lunes, marzo 19, 2012
LA FIDELIDAD A DIOS Y A SU IGLESIA

Vivimos tiempos difíciles donde se pone a prueba nuestra fidelidad hacia Dios y a su Iglesia; prueba que vemos se ha ido acrecentando en el mundo a la medida que pasan los años.
Por ello hoy se nos hace importante como cristianos darnos un toque de claridad al concepto de la fidelidad para no debilitarnos y perder las fuerzas que sin dudas necesitaremos para sostenernos unidos a Dios mediante una fe firme y un amor incondicional por Cristo y su Iglesia.

Miren es sorprendente ver como en medio de nuestros trabajos pastorales de evangelización se encuentren muy a menudo personas, que considerando muy a fondo esas noticias negativas que corren por los medios de comunicación a cerca del comportamiento de algunos de nuestros ministros eclesiales, se aparten de Dios y vociferan a sus allegados algunas palabras como estas: “he dejado de acudir a Misa porque he escuchado que tal sacerdote hizo tal cosa mala, o porque leí en el diario que tal obispo en tal país hizo tal otra cosa”, “yo estoy con Dios, pero no con la iglesia, porque no comparto lo que dicen los hombres que la guían y la componen”.

Que facilidad tenemos para juzgar y para enojarnos con Dios y con nuestra Iglesia.
La conciencia se nos adormece ante tantos burdos argumentos, ahogando así, el grito del alma que clama por regresar a Dios.
Son estas unas simples excusas, unas habilidades del mundo para hacer la vida más fácil y más llevadera, que nos llevan hacia esas trampas que hacen debilitar la fe y nos hacen caer fácilmente en la falta de perseverancia.

Y ante estos hechos muchos quizás nos preguntamos: ¿Pero cuál sería la respuesta adecuada que podríamos darle a la gente ante tal situación?

La respuesta para ellos es simple: Los Evangelistas nos lo pregonan, Jesús hizo cabeza de Su Iglesia a Pedro, a quien por otra parte fue al que más reprimió por sus equivocados juicios y errores de apreciación, además de sus cobardías y traiciones. Sin embargo, Pedro perseveró y alcanzó el Reino transformándose en la roca sobre la que se construyó la Iglesia naciente. Se levantó una y otra vez, se arrepintió, pidió perdón.

Pedro es una buena imagen de lo que es el aspecto humano de nuestra Iglesia, y no por casualidad Jesús nos explica con variados ejemplos como era Pedro a través de los Evangelios.

Imaginen ustedes que hubiera pasado si los primeros cristianos hubieran desertado de la Iglesia naciente ante los signos de humanidad que Pedro mostraba. Es obvio que los sacerdotes, manos y brazos de la Iglesia, son personas como todos nosotros, que luchan igual que nosotros cada día.

Qué bueno sería que hoy al leer este artículo, nos miremos muy adentro de nuestro ser y nos preguntemos. ¿Somos perfectos? La respuesta es No. no lo somos. Y sin embargo somos Iglesia, somos parte del Cuerpo Místico de Cristo, igual que los pastores del rebaño que constituyen hoy su Iglesia.

Miren, los hombres tendemos a juzgar a Dios, y a tratar de imponerle nuestra propia visión de cómo deben ser las cosas. Sin embargo, El decide donde y como actuar impulsando la sangre que corre por las venas de Su Iglesia. Nunca debemos olvidar que Dios está por encima de su Iglesia, El es más que su Iglesia.

Dios nos ayude con esta pequeña reflexión a que tomemos conciencia de que no podemos juzgar jamás ni a Dios ni a los actos de su Iglesia, vista como un todo, como un Cuerpo Universal. Tenemos que aceptar que la enorme Barca de Jesús, avanza en un mar encrespado pero con rumbo firme frente a los ataques que el mundo actual le realiza para llegar al buen puerto.

No podemos olvidarnos y pasar inadvertidos en estos tiempos difíciles que vivimos por esa gran controversia alrededor de nuestra Iglesia, que es aprovechada por sus enemigos para iniciar los nuevos ataques, con bríos renovados. Nuestra lucha unida a Cristo Salvador es la de imponer la verdad, una verdad basada en el amor, amor que disuelva el odio.

Basta que miremos las luchas que hoy con brío defiende la Iglesia por detener los abortos, por defender el matrimonio y la familia, por detener el deterioro moral de jóvenes particularmente, por detener el terrorismo y asesinatos basados en juegos de poder y odios ancestrales. ¡La Iglesia lucha por arrojar Luz al mundo!

La soberbia y vanidad están a la vuelta de la esquina todo el tiempo buscando que caigamos en el error. Dios está en y con su Iglesia, más allá de nuestras miserias como hombres que la integramos. Dios la guía espiritualmente, y nunca, pero nunca, le dejará sucumbir.


SEÑOR, LLENANOS EN CADA MOMENTO DE TU FUERZA PARA CONTINUAR EL CAMINO QUE NOS LLEVA A SER TUS TESTIGOS EN MEDIO DE TODAS LAS DIFICULTADES DEL MUNDO.
 
posted by Laureano García Muentes at 8:00 a.m. | Permalink |


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