martes, octubre 27, 2015
DIOS NO SOLO SE REVELA A LOS HOMBRES POR EL LENGUAJE SILENCIOSO DE LA NATURALEZA SINO POR LAS INTERVENCIONES HISTÓRICAS A FAVOR DE LOS PUEBLOS

La Palabra de Dios se compara con la lluvia que cae sobre la tierra  y hace germinar las diferentes semillas dándoles vida. Jesús nos brinda su Palabra para que todos los hombres sin ningún condicionamiento o atadura, la conozca, la escuche y la haga vida.  

Su efecto es igual al de la lluvia, cae sobre el terreno seco y hace crecer la vida espiritual en cada hombre.

En cada pasaje de ella, está evidenciada una exhortación por parte de Dios para nuestra realización personal y para que realicemos una verdadera y autentica vida como cristianos, seguidores de su Hijo Jesús.

La Palabra de Dios es vida abundante. Todas las iglesias cristianas editan la Biblia en las más diversas lenguas. Sabemos que las lecturas bíblicas están presentes en toda celebración litúrgica y se sigue multiplicando en todos los Círculos Bíblicos, sin embargo, el mundo pareciera estar con los oídos sordos y andar cada vez peor.

Podemos apreciar que nuestra sociedad hoy parece estar al lado del camino de la vida como lo estuvo en su tiempo el ciego Bartimeo el hijo de Timeo. Y digo esto, porque para muchos nuestra cultura parece estar a un lado del camino, como algo que no nos pertenece; donde los problemas que nos angustian no nos interesan y lo más grave de todo, donde los que anunciamos la Palabra de Dios no interesa.

Si, esa es una verdadera realidad. Son muchos los hombres que están al borde del camino  y a pesar de sentir pasar a Jesús por sus vidas, no les interesa su mirada o llamada, ni mucho menos se amoldan a sus exigencias. Son seres que se resignan a los carriles marcados, que carecen de ambiciones intelectuales o morales, leen, si es que leen, lo que está marcado, tragan lo que la televisión les sirve, se desgastan en un trabajo que no aman y, aunque realmente no viven, encuentran pequeñas cosas que les dan la impresión de vivir, se llenan de diversiones también comunes, el fútbol, la lotería… Es difícil que engendren un solo pensamiento que puedan decir que es suyo. Pero el mundo rueda así…Son una gran mayoría de nuestras gentes; donde el proceso de siembra de la Palabra de Dios es largo y exigente.

Tenemos que unirnos todos para trabajar por aquellos que estaban aún en las zarzas y en las piedras que menciona la Parábola del Sembrador. Esos que han soñado alguna vez  con cambiar el mundo o sus vidas desde el Evangelio… Pero que  pronto se dieron cuenta de que la vida les iba llenando de heridas. No querían renunciar a sus ideales, pero tampoco tienen coraje para realizarlos. Se crearon un mundo personal, con dificultad para que entre el otro, lo Otro, se dejen seducir por una fe en la que sentirse a gusto y calientes, sin compromisos o solamente teóricos, faltan las raíces. Van y vienen, no abandonan, pero no llegan más allá de encontrar en el mensaje, en la semilla, un refugio emocional, que les da tranquilidad interior y seguridad.

Es preciso pues, enseñarles a vivir en comunidad, como decíamos anteriormente, para que tengan una experiencia de Dios y encontrarse con Jesús que invita al compromiso con la realidad.

Hay otros, los de la tierra buena, los buscadores; que tienen flaquezas pero nunca desalientos, saben que lo importante no es llegar a ninguna parte, sino llegar a ser. Creer en la justicia, aunque saben que siempre estará en el horizonte, por mucho que caminen hacia ella. Hacen del Evangelio algo cotidiano que muestran en sus grupos o participando en las labores sencillas de sus parroquias, proclaman siempre los valores del Maestro aunque vayan a contracorriente. Están vivos, unos los llamaran locos y otros santos. Ellos sólo sentirán la maravillosa tristeza de no haber llegado a ser ni lo uno ni lo otro.

Ellos son los que sienten pasar a Jesús cerca y entre una gran multitud empiezan a gritarle ¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mi”! son ellos, como Bartimeo el ciego del Evangelio de San Marcos 10, 46-52.

Les invito pues a leer  la parábola del Sembrador  y el santo Evangelio según Marcos 10,46-52 preguntándonos ¿por qué la semilla del Reino no se ha desarrollado lo suficiente en nosotros? Si todos tenemos algo de camino, de piedras, de zarzas, de buena tierra, debemos estar en permanente alerta para seguir la siembra.

