Son
varios los caminos por los que podemos acercarnos al Señor Jesús y así vivir
una existencia realmente cristiana, es decir, según la medida de Cristo mismo,
de manera tal que sea Él mismo quien viva en nosotros (ver Gál 2,20).
Cuando
recordamos y leemos los apartes de los evangelistas que hablan de la ascensión
de Jesús a los cielos, notamos en ellos que el Señor nos dejó como guía su
Espíritu y la promesa segura de que estaría con nosotros hasta el fin del mundo
(ver Mt 28, 20).
De esta manera y con toda firmeza podemos decir que Jesucristo se hace realmente presente en su Iglesia no sólo a través de la Sagrada Escritura, sino también, y de manera más excelsa, en la Santa Eucaristía.
Si
analizamos una de sus palabras pronunciadas durante su vida junto a nosotros, podríamos
preguntarnos: ¿Qué querría afirmar Jesús cuando nos dice: "venid a mí
todos aquellos que estén cansados y agobiados que yo les aliviare"? La
respuesta hoy nos confirma su revelación anticipada del misterio que más
adelante nos mostraría cuando en la ultima cena le dice a sus discípulos:
"Yo soy el pan de vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, el que crea
en mí no tendrá nunca sed." (Jn. 6, 35).
Miren, Aquí, Jesús nos está extendiendo la invitación a que nos alimentemos de Él. Ya que se convierte para todos nosotros sus seguidores en el Pan que nos llena de una Vida plena y verdadera.
Por ello y
por siempre atestiguamos que en la Eucaristía Jesús Vivo y Resucitado está presente
en el pan y el vino que el sacerdote consagra y por la fe creemos que su
presencia en la Hostia y en el Vino no es sólo simbólica sino real; esto se le
llama el misterio de la transubstanciación ya que lo que cambia es la sustancia
del pan y del vino; los accidente—forma, color, sabor, etc. — permanecen iguales.
Y es que en
este encuentro con Cristo en la Eucaristía se evidencia una experiencia
personal e íntima, y que supone el encuentro pleno de dos seres que se aman. Es
por tanto imposible generalizar acerca de ellos. Porque sólo Dios conoce los
corazones de los hombres. Sin embargo sí debemos traslucir en nuestra vida, la
trascendencia del encuentro íntimo con el Amor.
Alabado,
adorado, amado y agradecido sea por siempre entre todos los hombres y en todos los
altares del mundo, hasta la consumación de los siglos el corazón eucarístico de
Jesús. Amén
SEÑOR, HOY CUANDO TODOS CELEBRAMOS CON
ENTUSIASMO LA CONSAGRACION VIVA DE TU CUERPO
Y DE TU SANGRE TE PEDIMOS QUE TU PRESENCIA REINE ENTRE NOSOTROS PARA QUE LA PAZ
Y LA RECONCILIACION SEA EL INSTRUMENTO QUE NOS CONDUZCA A ENCONTRARTE Y AMARTE
MAS.