
Colocar toda la vida en las manos de Dios y apostar toda confianza en Él, ha de ser el ideal de todos los hombres.
Somos hoy muchos en el mundo los que atravesamos cañadas oscuras, llenas de muchos impedimentos y problemas, que nos hacen apartar y creer que estamos siendo rechazados por la sociedad que nos rodea.
Cuantos sentimientos de culpa, que nos hacen encerrar a vivir nuestras soledades sin importarnos nada; nos alejamos de Dios, de nuestras familias, trabajo, amistades, en fin, vivimos destrozados, frustrados y hasta huyendo de nosotros mismos.
De verdad, vivimos muchos en esa soledad que nunca se llenará y lo peor de todo, es que nunca se acabará, porque se convierte en una especie de hoyo ennegrecido donde se acaba todo lo que en el cae.
Hemos dejado de amarnos; y lo peor de todo es que también hemos dejado de amar a los que están a nuestro lado. Nos hundimos en el temor y desconfianza y naufragamos en el pesimismo, la amargura y la tristeza.
Si nos abrimos a Dios cambiamos nuestras rutinas, sanamos nuestro corazón y con Él como centro de toda nuestra vida, podemos salir adelante.
Nada de lo que pensamos está perdido aún, a pesar que para muchos haya pasado ya mucho tiempo. Estamos vivos y todavía nos queda mucho por delante, donde podemos reconstruir y sembrar sueños y esperanzas junto a todas las personas que amamos.
Tenemos que volver y confiar en Dios, vivir como Dios, en el buen sentido de la expresión. Quien vive y ama como Dios, vive y ama como Jesús, nuestro Salvador, quien nos ama hasta el extremo.
Tengamos fe optando por un sentido pleno y radical que triunfe sobre todo absurdo. Nuestra fe en Dios camina hacia nuestra perfección y no hacia la catástrofe.
SEÑOR, ENSEÑANOS A SER FIRMES EN NUESTRAS DECISIONES Y A VIVIR LLENOS DE TUS GRACIAS Y VIRTUDES.