esos que le seguían y le aclamaban como ese hombre de poder que expulsaba los demonios, le irían a pedir al Rey, al Emperador, al Gobernante, que lo torturaran y lo crucificaran. Jesús, no tiene escapatoria. Muere en una cruz humillado y en medio de un dolor tremendo.

San Pablo nos habla en Phil 2,6-11 de la humillación de Jesús, y nos dice: “que siendo Dios fue despojado de toda dignidad, para acabar clavado en un madero”

Entremos ahora en intimidad con Dios y en acto de silencio, arrodillémonos y con un acto de humildad, demos gracias a Dios por tanta humillación, por tanto dolor, por sus lágrimas derramadas, por aguantar el odio, el egoísmo y la falsedad de los hombres de ayer y de hoy. Démosle gracias, porque con esa pasión tan cruel sufrida y muerte en una cruz, ha venido salvando al hombre.

Hermanos, es hora de confiar en El. La verdad es que cuando colocamos en las manos de Dios la vida y todos nuestros problemas y dificultades y pedimos que en todos ellos intervenga, El, nos ayuda y nos saca de adelante. Nada en lo que interviene Dios acaba en tragedia o termina mal. Porque de los males saca bienes, y de los grandes males grandes bienes.

No podemos esperar nada de este mundo. Todo lo bueno viene de Dios. Lo que, en principio nos parece rechazable, una muerte así, en el fondo nos hace mejores.

SEÑOR, TU ERES SIGNIFICADO DE VIDA NUEVA, DE VIDA ABUNDANTE, EN TU CRUZ HEMOS CLAVADO EL HOMBRE VIEJO QUE NOS ATABA PARA CONOCERTE Y SEGUIRTE DE VERDAD.
 
posted by Laureano García Muentes at 8:47 a.m. | Permalink | 0 comments
<body>