Beato  Francisco María de la Cruz Jordán y dos de sus cohermanos el 8 de diciembre de 1881 en Roma.

El Evangelio de hoy tomado de Lc 1, 26-38, está centrado en ese gran acontecimiento: La Concepción de la Virgen María y de todos esos hechos que lo rodearon.

Dice el texto del Evangelio: "En aquel tiempo envió Dios al Ángel Gabriel a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen prometida a un hombre llamado José. El nombre de la virgen era María. El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: “¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo”. Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo.

Pero el Ángel le dijo: “No temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin”. María dijo al Ángel: “¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relación con ningún hombre?” El Ángel le respondió: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios”. María dijo entonces: “Yo soy la servidora del Señor, que se haga en mí según tu Palabra”. Y el Ángel se alejó. Lc 1, 26-38.

Miremos algo muy importante: Dios es quien toma la iniciativa, llama, da una misión y otorga los medios para cumplir con lo encomendado. María, por otra parte, recibe sin objeción alguna el llamado, pero le presenta al Ángel una inquietud razonable y comprensible, pero este, le explica el misterio que se ha de realizar por obra del Espíritu Santo. Y entonces, María acepta e inicia la preparación del camino que ha de recorrer su Hijo Jesús. 

Hermanos, como lo podemos palpar, nuestras vidas no las tenemos hecha de antemano, somos nosotros los que nos toca trazar nuestras metas y orientarla para que nos podamos mover hacia ellas. De ahí ese dicho que nos dice: caminante, no hay camino, se hace camino al andar.

Pidámosle a la Santísima Virgen María para que desde el fondo de nuestros corazones broten palabras sinceras que nos permitan reflejar el compromiso en el seguimiento a su Hijo Jesús, aceptando a plenitud los planes que Dios nos va trazando a lo largo del camino por la vida.