"Yo doy la muerte y la vida"...Int. Dt 32.
REFLEXION AL EVANGELIO DE HOY
Viernes 9 de Agosto del 2024
INTRODUCCION:
Negarse uno a sí mismo, es una de las tres condiciones que el Señor nos hace para que le sigamos, así lo expreso: "El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él". (Jn 14,21). Hay distintos grados de amor, y el mínimo que el Señor nos demanda es el cumplimiento de los diez Mandamientos, pero por encima de esta el entregarse incondicionalmente a Él negándose uno mismo y siguiéndole, tal como Él mismo nos indicó. Negarse uno a sí mismo, es una decisión que uno ha de tomar, si es que quiere caminar en seguimiento de Cristo. Por amor hacia Él, debemos estar dispuesto a perder la vida por Él si ello fuese necesario, pues los hombres al llegar a conocer el amor de Cristo entregan la vida por él alabándole y dándole las gracias por la oportunidad que le da. Es necesario pues que nos neguemos a nosotros mismos porque "No hay santidad sin renunciamiento", hay que tomarlo todo o dejarlo todo. Quien muere con Cristo resucitará.
Jesús es muy claro en sus exigencias, Él no quiere que seamos medias tintas; lo que nos pide es que le sigamos y nos entreguemos a Él y a su causa.
Si, que nos decidamos por entero por Él. Su petición es algo que no es fácil y que demandará un cierto sufrimiento, porque negarse a sí mismo es llegar a la renuncia de todo aquello que nos parece sabroso y nos "hace felices". Eso quiere decir: renunciar a los propios intereses vitales que nos hacen mirar el propio yo.
Y miren hermanos: Seguir a Jesús es hacer lo mismo que Él hizo, es entregar la propia vida por los demás. Es ganar la vida y encontrar el verdadero sentido y la felicidad.
Preguntémonos: ¿Tengo el valor para perder mi vida por Cristo? ¿Qué experiencia tengo de ello?
Señor, ayúdanos a buscar lo que verdaderamente nos haga crecer en el amor, para darte gloria y servirte mejor en medio de los demás. Señor, aspiramos a los bienes que duren y valgan para la eternidad. Y, aunque nos cueste, nos atrevamos a buscarlos. Que sepamos renunciar a nosotros mismos para tomar nuestras cruces y seguirte.