Los
desafíos del mundo han influido en el actuar del hombre de hoy, tanto es así,
que muchos nos mostramos indiferentes a vivir como si Dios no existiera, y no solo eso, nos conformarnos en seguir por el
mundo andando según nuestras propias conveniencias o simplemente siguiendo religiones
que son vagas e incapaces de enfrentarse a la cuestión de la verdad y el deber
de la coherencia.
Nos
empeñamos en acumular riquezas, amigos influyentes, trabajos de alto rango y de
jugosas cosas materiales donde lo más importante es el provecho económico y el
desprecio a los más débiles. Vivimos como si fuéramos Dioses.
Nos movemos en un mundo lleno de fantasías y sueños extravagantes
que nos hacen sentir unos grandes “pilares sagrados” apoyados en cosas superfluas
y equivocadas.
Estas cosas me hacen pensar y reflexionar. De verdad, cuantos
talentos, habilidades y enseñanzas Dios nos regala de manera gratuita desde el
vientre de nuestra madre para traducirlos al servicio a los demás. Y hoy
nosotros no solo los despreciamos, sino que no nos interesan.
Quienes hoy los hemos considerado necesarios, los moldeamos, los orientamos
y lo fortalecemos con las gracias de Dios cada día, para que con su ayuda, apostar
al cambio de los que en nuestros días se niegan a conocerle y escucharle a fin
de que puedan en medio de sus necesidades, reconocer sus bondades que iluminan
el camino del logro de los mejores éxitos para la salvación de sus familias de
esta gran avalancha antisocial que hoy nos envuelve y nos aleja de su presencia.
Ante
todo queridos hermanos, es nuestra responsabilidad de hombres creados por Dios de
vivir y tener en cuenta el vínculo esencial entre la fe y la caridad.
La
caridad favorece la apertura y el encuentro de Dios con el hombre de hoy, en su
realidad concreta, para llevar a Cristo y su amor a cada persona y a cada
familia, especialmente para aquellos más pobres y necesitados.
El
amor de Cristo ha de llenar nuestros corazones y ha de movernos a evangelizar. Todos
los cristianos seguidores del divino Maestro somos muy importantes, ahora como
entonces, Cristo Salvador, envía a sus discípulos por los caminos del mundo
para proclamar su mensaje de salvación a todos los pueblos de la tierra.
Los
desafíos actuales que tenemos por delante son exigentes, pero no debemos
tenerles miedo. Estamos invitados a recobrar la presencia de Dios en el mundo. Apuéstale
a ello.
SEÑOR, MUESTRANOS TUS
CAMINOS Y FORTALECE EN NOSOTROS TU PRESENCIA PARA PODERTE SEMBRAR EN CADA
CORAZON DE LOS HOMBRES.