Dios nos ha creado para ser felices y para brindar en forma oportuna comportamientos solidarios y actitudes fraternas que lleven impregnado como un sello, su amor.

Todos los hombres sin excepción sentimos en lo más profundo del corazón la necesidad de que nos amen y de hecho, brindar a otros la acogida, el cariño y la ternura; sentimientos estos, que dan el sentido a la vida y nos lanzan a generar actitudes afectivas que influyen en la convivencia pacifica y armoniosa de la sociedad.

Cuando nos sentimos necesitados de amor, no es que estamos mendigando el amor; antes por el contrario, el que se siente necesitado de amor comprende que su vida está incompleta, si se cierra y se afianza en su egoísmo.

Quien mendiga el amor, es una persona que no se valora y supone que no puede salir adelante si no es mirado con lastima y recibe la limosna de otros.

Dios quiere que seamos auténticos y que tengamos identidad propia. Y esa identidad comienza por la mirada, por ello, quien quiera recuperar su identidad y ser protagonista del amor de Dios en medio de todo y con quienes convivimos, debe graduar su vista y comprobar antes de ponerla en práctica, la calidad de su mirada.

Somos importantes para los demás y como esa tierra buena en la que se puede sembrar la buena semilla, trabajémosla para hacer germinar y producir abundante cosecha. Iniciemos desde ya el aprendizaje de muchos valores básicos para la convivencia, como lo son el respeto, la comprensión, el desinterés, el sacrificio, la generosidad, la fidelidad y sobre todo, la donación de si.

Lo más importante y que debemos tener muy claro, es que nunca debemos ser dependientes de nadie y no seguir y hacer en la vida, lo que otros nos digan.

Recordemos que somos hechura de Dios y que Él nos ha creado para que seamos felices. La felicidad plena se alcanza mediante unos comportamientos y actitudes que nos vayan haciendo merecedores al amor de otros y para ser reflejo de él a todo el mundo.


SEÑOR, PERMITE QUE VIVAMOS AMADOS Y AMANDO A TODOS LOS QUE CONVIVEN CON NOSOTROS.