viernes, junio 22, 2012
¿SER SAL Y LUZ PARA EL MUNDO?
Está claro que la sal es para salar y para dar sazón a las comidas. En nuestra sociedad consumista, la sal es un ingrediente que carece prácticamente de valor porque nos hemos acostumbrado a tenerla. Y, además, es muy fácil conseguirla en las tiendas de nuestros barrios y en los supermercados con un precio muy bajo.

Pero si, por enfermedad o por algún otro motivo, nos vemos privados temporalmente de ella, nos damos cuenta de su gran importancia en la vida.

La sal desde tiempos antiguos ha venido siendo utilizada en nuestras casas además, para preservar los alimentos sobre todo las carnes y los pescados, aunque hoy en día por los avances tecnológicos contamos con refrigeradores, neveras y conservantes que parece la han desplazado. Pero ojo, en el tiempo de Jesús nada de esto existía.

Cuando el Señor nos dice que los cristianos debemos ser sal de la tierra, nos está diciendo que tenemos que dar el sabor y la sazón al alimento; y que también debemos servir como conservantes para que el mundo no se pudra en el pecado y en los vicios.

Miren, de acuerdo a esta apreciación hecha por Jesús, los que seguimos sus pasos en el mundo, los cristianos, tenemos el compromiso único de ser sabrosos; y eso lo logramos a través de esa  la plenitud de la vida que nos regala el Espíritu Santo de Dios, cuando con decisión nos esforzamos en realizar una vida de acuerdo a su voluntad, siendo testimonios de su presencia entre todos los hombres.

Y es que un cristiano es útil cuando a través de su testimonio evangeliza y agrega en ese servicio el condimento del amor de Cristo a las vidas de otras personas. Para decirlo en otras palabras: los cristianos somos en el mundo lo que el alma es para el cuerpo.



Estamos hechos para brillar y para dar sabor; para que el mundo vuelva a sentir cuán importante es la presencia única que tiene Dios, como camino, verdad y vida; y sienta que nosotros (los cristianos) en medio de los hombres tenemos una inacabable tarea por seguir la obra creadora de Dios a través de la misión de dar a conocer la plenitud de su amor, de su justicia y de su paz a los hombres.

Qué hermoso seria que cuando nos vean en el mundo, los que tratamos y con quienes convivimos tengan que exclamar de nosotros, todos asombrados: Miren cómo se aman. Miren cómo brillan en el mundo, miren cómo iluminan el camino, son como una lámpara que hay que poner en lo alto, para que alumbre a todos. Claro está, sin olvidarnos que somos lámparas y que llevamos la luz de Cristo en nuestros corazones.

Reflexionemos entonces: Si nosotros, siendo cristianos, siendo sal de la tierra, creemos que hemos perdido el sabor; confíenos plenamente en que hay uno que nos lo puede devolver, confiemos en que hay uno que puede hacernos ser otra vez sal de la buena, que nos puedes pasar de ser sal insípida a ser sal que da sabor.

Solo Jesús es quien da sentido a nuestra vida y es El quien nos hará ser lo que debemos ser para así sazonar y prender fuego al mundo entero.

SEÑOR, AYÚDANOS Y GUÍANOS EN TODOS LOS PASOS QUE DEMOS EN LA VIDA A TRAVES DE TU ESPÍRITU SANTO, PARA QUE ÉL SEA QUIEN EDIFIQUE, EN NOSOTROS A LOS AUTÉNTICOS TESTIGOS DE TU AMOR.
 
posted by Laureano García Muentes at 7:11 a.m. | Permalink |


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