
Todos los hombres estamos en la capacidad de darnos cuenta, de que cómo humanos, fallamos ante muchas situaciones y que podemos levantarnos y mejorar. Lo importante en este proceso, es abrirnos a la presencia de Dios, para que, con su amor y su perdón, volvamos a empezar e intentarlo de nuevo, superando así, esas barreras que nos han desviado la vida y nos han impedido avanzar.
Muchas son las veces que no sentirnos derrotados, pero la valentía se demuestra cuando sintamos que somos libres e inteligentes para realizar ese ideal; permitiéndonos buscar nuevas oportunidades y comprometiéndonos en la tarea de luchar contra toda adversidad sin tener miedo a enfrentarlas.
Desde el momento único de nuestra decisión, debemos ante todo colocar nuestra vida en las manos de Dios, es decir, ponerlo al frente de todas nuestras necesidades, a echar para adelante, a que sea Él nuestro impulso, nuestro motor y que con su ayuda y presencia, nos esforcemos cada vez más para ser felices.
Bien sabemos que ello no es fácil y que no somos perfectos. A pesar de nuestros grandes esfuerzos y aunque nos afanamos día a día para no caer, existen en la vida momentos que nos dejamos vencer por las fuerzas contrarias y fallamos.
Como nos duele resbalar y darnos cuenta del desengaño que hemos causado a todos aquellos que han vivido de cerca nuestro proceso de mejoramiento.
¡Pero animo! No somos únicos. También todos aquellos que están a nuestro alrededor pasan ratos amargos y sufren igual que nosotros. Ellos igualmente trazan planes y construyen sus proyectos de vida para mejorar Por tanto, no debemos sentirnos frustrados por decepcionar a alguien, más bien démonos cuenta, que si nuestra ilusión correspondía con lo que era posible y con aquello que pensábamos realizar.
Lo más valioso de este proceso es darnos cuenta de que en la vida es importante mejorar y dar lo mejor de nosotros. Dios nos provee de capacidades para no fallar, para ser responsables y sobre todo, mirar que ha nuestro alrededor existen personas que luchan igual que nosotros para ser sobresalientes.
SEÑOR, SE TÚ NUESTRO PASTOR PARA QUE NADA NOS FALTE.