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Recuerdo que
era domingo, día de fiesta, día en que por lo general las familias salen a
pasear poniéndose la mejor de la ropas queriendo estar todo el día juntos y con
el deseo de participar en la celebrracion de la Santa Misa.
Me preguntaba
para sí. Caramba la gente parece estar más
preocupada por el dinero y el placer que por Dios. Eso lo pensaba porque notaba
que muchos de los caminantes estaban en otra actitud, diferente a la mía. Parecía
que ellos estaban desplazando al Ser más importante de la vida que es Dios, concentrado
su mirada solo en unos modernos ídolos que tienden a ocupar el lugar más importante
de la voluntad.
Creyera que solo
se vive para ganar dinero "hacer plata", o para "gozar la vida" y
nada más.
Estando ya en
casa de mi hija y preocupado por la vivencia percibida, me puse a reflexionar:
Si volcáramos
la mirada a la época antigua, conoceremos que muchos eran los hombres que apartándose
de Dios concentraban sus fuerzas e ideales en unas estatuas a
quienes denominaban dioses y creian que representaban las fuerzas de la naturaleza y
las realidades sociales; según ellos, tenían poder sobre la vida de los
seres humanos.
Sinceramente
en el contexto moderno que vivimos, hemos concebido ídolos a los
actores del cine y la televisión, a los cantantes, a los deportistas e incluso
a los líderes políticos a quienes aclamamos y seguimos por una oportunidad de trabajo o para que nos sirva como fuente
para obtener el
dinero y de hecho el placer.
Y la verdad es
que con el dinero que vamos obteniendo de una fuente de trabajo digno, esperamos
abrigar la estabilidad económica, la seguridad, darle un poco de sentido al valor
personal, como también obtener múltiples bienestares familiares como lo es, la
vivienda, los enseres domésticos, etc. Pero miren, hay muchos que quieren obtener los
dineros de actividades ilícitas lo mal utilizan; y teniéndolo en abundancia, se
creen superiores y con mucho poder para oprimir a los más, crean la envidia y su propio elogio y solo
buscan el dinero por el dinero. Y siempre quieren tener mucho más.
Y es esto
tan cierto que del placer de tenerlo se espera la sensación de sentirse bien, y de vivir
intensamente. Pero ojo, en los placeres se esconden muchas venturas prohibidas cuando
sobrepasamos los límites.
Lo más grave
de todo esto es que en medio de tanta arrogancia y desenfreno despojan del lugar que le corresponde a Dios, sin pensar que en El hay que
poner toda nuestra seguridad y todo el fundamento de nuestro valor personal.
Cuando nos
olvidamos de Dios, fácilmente nos convertimos en agentes de la destrucción y de
la mentira que acaban con esclavizándonos, nos dañan y nos deshumaniza.
Jesús nos
dice claramente que no se puede servir a la vez a dos Señores, es decir a Dios
y al dinero y nos recuerda que si recibimos riquezas de cualquier tipo debemos considerarnos
como simples administradores de ellas, por las que hemos de dar cuenta un día a
quien nos las dio.
El placer con
suma facilidad nos envicia y esclaviza, y al final nos deja a quien vivimos
para él, vacíos y aislados de todo lo demás. También, cuando el placer llega a
ser un ídolo, miente y degrada. Lo que antes gustaba, harta y aburre, y uno se
ve arrastrado a buscar sensaciones cada vez más fuertes.
Miren, el
dinero y el placer han establecido entre sí una alianza. Se busca tener dinero
para gastarlo proponiéndonos el placer, que es ese falso fantasma de la felicidad.
Tengamos mucho cuidado porque todo el consumismo está fundado en este binomio.
Después de
meditar esta experiencia, pedí a nuestro Salvador que llenara de apasionamiento
a esa gente que hoy vive aislada de Él y les permitiera abrir su imaginación para que
le conocieran y le busquen como el Único Camino que llena de felicidad
verdadera.