lunes, septiembre 12, 2022

"Proclamen la muerte del Señor, hasta que vuelva"...Salmo 40.

REFLEXION AL EVANGELIO DE HOY

Lunes 11 de Septiembre del 2022

Cuánto tenemos que aprender del centurión... Si fuéramos como él nuestra vida sería mucho más sencilla, más llena de amor, más plena, más en comunión con Jesús y la Iglesia, y en el fondo seríamos más felices, más llenos de vida, y eso se notaría a nuestro alrededor: seríamos esa “sal de la tierra” capaz de transformar el mundo. Estoy seguro que ese día en el que la vida del centurión se cruzó con Cristo muchos de los que fueron testigos creyeron y se convirtieron, y no tanto por el prodigio de la curación como por la actitud de aquel hombre y la respuesta que obtuvo de Jesús. Seamos humildes en nuestro trato con Dios, confiemos plenamente en Él, dejemos de lado nuestras circunstancias, nuestros deseos mundanos, nuestros recelos y prejuicios: El Señor sabrá recompensarnos con su infinita misericordia.

En el Evangelio de hoy tomado de Lc 7, 1-10, Jesús nos brinda una gran lección sobre la Fe y la Humildad una combinación perfecta para que Dios, en su bondad, nos otorgue su gracia.

Nos dice el texto del Evangelio que después de haber concluido Jesús su discurso al pueblo en la llanura, entró al pueblo y un centurión que tenía un sirviente a quien estimaba mucho y quien se encontraba enfermo y a punto de morir. Habiendo oído hablar de Jesús, le envío unos judíos notables a pedirle que fuese a sanar a su sirviente. Se le presentaron a Jesús y le rogaron insistentemente, alegando que se merecía ese favor, y le decían: "Ama a nuestra nación y él mismo nos ha construido la Sinagoga". Jesús fue con ellos. No estaba lejos de la casa, cuando el Centurión le envió  unos amigos a decirle: "Señor, no te molestes; no soy digno de que entres bajo mi techo. Por eso yo tampoco me consideré digno de acercarme a ti. Pronuncia una Palabra y mi muchacho quedará sano. Dilo de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes, y le digo a uno: "Ve", y va; al otro: "Ven", y viene; y a mi criado: "Haz esto", y lo hace" Al oír esto, Jesús se admiró de él y, volviéndose a la gente que lo seguía, dijo: "Os digo que ni en Israel he encontrado tanta fe." Y al volver a casa, los enviados encontraron al siervo sano. 

Como lo vemos en el texto, el Centurión confío absolutamente en Jesús y demostró una Fe que no tenía límite alguno al decir: "Basta que digas una palabra y mi siervo sanará" 

Jesús había recién terminado de dar su catequesis a la gente en Sermón de la llanura y al terminar, pone en práctica lo que acababa de enseñar: Hacer el bien a quienes lo requieran.

Él le demuestra a la gente que su Palabra es eficaz y transformadora. Además, lleva en su interior, el amor incondicional de Dios. 

Como lo demuestra el Centurión, la Fe es amor y ese amor no puede ser propiedad privada de nadie, pues este debe ser compartido con humildad a quienes lo necesitan. 

Por tanto hermanos, la Fe exige sacrificio y una aceptación total de Dios. Este mensaje de hoy nos ha de dejar un poco inquietos al mirar muy de cerca la actuación del Centurión; porque gracias a su fe, obtuvo del Señor ese milagro a pesar de ser pagano. Por ello, preguntémonos: ¿Nos hemos dado cuenta que a veces hemos sido superados en la fe por otros hermanos que no son practicantes de nuestra religión? 

Señor, enséñanos a orar. A saber pedir lo que realmente conviene para nuestra salvación y a la de mis hermanos. Que seamos dóciles a tus tiempos y disposiciones y que no nos agitemos queriéndote imponer lo que consideramos el mejor bien. Que sepamos suplicar con aquella confianza de tu madre Santísima en las bodas de Caná, no dudar nunca de tu cercanía, de tu interés, de tu gran amor, aunque no seamos dignos ni podamos corresponder, sin tu ayuda, a este gran amor.
 
posted by Laureano García Muentes at 5:28 a.m. | Permalink |


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