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Le dije: Si! Hay una razón para
hallar a Dios en el desierto. A Él, lo podemos encontrar en un momento de la
vida cuando nos hallamos desesperados y
fatigados por andar en un mundo esclavizado y apartado de su presencia.
Descubrir la presencia de Dios en
los momentos difíciles es una maravilla, le expresaba yo. El con insistencia me
decía: ¿Cómo consigo yo encontrarlo lleno de problemas y dificultades?
Mira, le respondí: Entre más nos
sintamos que estamos abandonados y cansados por nuestros problemas más cerca
esta Dios de nosotros y lo particular del caso, es que trata de ayudarnos para
restaurarnos.
¿Que nos pide a todos? Dirigí mi concepto
a los que se encontraban en la reunión. Que tomemos una sola y única decisión.
Dejar atrás todo lo que nos zarandea y esclaviza y sin mirar lo que vamos
dejando a un lado seguir a Dios con paso firme.
Pero para recibirlo en nuestros
corazones, debemos simplemente detenernos. Entrar en su presencia, entrar en un
desierto con El a nuestro lado, y confesarle con firmeza en nuestra intensión: dejar
de hacer lo que hemos estado haciendo mal, es decir, dejando de correr tras lo que pensamos que necesitamos y que nos
embelesa. Dejar de quejarnos ante las
situaciones que atravesamos, aceptar las cosas como son y dejar de reaccionar
como si los sentimientos representaran exactamente la verdad. Y por último,
dejarle que actué en nuestra vidas.
Tenemos que sentarnos a discernir
sobre nuestra vida y destapar el baúl donde guardamos todo aquello que con gran
recelo en el corazón, no queremos nunca mover, esas cosas que en un momentos
menos pensados, nos oprimen y encierran en sí mismo, que nos hacen sentir
muchas veces derrotados, oprimidos e insignificantes. Hacer eso, nos ayuda a
que recobremos la confianza y pongamos en Dios nuestras ilusiones y esperanzas.
Ahora les pregunto: ¿Alguna vez hemos
resuelto los conflictos solos y aun así, después de creer que lo hemos solucionado
nos sentimos vacíos y fatigados? ¿Alguna
vez nos hemos propuesto escapar de esas cosas que nos atraen y que sabemos que
nos hacen daño al alma? ¿Nos hemos sentido postrados, desesperados, con
dificultades como si estuviésemos recorriendo solos un desierto? ¿Hemos sentido
a Dios demasiado lejos?
Miren les decía a todos en la
reunión: Así se sintieron los israelitas en el desierto cuando salieron de
Egipto después de estar esclavizados y oprimidos, ellos se sintieron derrotados por Dios en lugar de amados; ellos
necesitaron su fortalecimiento.
Precisamente, fue en el desierto donde los israelitas
fueron reforzados y preparados para llegar triunfantes a la Tierra Prometida.
Ellos tuvieron que dejar de correr hacia su destino y vagar lentamente
alrededor del desierto, deteniéndose por períodos largos.
Fue en el desierto donde Jesús
fue reforzado y preparado para su batalla contra Satanás; tuvo que tomar un
tiempo de cuarenta días para prepararse para enfrentar el gran desafío que su
Padre-Dios le había misionado para llevar a los hombres hacia la salvación.
El tiempo del desierto es un
período para orar, entregarse en las manos de Dios y descansar, antes del reedificar. Si creemos en la Palabra
de Dios celebraremos con tambores, guitarras, pianos o CD o lo que tengamos,
gritando de alegría, proclamando las bondades de Dios.
SEÑOR, REEDIFICA NUESTRAS VIDAS Y LLÉNANOS EL CORAZÓN DE ESPERANZAS EN
UNA VIDA NUEVA.