lunes, julio 08, 2024

"El Señor es clemente y misericordioso"...Salmo 145.

REFLEXION AL EVANGELIO DE HOY

Lunes 8 de Julio del 2024

INTRODUCCION:

El amor misericordioso de Dios, continúa de manera explícita en el amor de Jesús. Hoy se concreta en esos dos personajes que se encuentran necesitadas. Y como lo leemos en el texto, Él no excluye a nadie. Por eso, entendemos que ese jefe de la sinagoga, Jairo, se acerque con confianza a solicitar su ayuda. Se postra ante Él, seguro de su bondad ante su angustia por la muerte de su hija. Al mismo tiempo, mientras va de camino hacia la casa del jefe de la sinagoga, una mujer con hemorragias desde hace doce años, se atreve a tocar el borde del manto convencida de que eso le traerá la curación. En ambos casos el milagro se produce. La fe en Jesús hace pasar de la muerte a la vida. Él no rechaza a nadie bajo ningún concepto. A la mujer, un tanto asustada por la reacción de Jesús (“¿Quién me ha tocado?”), siente su mirada comprensiva con esa frase tan consoladora: “Ánimo, hija. Tu fe te ha salvado”. A la hija de Jairo le devuelve la vida, tras proclamar que la “niña no está muerta, sino dormida”. Jesucristo está siempre disponible para cualquier persona atribulada. Él siempre nos espera y nos acoge, pero nos pide que tengamos fe en su persona. Jesús ha venido a traer vida y vida abundante. No es necesaria solo la vida material, sino la otra más profunda que abarca a toda la realidad personal y que identificamos con la vida espiritual.

El Evangelio de hoy tomado de Mt 9, 18-26, nos presenta el relato de dos milagros que se entrelazan y nos muestran el poder de la fe.

Así se relata en el texto del Evangelio: "Se presentó a Jesús un alto jefe y, postrándose ante Él, le dijo: “Señor, mi hija acaba de morir, pero ven a imponerle tu mano y vivirá”. Jesús se levantó y lo siguió con sus discípulos. Entonces se le acercó por detrás una mujer que padecía de hemorragias desde hacía doce años, y le tocó los flecos de su manto, pensando: “Con sólo tocar su manto, quedaré sana”. Jesús se dio vuelta, y al verla, le dijo: “Ten confianza, hija, tu fe te ha salvado".  Mt 9, 18-22.

Hermanos,  dos testimonios nos brinda hoy este Evangelio, pero tomaremos el primer acto personal del alto jefe, quien con voluntad propia se postró ante Jesús y le manifiesta que su hija acaba de morir; y le pide que vaya a su casa a imponerle las manos para que recobre la vida. 

Hay algo aquí muy importante: Recordemos que Jesús está siempre disponible para el hombre  atribulado. Para Él, todos somos importantes. Siempre nos espera y nos acoge con dulzura y atención pidiéndonos que tengamos una Fe firme en su persona.

Y miren, en medio de las dificultades Dios se nos revela y nos da fuerzas para encontrar la solución manifestándonos su amor. Cuando pedimos y lo hacemos con perseverancia y toda la confianza de un hijo para con un padre le demostramos que creemos y que esperamos de Él su misericordia.

Hermanos, Tengamos muy presente que la confianza es una entrega sin reservas a la acción de Dios. Ella es más que un acto simple de fe, es una fe inconmovible, tan firme que nada, ni las mayores tormentas y huracanes podrían hacerla tambalear. Depositemos en Dios toda nuestra confianza. 

Señor, en este pasaje nos presentas dos personajes dignos de imitar por su fe. ¡Ayúdanos para que podamos prestar oídos a tu voz y descubrirte, experimentarte, tocarte con la fe! Queremos aprender esta lección que nos das en este evangelio: no se trata de saberlo todo, racionalizarlo todo, sino más bien de creer, de esperar, de amar y confiar en ti.

 
posted by Laureano García Muentes at 5:24 a.m. | Permalink |


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