lunes, julio 03, 2023

"Vayan al mundo entero y proclamen el Evangelio"...Salmo 117.

REFLEXION AL EVANGELIO DE HOY

Lunes 3 de Julio del 2023

Todos los hombres somos grandes y, a la vez, débiles. Es nuestra condición y nuestra gran paradoja. En el terreno de la fe se repite esta contradicción. Lo vemos en el apóstol  Santo Tomás, cuya fiesta celebramos hoy. El fue grande cuando respondió afirmativamente a la llamada de Jesús: “Te seguiré donde quiera que vayas”. Y fue débil, en ciertos momentos, al no creer a Jesús, en sus palabras que anunciaban su resurrección.  ¿¡Cómo nos vemos retratados en Santo Tomás! Somos grandes y débiles, a la vez, en nuestra fe? También nosotros generosamente, con un buen corazón, le dijimos al Señor que le queríamos seguir hasta la muerte: “Te seguiré donde quiera que vayas”. Pero ante esta sociedad descristianizada, en la que Jesús parece que ha muerto y no resucitado, nosotros, como Santo Tomás, hombres débiles y de poca fe, le pedimos una presencia clara y manifiesta, que nos muestre que ha resucitado, que no se esconda tanto... que tengamos una respuesta clara y rotunda a los que todo el día nos siguen preguntando con ironía “¿dónde está tu Dios?

Hoy celebra la Iglesia a Tomás uno de los doce Apóstoles de Jesús, llamado también El Mellizo. Era de la ciudad de Galilea, pescador de profesión. Es recordado por su incredulidad ante el testimonio que dieron sus compañeros a cerca de la Resurrección de Jesús. Su predicación la realizó en Persia y sus alrededores como también, la India y Etiopía. Murió atravesado por una lanza en la ciudad de Coromandel India.

Y el Evangelio tomado de Jn 20, 24-29 nos narra el encuentro de Jesús Resucitado con Tomás después de no creer y negar su Resurrección. Este episodio lo narra el Evangelio así: "Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: "Hemos visto al Señor". Pero él les contestó: "Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré". Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: "La paz con vosotros". Luego dice a Tomás: "Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente". Tomás le contestó: "Señor mío y Dios mío". Díjole Jesús: "Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído". Jn 20,24-29.

Tomás, quería ver a Jesús Resucitado para poder creer; y con esta actitud muestra su incredulidad. Su Fe estaba frágil y no se sentía seguro. 

Si, estaba encerrado, paralizado y lleno de miedo. Estaba a la defensiva y en disposición de rechazo. Jesús toma la iniciativa y llega de entre su encierro a rescatarlo. "Entra en la casa y se pone en medio de ellos" y al verlo, comienza a sentir La transformación, del miedo pasa a sentir la paz.  Del encierro y la oscuridad pasa a sentir la alegría porque lo vuelve a ver vivo y lleno de vida. Y le dice: "La paz esté con ustedes". Ni siquiera lo critica, ni lo juzga por su incredulidad, antes por el contrario, acepta su reto y lo llama para demostrarle que es Él con todas sus heridas. Así, le confirma la certeza de sus evidencias (Manos, costado y pies), señales de su pasión. Tomás lo toca y cree.

Hermanos, este episodio nos enseña la importancia de la experiencia personal de la fe, algo que va más allá de lo que nos cuentan otros o de lo que aprendemos. Cada uno de nosotros debe buscar esa relación directa con Jesús, y así poder experimentar su amor, perdón y gracia. En ocasiones, nuestras dudas, como las de Tomas, pueden bloquearnos, pero no hay nada que no pueda ser superado por la misericordia de Dios. La fe no se trata de creer en algo abstracto, sino de tener una relación personal con nuestro Salvador y Redentor.

Señor, cuánto nos parecemos a Tomás. Queremos respuestas inmediatas a nuestras peticiones. Queremos experimentar tu presencia en las oraciones, sin ponernos humildemente en tu presencia, sin guardar el silencio, interior y exterior, sin estar atentos ni ser dóciles a tus inspiraciones. Nuestra pobre actitud quiere cambiar, con tu gracia, lo podemos lograr.

 
posted by Laureano García Muentes at 4:54 a.m. | Permalink |


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