La
Resurrección de Jesús es la fiesta más importante que celebra nuestra Iglesia y
ha de ser para todos los cristianos la fuente
vital que ha de alimentar la nueva vida y
llenarla de optimismo y esperanza.
Con la Resurrección Jesús venció la muerte y le dio sentido a nuestra religión.
Con la Resurrección Jesús venció la muerte y le dio sentido a nuestra religión.
Cuando
celebramos la Resurrección de Cristo, estamos celebrando también nuestra propia
liberación, es decir, celebramos la derrota del pecado y de la muerte.
San
Pablo nos dice: “Si Cristo no hubiera resucitado, vana seria nuestra fe” (I
Corintios 15,14)
Si
Jesús no hubiera resucitado, sus palabras hubieran quedado en el aire, sus
promesas hubieran quedado sin cumplirse y dudaríamos que fuera realmente Dios.
Pero,
como Jesús sí resucitó, entonces sabemos que venció a la muerte y al pecado;
sabemos que Jesús es Dios, sabemos que nosotros resucitaremos también, sabemos
que ganó para nosotros la vida eterna y de esta manera, toda nuestra vida
adquiere sentido.
La
Resurrección es fuente de profunda alegría. A partir de ella, los cristianos no
podemos vivir más con caras tristes. Debemos tener cara de resucitados,
demostrar al mundo con toda nuestra alegría que Jesús ha vencido la muerte.
La
Resurrección es una luz para los hombres y cada cristiano debe irradiar esa
misma luz a todos los hombres haciéndolos partícipes de la alegría de la
Resurrección por medio de sus palabras, su testimonio y su trabajo apostólico.
Aprovechemos
pues todas las gracias que Dios nos regala para crecer y madurar nuestra fe y
ser mejores cristianos.
Quienes
seguimos a Jesús y nos llamamos cristianos debemos disponernos a mejorar y colaborar para que con la fuerza inspiradora del Espíritu Santo siga transformando y convirtiendo a muchos hombres en verdaderos
seguidores de Jesucristo.
Esta
experiencia de fe nos debe alentar en nuestro combate espiritual, invitándonos
a poner siempre los ojos en Aquel que venció al pecado y a la muerte,
fortaleciendo nuestra confianza en sus promesas. Miremos a nuestro alrededor y preguntémonos ¿Cuántas personas que
frecuentamos son cercanas o no conocen al Resucitado? Es este nuestro gran reto.
Que el gran acontecimiento de la Resurrección del Señor que experimentamos sea el mayor testimonio por multiplicar en todas partes y en cada lugar del mundo donde nos encontremos; haciéndolo visible con el mejor ejemplo de vida y con nuestras palabras.
Bien sabemos que el Señor está vivo entre nosotros y lo estará todos los días hasta el fin del mundo. Y es ello, lo que debemos reflejar exteriormente, mostrandole vivo y presente en nuestros corazones.
Que el gran acontecimiento de la Resurrección del Señor que experimentamos sea el mayor testimonio por multiplicar en todas partes y en cada lugar del mundo donde nos encontremos; haciéndolo visible con el mejor ejemplo de vida y con nuestras palabras.
Bien sabemos que el Señor está vivo entre nosotros y lo estará todos los días hasta el fin del mundo. Y es ello, lo que debemos reflejar exteriormente, mostrandole vivo y presente en nuestros corazones.
SEÑOR, SE TU NUESTRO CIMIENTO
EN DONDE ERIGIREMOS LA VIDA Y LA ESPERANZA DEL MUNDO.