Vivimos frente a un mundo descreído, que se desorienta y pone sus esperanzas en otros ideales.
Estamos hoy obligados todos los cristianos, más que nunca, pedir al Señor que nos aumente la fe. ¡Si! Esta petición incluye un deseo de apertura total al corazón de Dios. El incremento de la fe comporta un aumento de la confianza. Saber confiar más en Dios sustentará nuestro ser cristiano.
“Si Dios existe, ¿Por qué hay tanto mal en el mundo?”. Escuchamos estas palabras con mucha frecuencia y difícilmente hallamos respuesta. El problema está en la pregunta misma y en el concepto que tenemos de Dios y del hombre. Creemos que Jesús ha venido al mundo a evitar el mal, las calamidades y el sufrimiento. Y, como en el mundo sigue habiendo dolor y atrocidades sin número, nos desanimamos o nos enfadamos, y dejamos de creer en ese Dios que debería resolverlo todo.
Olvidamos que Jesús no vino para traernos el bienestar, la economía y la solución a todos los males. Jesús vino para traernos a Dios. Toda salvación proviene de Dios. Cuando las personas se dejan llenar de Dios, es cuando tienen la capacidad y la fuerza para generar paz, justicia, bienestar y economía para todos.
Solucionar los problemas de este mundo está en nuestras manos, y Dios nos ha dado los medios suficientes para ello. En cambio, convertir nuestro corazón y despertar en nosotros un amor sin límites es un don que sólo él nos puede dar.
Tenemos hoy la necesidad de abrirnos a Dios. Creer significa adherirse a Jesús, dejar que Dios penetre en nuestra vida y configurar nuestra existencia según él. Esto supone también dejarse llevar por él.
Dice Jesús que, si tuviéramos tan sólo un poquito de fe, pequeña como un grano de mostaza, podríamos mover montañas. Un gramo de fe provoca milagros extraordinarios. Ahora bien, si a esta fe sumamos la de todos los cristianos, lograríamos arrancar las raíces del mal del corazón humano. El gran milagro, en realidad, es abrirse a Dios y creer en él.
La fe no se compone sólo de palabras o sentimientos. La fe se traduce en obras, en acciones. Nuestra vida cristiana no se reduce a una fe ritual, de prácticas religiosas, sino a una experiencia de caridad y de servicio a los demás. Tener fe implica una actitud de constante atención para socorrer las necesidades de los demás.
SEÑOR, COLOCAMOS NUESTRAS VIDAS HOY EN TUS MANOS, TE PEDIMOS NOS AUMENTES LA FE PARA CON ELLA, SER PORTADORES EFECTIVOS DE TU REINO EN EL MUNDO DE HOY.
La verdad que transforma nuestra vida es la revelación que nos hace Jesús, que Dios es nuestro Padre.