En una conversación
que realizaba cierto dia con un Religioso, se nos vino a la mente tratar el tema de cómo un
hombre puede llegar a ser santo.
Después de compartir experiencias y situaciones puntuales que a diario vivimos en el mundo de hoy, llegamos a la conclusión siguiente:
Después de compartir experiencias y situaciones puntuales que a diario vivimos en el mundo de hoy, llegamos a la conclusión siguiente:
Nadie
nace santo. La santidad se consigue con mucho esfuerzo, pero también con la
ayuda y la gracia de Dios. Todos, sin exclusión, estamos llamados a reproducir
en sí mismos la vida y el ejemplo de Jesucristo y caminar detrás de sus
huellas.
El
secreto de la santidad es la oración constante la cual puede ser definida como
el continuo contacto con la Santísima Trinidad. En el Evangelio de San Lucas 18:1,
podemos encontrar la respuesta a nuestra inquietud: El nos dice: "reza
siempre y sin desfallecer"
Mira
Fernando, me decía: Si hoy nos situáramos en aquella linda experiencia vivida
por los apóstoles y en este momento pasara a nuestro lado Jesús y de frente nosotros a Él nos propusiera dejarlo
todo para seguirle, ¿cómo nos sentiríamos? o ¿cómo le responderíamos?
Bueno
Padre, le dije Yo, estaría dispuesto a seguirle y a dejarlo todo para ser su apóstol.
Mire
Padre yo creo que hoy además
de la oración hay varios caminos para llegar a conocer a Jesús. Y eso se lo digo hoy para
quienes nos leen y escuchan opten por encontrar la manera de allanar los
caminos para conocer, escuchar, amar y seguir a Jesús Maestro y Guía.
Uno de
los secretos para alcanzar la santidad es éste: no desviar nunca la mente de un
pensamiento que debe regir toda la vida: Dios. El pensamiento de Dios debe ser
como la nota sobre la cual todo el canto del alma se entona.
¿Has
visto cómo hacen los artistas? Se mueven, van, vienen, parece que no miran
abajo del escenario. Pero, en realidad, no pierden nunca de vista al maestro de
música que les marca el tiempo.
También
el alma, para no equivocarse y para no distraerse –lo que le haría equivocarse–
debe tener el ojo del alma siempre fijo en Dios. Hablar, trabajar, caminar,
pero el ojo mental no debe perder de vista a Dios.
Segundo
punto para alcanzar la santidad: no perder nunca la fe en el Señor. Cualquier
cosa que suceda, creer que sucede por bondad de Dios. Si es algo penoso,
incluso malo, y por ello querido por fuerzas extrañas a Dios, pensar que Dios
lo permite por bondad.
Las almas
que saben ver a Dios en cualquier lugar, saben también cambiar todas las
cosas en moneda eterna. Las cosas malas son monedas fuera de curso. Pero si las
sabemos tratar como se debe, éstas se hacen legales y adquieren el Reino
eterno.
Está en nosotros
hacer bueno lo que no es bueno; hacer de las pruebas, tentaciones, desgracias
–que arruinan completamente a las almas ya derrumbantes– puntales y fundamentos
para edificar el templo que no muere.
La
santificación es un trabajo de toda la vida y requiere nuestro determinado
esfuerzo para cooperar con la gracia santificante de Dios que viene por medio
de los Sacramentos.
Si
queremos llegar a conocer, amar y servir a Jesús debemos ser corresponsables
con El. De la misma forma como aprendemos a amar y enamorarnos de otras
personas: la esposa, los miembros de la familia y amigos íntimos, etc. así, también,
debemos amarle y a medida que le vamos conociendo, amarle más.
Bonita
experiencia Padre, le dije. Bueno ya que conocemos estos principios, empecemos a
ponerlos en práctica.
SEÑOR, ALIMENTA
NUESTRA ALMA CON TU AMOR PARA SER CADA DIA COMPROMETIDOS CON ESA PERFECCION QUE
NOS QUIERES DAR.