viernes, abril 06, 2012
CAMBIEMOS NUESTRO RITMO DE VIDA Y DEDIQUEMOSLE MAS TIEMPO A LAS COSAS DE DIOS

La Semana Santa es un tiempo de reflexión, tiempo en el que nos hemos de proponer a meditar en la presencia de Dios, despacio y con un tiempo necesario, ojala en la soledad sobre lo que fue y es hoy para todos los hombres la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús; acontecimiento sublime que nos marca la vida y la historia en un antes y un después.

Miren, Dios no sólo quiso hacerse hombre, sino que decidió implicarse en la vida humana. Esto, a simple vista, no lo alcanzamos a entender muy bien. Incluso, aunque lo medites en la presencia de Dios. Para todos nosotros, no es fácil comprenderlo, no alcanzamos a entender porque siendo El de condición divina, quiso llegar hasta ese extremo y pasarlo tan mal.

Ayer como hoy los hombres hemos sido egoístas, no queremos que cuando estamos en lo “alto” nos suplanten, nos echen de menos y sobre todo, nos quiten de nuestras manos el poder y el dinero. Que ironía. Jesús – Dios, sabía que, si se portaba con sinceridad, con Verdad, la malicia de los hombres acabaría con su vida. A pesar de todo ello, aceptó esa humillación, la vileza increíble de los hombres.

La realidad fue patente, así actuó el hombre y hoy también lo hacemos nosotros con nuestros hermanos, los más necesitados del amor y la misericordia.

El paso de nuestro Señor por la tierra fue un camino sangriento, un vía crucis. Pero, la esperanza está latente entre nosotros, su Sangre nos salva de la esclavitud de los pecados.

Antes de su llegada el profeta Isaías describió en las Santas Escrituras como iba a ser tratado el Mesías y lo describe como ese Esclavo y Siervo, que sería llevado a una muerte especialmente cruel. (Is 50,4-7). Y lo compara como ese animal que es llevado al lugar donde lo van a degollar.

Si, Jesús no se resistió. Entró montado en un borrico sabiendo que lo iban a torturar. Lo aclaman a su entrada triunfal en Jerusalén, y pocos días después ese mismo pueblo, esos que le seguían y le aclamaban como ese hombre de poder que expulsaba los demonios, le irían a pedir al Rey, al Emperador, al Gobernante, que lo torturaran y lo crucificaran. Jesús, no tiene escapatoria. Muere en una cruz humillado y en medio de un dolor tremendo.

San Pablo nos habla en Phil 2,6-11 de la humillación de Jesús, y nos dice: “que siendo Dios fue despojado de toda dignidad, para acabar clavado en un madero”

Entremos ahora en intimidad con Dios y en acto de silencio, arrodillémonos y con un acto de humildad, demos gracias a Dios por tanta humillación, por tanto dolor, por sus lágrimas derramadas, por aguantar el odio, el egoísmo y la falsedad de los hombres de ayer y de hoy. Démosle gracias, porque con esa pasión tan cruel sufrida y muerte en una cruz, ha venido salvando al hombre.

Hermanos, es hora de confiar en El. La verdad es que cuando colocamos en las manos de Dios la vida y todos nuestros problemas y dificultades y pedimos que en todos ellos intervenga, El, nos ayuda y nos saca de adelante. Nada en lo que interviene Dios acaba en tragedia o termina mal. Porque de los males saca bienes, y de los grandes males grandes bienes.

No podemos esperar nada de este mundo. Todo lo bueno viene de Dios. Lo que, en principio nos parece rechazable, una muerte así, en el fondo nos hace mejores.

SEÑOR, TU ERES SIGNIFICADO DE VIDA NUEVA, DE VIDA ABUNDANTE, EN TU CRUZ HEMOS CLAVADO EL HOMBRE VIEJO QUE NOS ATABA PARA CONOCERTE Y SEGUIRTE DE VERDAD.
 
posted by Laureano García Muentes at 8:47 a.m. | Permalink |


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