Miren, en su viaje a Fátima el 13 de mayo de 2010, S.S. Benedicto XVI nos hizo la siguiente exhortación: «Verdaderamente, los tiempos en que vivimos exigen una nueva fuerza misionera en los cristianos, llamados a formar un laicado maduro, identificado con la Iglesia, solidario con la compleja transformación del mundo. Se necesitan auténticos testigos de Jesucristo, especialmente en aquellos ambientes humanos donde el silencio de la fe es más amplio y profundo: entre los políticos, intelectuales, profesionales de los medios de comunicación, que profesan y promueven una propuesta mono cultural, desdeñando la dimensión religiosa y contemplativa de la vida. En dichos ámbitos, hay muchos creyentes que se avergüenzan y dan una mano al secularismo, que levanta barreras a la inspiración cristiana». Analicemos pues estas palabras del Santo Padre y  con preguntas, cuestionémonos como ha sido nuestro actuar de discípulos de Jesús frente a los signos del mundo de hoy.


SEÑOR, CUANTO NOS SENTIMOS HOY LEVANTADOS  Y ANIMADOS PARA SEGUIRTE POR EL CAMINO. LA FE EN TI NOS RENUEVA Y NOS FORTALECE
 
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lunes, octubre 12, 2015
SEAMOS VALIENTES EN EL TESTIMONIO DE SER SEGUIDORES DE JESÚS

Quienes hemos decidido en seguir a Jesús, asumimos la valentía para testimoniar la fe en Cristo resucitado en todo tiempo y lugar donde su amor por Él nos lo inspire, enfrentando con decisión todas las dificultades, contradicciones, aislamientos, ridiculeces,  persecuciones y si es necesaria hasta la muerte si es necesaria en una cruz.

Si, aunque parezca esto exagerado, pero de verdad, cuando nos decidimos  seguirle y serle fiel, le hemos dicho que seremos sus soldados dispuestos a brindar al mundo un verdadero testimonio de su presencia viva y de su evangelio incontenible y transparente, incluso en las peores de las circunstancias que atraviesa la sociedad de hoy.

Confesar y testimoniar a Cristo con valentía han sido una de las recomendaciones que nos hacen sus discípulos más cercanos en las Santas Escrituras.

Es por ello, que hoy por hoy, nosotros los discípulos de Jesús, debemos cuestionarnos a cerca de cómo esta nuestra fe, si es débil como el agua de rosas y tibios o apáticos frente a todas las necesidades y violaciones a las que se enfrentan los hombres en todas las regiones del mundo.

Recordemos que cuando oramos el credo afirmamos ser firmes, constantes y creyentes. Decimos que no negociamos la fe, que ella en nosotros es fuerte. Óigase bien; Si a ella le cortamos un pedazo, retrocedemos y no avanzamos. Entonces, se hace necesario en nosotros, cuanto antes, superar todas esas tentaciones que nos atraen y nos debilitan la fidelidad que juramos al Señor para no vendérsela al mejor postor porque caemos en la  deslealtad.

Sentirse amados por Dios suscita alegría y devolución del amor. Este amor, expulsa el temor, crea libertad y gozo de ser verdaderos hijos de Dios.

Frente a un ambiente social poco favorable a la fe cristiana y, a veces, hostil a la misma, unas de las tentaciones más frecuentes del creyente actual es el miedo que se disfraza del silencio cauteloso. Miren a veces guardamos nuestras creencias y convicciones en las relaciones de amistad, en la vida cívica y social, ante los criterios de la moda, el matrimonio, la familia, la educación.

El cristiano tiene que mostrar decisión y valor de discernir y de confesar sus principios en el dialogo con sus hermanos, con la cultura y con la sociedad de su tiempo, aunque ello conduzca a la perdida de amistades, popularidad e inclusive ingresos económicos.

Su Santidad el Papa Francisco nos destaca hoy la importancia de este valor que hemos de asumir los Cristianos hoy, cuando nos dice: “pasamos ante tantas puertas que invitan a entrar prometiendo una felicidad que dura un instante, que se agota en sí misma y que no tiene futuro. Y preguntó: ¿Por cuál puerta queremos entrar? Y ¿a quién queremos hacer entrar por la puerta de nuestra vida? Y explicó que si bien se trata de una “puerta estrecha” la que nos conduce al Padre, esta puerta, que es el mismo Jesús, jamás está cerrada, sino que siempre está abierta a todos, sin distinción, sin exclusiones ni privilegios”.

De ahí la invitación del Santo Padre a no tener miedo de atravesar la puerta de la fe en Jesús, de dejarlo entrar cada vez más en nuestra vida, saliendo de nuestros egoísmos, de nuestras cerrazones y de nuestras indiferencias hacia los demás.


“SEÑOR, TE AGRADEZCO LA FE. CONSERVA MI FE, HAZ QUE CREZCA. QUE MI FE SEA FUERTE, AUDAZ Y QUE ME AYUDE EN LOS MOMENTOS EN QUE, COMO PEDRO Y JUAN, DEBO HACERLA PÚBLICA. DAME EL CORAJE”.
 
posted by Laureano García Muentes at 7:17 a.m. | Permalink | 0 comments
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