¿Buscar a Dios en un desierto?
¿Acaso Dios se encuentra en un lugar alejado? ¿Como así? ¡Eso me parece
absurdo! Me respondía una persona cierto día en una de las reuniones de la
pastoral de Evangelización, cuando me refería a la importancia de buscar por
todos los medios la presencia de Dios en nuestras vidas.
Le dije: Si! Hay una razón para
hallar a Dios en el desierto. A Él, lo podemos encontrar en un momento de la
vida cuando nos hallamos desesperados y
fatigados por andar en un mundo esclavizado y apartado de su presencia.
Descubrir la presencia de Dios en
los momentos difíciles es una maravilla, le expresaba yo. El con insistencia me
decía: ¿Cómo consigo yo encontrarlo lleno de problemas y dificultades?
Mira, le respondí: Entre más nos
sintamos que estamos abandonados y cansados por nuestros problemas más cerca
esta Dios de nosotros y lo particular del caso, es que trata de ayudarnos para
restaurarnos.
¿Que nos pide a todos? Dirigí mi concepto
a los que se encontraban en la reunión. Que tomemos una sola y única decisión.
Dejar atrás todo lo que nos zarandea y esclaviza y sin mirar lo que vamos
dejando a un lado seguir a Dios con paso firme.
Pero para recibirlo en nuestros
corazones, debemos simplemente detenernos. Entrar en su presencia, entrar en un
desierto con El a nuestro lado, y confesarle con firmeza en nuestra intensión: dejar
de hacer lo que hemos estado haciendo mal, es decir, dejando de correr tras lo que pensamos que necesitamos y que nos
embelesa. Dejar de quejarnos ante las
situaciones que atravesamos, aceptar las cosas como son y dejar de reaccionar
como si los sentimientos representaran exactamente la verdad. Y por último,
dejarle que actué en nuestra vidas.
Tenemos que sentarnos a discernir
sobre nuestra vida y destapar el baúl donde guardamos todo aquello que con gran
recelo en el corazón, no queremos nunca mover, esas cosas que en un momentos
menos pensados, nos oprimen y encierran en sí mismo, que nos hacen sentir
muchas veces derrotados, oprimidos e insignificantes. Hacer eso, nos ayuda a
que recobremos la confianza y pongamos en Dios nuestras ilusiones y esperanzas.
Ahora les pregunto: ¿Alguna vez hemos
resuelto los conflictos solos y aun así, después de creer que lo hemos solucionado
nos sentimos vacíos y fatigados? ¿Alguna
vez nos hemos propuesto escapar de esas cosas que nos atraen y que sabemos que
nos hacen daño al alma? ¿Nos hemos sentido postrados, desesperados, con
dificultades como si estuviésemos recorriendo solos un desierto? ¿Hemos sentido
a Dios demasiado lejos?
Miren les decía a todos en la
reunión: Así se sintieron los israelitas en el desierto cuando salieron de
Egipto después de estar esclavizados y oprimidos, ellos se sintieron derrotados por Dios en lugar de amados; ellos
necesitaron su fortalecimiento.
Precisamente, fue en el desierto donde los israelitas
fueron reforzados y preparados para llegar triunfantes a la Tierra Prometida.
Ellos tuvieron que dejar de correr hacia su destino y vagar lentamente
alrededor del desierto, deteniéndose por períodos largos.
Fue en el desierto donde Jesús
fue reforzado y preparado para su batalla contra Satanás; tuvo que tomar un
tiempo de cuarenta días para prepararse para enfrentar el gran desafío que su
Padre-Dios le había misionado para llevar a los hombres hacia la salvación.
El tiempo del desierto es un
período para orar, entregarse en las manos de Dios y descansar, antes del reedificar. Si creemos en la Palabra
de Dios celebraremos con tambores, guitarras, pianos o CD o lo que tengamos,
gritando de alegría, proclamando las bondades de Dios.
SEÑOR, REEDIFICA NUESTRAS VIDAS Y LLÉNANOS EL CORAZÓN DE ESPERANZAS EN
UNA VIDA NUEVA.