martes, junio 05, 2012
VIVAMOS LA HUMILDAD SIENDO CONSCIENTES DE NUESTRAS LIMITACIONES
Cuanto nos cuesta y hasta se nos hace difícil decir sinceramente “voy a ser más humilde”.

De verdad quienes luchamos por ser humildes se nos hace necesario  encontrarnos con Dios y pedirle con toda confianza, colocando en sus manos la vida, para que nos de todas las fuerzas necesarias para hacer realidad nuestras decisiones y que a través de ellas, realice en nosotros los cambios que necesitamos para caminar a su lado hacia la perfección que nos ofrece.

Si, la humildad es una virtud especialmente agradable a Dios porque le permite darnos más gracias y además, le permitimos que trabaje en nosotros buscando en cada día tener la finura que nos quiere dar

Miren, En las Santas Escrituras podemos ver y palpar que Jesús, el Hijo de Dios, nuestro Salvador, se humilló ante su Padre–Dios por todos nosotros, Ello lo hizo tanto en la encarnación como en la muerte en la cruz.

De verdad, El, siendo todopoderoso renunció libremente al resplandor de su majestad divina para vivir como hombre verdadero y se hace pequeño por amor, para salvarnos. Y es así, que se convierte en modelo de humildad. Él no vino para ser servido sino para servir: “Aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón y hallarán descanso para sus almas”. (Mt 11,29).

La Palabra de Dios, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento está llena de llamamientos a practicar está virtud y a darle mucha importancia en nuestra vida de seguidores y discípulos de Cristo. La Santísima Virgen María y todos los Santos nos han dejado el ejemplo de una vida humilde y sencilla.

La virtud de la humildad conviene pues verla en la forma de ser de los demás. Por ejemplo: Si necesitamos de un médico o de otros profesionales a nadie de nosotros nos gustaría encontrarla con actitudes de persona altanera y orgullosa; Todos preferimos frente a una de nuestras necesidades encontrar a una persona sencilla, sin presunciones que sabe prestar atención a lo que necesitamos y está dispuesta a servir.

Hoy se habla poco o con desprecio de esta virtud: esto es motivo de esa gran desviación del camino que nos ha trazado Jesucristo y ello se debe a las constantes manifestaciones de ese desorden en que está hundida nuestra sociedad.

A diario vemos en la prensa hablada o escrita que existe un total desapego de lo que debe ser la humildad y el servicio a los demás. Ella por todos lados en sus publicaciones nos transmiten  cosa ilusas tales como estas: “para tener éxito… para ser admirado tenemos que…” Todo lo contrario de lo que ha de ser la humildad.

Estas actitudes van en contra vía a lo que nos exhorta el Evangelio. Aunque se diga que ello es algo “superado” y “obsoleto” habrá que insistir en la humildad cristiana, virtud de “otros tiempos”, pero que a todos nos está haciendo mucha falta. La palabra servir al igual que humildad, para muchos hoy les parece significar debilidad, algo así como ser uno poca cosa.

Nunca podemos olvidar que hemos sido salvados por pura gracia de Dios. Vernos ante Dios, en nuestra pequeñez y en su grandeza, nos ayudara a perseverar en el camino de la sencillez. Porque la humildad nos lleva a que la gloria de Dios se manifieste en nosotros. De esa manera se hace el bien a los demás y también nuestra vida es más verdadera.

SEÑOR, ENSEÑANOS A SER HUMILDES Y SENCILLOS DE CORAZON Y QUE TOMADOS DE TU MANO PODAMOS SEGUIR POR LOS CAMINOS QUE NOS OFRECES Y ASI, SERVIRTE COMO INSTRUMENTOS DE AMOR.
 
posted by Laureano García Muentes at 7:26 p.m. | Permalink |


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