Maestro, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida
eterna? Jesús le
contestó: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella? El maestro
de la ley respondió: Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu
alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente y ama a tu prójimo como a ti mismo”
Jesús le dijo: Bien contestado. Haz eso y tendrás la vida”
Lc 10,25-28
Quienes trabajamos en construir una vida acorde a los
principios y virtudes que Jesús nos revela, no podemos quedarnos quietos un
solo instante. Si hemos aceptado seguirle y ser sus testigos en el mundo de su
presencia, con toda decisión y sin mirar hacia atrás, debemos soportar firmes
el peso que ello acarrea y levantando la mirada, apreciar el horizonte que Él
nos revela.
Brindarle a las personas este testimonio, avivará el
corazón de muchos para que se atrevan a conocerle y puedan también exaltar en
todo ambiente la grandeza de su misericordia.
En días pasados le manifestaba a un amigo la alegría que
sentía al notar como la ternura de Dios le había tocado el corazón; y no solo lo
había hecho crecer, sino que lo estaba convirtiendo en portador de su Luz en
medio de todas las situaciones que vivía.
De verdad, había notado como Dios le estaba prodigando su
vida desde aquella mañana cuando habíamos
hablado en el paseo peatonal de Manga.
Ese amigo me narraba un hecho de vida muy triste. Me
decía: “La tristeza me ha tocado mi vida
cuando hace unos días, al ir caminando por una de las calles del barrio encontraba
sollozando a una señora de edad sentada en la verja de una casa”. El, me decía:
“Con discreción me le acerque y tocándole el hombro le pregunte: ¿Señora, por
que llora? ¿Qué le ha sucedido? Ella, con voz apagada me respondió: “Señor,
como me duele y me parte el alma el actuar de mucha gente” a lo que yo le pregunte: ¿Qué le sucedió, me
puede contar?”
“Me siento abandonada. Mi familia compuesta por tres
hijos, ellos de 45, 30 y 20 años, no quieren saber de mí. Vivo en la calle y a
merced de aquellos que me quieran dar un pedacito de pan o comida que les sobran
en sus casas”. Si los conociera señor, viven bien y en barrios no ricos, pero
si, bien acomodados”. Me contaba.
Y prosiguió: “Esta mañana fui a visitar al mayor de ellos
a ver si me podía acoger en su casa; y no se imagina usted lo que me paso” le
dije ¿señora que le paso? Prosiga. “Su esposa salió desaforada y a medio abrir
la puerta me dijo que mi hijo no se hallaba en casa, que no podía atenderme
porque estaba muy ocupada, que estaba sola y ya casi se tenía que bañar para
salir a trabajar”
“Yo desconsolada al notar tanta infamia de esa señora,
esposa de mi hijo, ese muchacho a quien crie con gran sacrificio y le di los
estudios, me abandonaban y me dejaban en la calle como cualquier pordiosera”
“Muchos de los residentes aledaños a esa casa me miraban
llorar, pero pasaban desapercibidos y ni siquiera se me acercaron a preguntarme
nada. Hasta ahora que usted llega. No he dejado de llorar desde esta mañana que
fui a esa casa. Ellos quizás al verme así, mal vestida y con mis cosas en este
costal, pensaran que soy una de esas que andan por las calles reciclando y
comiendo de las basuras”.
Me dice el amigo: “No te imaginas cuanta tristeza me
causó al ver a esa Señora en esa situación”
Yo le pregunte, ¿pero tú qué hiciste? “Pasaba en ese
preciso momento un amigo en su camioneta y le detuve. Le pedí el favor que me
ayudara a llevar a esa señora a un asilo que quedaba muy cerca al barrio y
subiéndola la llevamos. Pero no te puedes imaginar. Al llegar se presentaron
varios obstáculos. Un medico que estaba allí como en turno, me solicito el
carnet del Sisben, es decir, de su E.P.S. Empresa Prestadora de Salud, pero al
no tenerlo consigo, me dijo que no podía atendernos. Pero al rogarle, nos dijo:
“Señores yo atiendo este caso, por ustedes, pero pongo en riesgo mi puesto”
“Pero me arriesgo” tomándola de la mano la llevo a su consultorio y después de
un largo rato, le aprobó su entrada al Asilo”.
“La Señora muy agradecida me dio un beso en mi mejilla y
dándome las gracias entro”.
Le comente entonces: Hoy en día mucha gente vive
inmiscuida en cosas que no valen la pena y se van apartando de lo fundamental
que es el amor de Dios. Viven encerradas en sus vidas atormentadas y en soledad
por su egoísmo desenfrenado y se olvidan del valor que tiene la familia y; como
el caso que me comentas: De su propia madre.
Pero mira, no todas las gentes son malas, existen personas
que como tú y ese amigo de la camioneta, que tuvieron el valor de asistir en
los momentos más críticos a esa señora. Así fue Jesús, sufría mientras vivía
entre los pobres y marginados por el poder de esa época, sus gobernantes y
sacerdotes. El buscaba a los que lloraban y vivían angustiados y les curaba ese
dolor que sentían y sufrían
Él les mostro a los judíos de su época un gran ejemplo
cuando les dio a conocer la parábola del Buen Samaritano. Tu lección, es un
modelo para muchos en el mundo de hoy.
Cuantas gentes viven en las calles abandonadas de sus
familias y de la sociedad en general, medio muertas por el hambre, por falta de
un buen sueño y de un buen vestir. Cuantos pasamos a su lado, los miramos y nos
escandalizamos muchas veces por sus enfermedades y presentación personal. Nos
hacemos a un lado o cruzamos las calles para no mirarlos, siguiendo nuestro
camino.
Todos ellos, al igual que esa señora esperan a un buen
samaritano que nunca aparece.
Cuantos médicos actúan como lo quiso hacer el que atendió
a esta señora, por no arriesgar su cargo en la empresa, no socorren a los que
verdaderamente necesitan y hasta lo dejan morir en las puertas de las clínicas
y hospitales.
Qué bueno, te felicito amigo. Has hecho un gran gesto de
amor misericordioso y de solidaridad, lo importante que es para los que
queremos seguir a Jesús, el amar al prójimo.
Sigue así, Dios proveerá de muchas bendiciones tu vida y
la de tu familia. Y dándonos un abrazo, nos despedimos.
SEÑOR,
TU ERES LUZ EN MEDIO DE TODA OSCURIDAD, ENSEÑANOS A SER MISERICORDIOSOS.
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