domingo, junio 30, 2024

"Te ensalzaré, Señor, porque me has liberado"...Salmo 30.

REFLEXION AL EVANGELIO DE HOY

Domingo 30 de Junio del 2024

INTRODUCCION:

La acción sanadora de Jesús se dirige a dos mujeres judías: una con desarreglo menstrual y condenada a la esterilidad y otra, una joven, a quien la muerte privó de la maternidad. La mujer sangrante se acerca a Jesús: toca la orla de su manto. Mucha gente se apretujaba con Jesús, pero el toque de esta mujer conmueve a Jesús: era el “tacto de la fe” e inmediatamente Jesús sintió que una energía curativa brotaba de él. La mujer se siente inmediatamente curada.  Jesús no se atribuye a sí mismo la curación, sino a ella: “¡Hija, tu fe te ha curado!”. Jesús no la trata como médico, sino como padre espiritual, por eso la llama “¡hija!” Y la medicina ha sido ¡su fe! Mucha gente se aglomeraba en torno a Jesús, pero sólo esta mujer logró por su fe conectar con el poder sanador de Jesús. En otro momento, el relato no dice que Jairo que desempeñaba el cargo de Jefe de la Sinagoga recibió la noticia de la muerte de su hija, muy respetuoso, le dijo a Jesús que ya no se preocupase porque ya había fallecido. Sin embargo, Jesús lo invita a la experiencia de la fe y se aleja de la muchedumbre y se lleva consigo sólo a sus tres discípulos preferidos: Pedro, Santiago y Juan. Y mientras lloran y se lamentan Jesús -con el padre y la madre- se acerca a la niña -que según Jesús estaba “dormida”. La gente irrespetuosa, se burla de él. Pero Jesús la toma de la mano y le pronuncia las palabras arameas «Talitá kum» («Muchacha, a ti te digo, levántate»). La Palabra y la Mano de Jesús tienen un poder impresionante. La niña se levanta, camina. Jesús pide que le den de comer. Este Evangelio nos deja una gran tarea: Llevar ante Jesús a esas mujeres, rotas por las experiencias de la vida, defraudadas por tantas promesas incumplidas, infecundas e incapaces de generar lo que ellas desearían. La misión cristiana consiste en propagar la buena fama de Jesús, para que se acerquen a Él y en Él encuentren salvación. Es urgente suscitar en los demás –y ante todo en nosotros- la fe absoluta, incondicional en el Señor. Esa es la fuente de la curación, de la recuperación.

En el Evangelio de hoy tomado de Mc 5, 21-43, nos narra dos milagros realizados por Jesús después de haber salido de la región de los gerasenos y embarcarse para ir a la otra orilla. Allí, lo esperaba una gran multitud y quedándose junto al mar se reunió con  ellos.

Dice el texto del Evangelio que: "llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo, se arrojó a sus pies, rogándole con insistencia: "Mi hijita se está muriendo; ven a imponerle las manos, para que se cure y viva". Jesús fue con él y lo seguía una gran multitud que lo apretaba por todos lados. Se encontraba allí una mujer que desde hacía doce años padecía de hemorragias. Había sufrido mucho en manos de numerosos médicos y gastado todos sus bienes sin resultado; al contrario, cada vez estaba peor. Como había oído hablar de Jesús, se le acercó por detrás, entre la multitud, y tocó su manto, porque pensaba: "Con sólo tocar su manto quedaré sanada". Inmediatamente cesó la hemorragia, y ella sintió en su cuerpo que estaba sanada de su mal. Jesús se dio cuenta en seguida de la fuerza que había salido de Él, se dio vuelta y, dirigiéndose a la multitud, preguntó: "¿Quién tocó mi manto?" Sus discípulos le dijeron: "¿Ves que la gente te aprieta por todas partes y preguntas quién te ha tocado?" Pero Él seguía mirando a su alrededor, para ver quién había sido. Entonces la mujer, muy asustada y temblando, porque sabía bien lo que le había ocurrido, fue a arrojarse a los pies y le confesó toda la verdad. Jesús le dijo: "Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda sanada de tu enfermedad".  Mc 5, 21-35.

Los hechos que narra el Evangelio de hoy sucede en la sociedad judía y como bien sabemos, en ella no era fácil entender la acción que tomó Jesús  puesto que los hombres dominaban la cultura y religión. Pero miremos: Jesús sin recriminar acoge por igual a unos y a otros y les devuelve su dignidad personal. 

Hoy, hermanos, esta situación persiste aún en nuestras sociedades y grupos inclusive, pues los varones reaccionamos muy secretamente contra cualquier planteamiento donde se resalte su igualdad de pensamiento y que según nuestras costumbres y creencias ponen en peligro la situación de privilegio que se dice tener  el hombre sobre la mujer.

Hoy el Evangelio nos presenta el caso de una mujer que sufría desde hacía doce años de flujo de sangre y como el Padre de la niña enferma, jefe de la sinagoga se postran a los pies de Jesús. Confiaron en Él y le demostraron su Fe.

Hermanos, como lo vemos hoy, la Fe de una persona puede mover hasta el corazón del mismo Dios. Pidámosle que aumente nuestra Fe y confiemos en su Divina Misericordia.

Señor, déjanos ir contigo sólo queremos caminar detrás de ti, pisar donde pisas, mezclarme entre tus amigos y recorrer esas aldeas que habitan los olvidados, esos, los que no recuerda nadie y ver como los recuperas. Te damos gracias por su compañía, por tus enseñanzas y por su fuerza...Solo te pedimos que me ayude a aumentar nuestra fe y confiar mas en ti.
 
posted by Laureano García Muentes at 5:22 a.m. | Permalink |


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