
Son muchas las personas que se sienten envidiosas porque ven que nosotros acogemos al pobre y lo acompañamos en medio de sus necesidades guiándolos en la búsqueda de soluciones y formas para que puedan salir de sus problemas y así, superen sus dificultades.
Pero no somos perfectos así como tenemos inmensas capacidades para hacer el bien, también tenemos a la vez amplias posibilidades para caer y ser tentados por el mal.
Igual que todos los hombres, nuestras vidas están influenciadas por el mal y son muchas las veces que en nuestras mentes se concibe la idea de ser pecadores y hasta ser soberanos mediante la adquisición de bienes o cosas producto de actividades deshonestas, muchos nos arrodillamos ante el quebrantamiento de nuestros deseos y de las posiciones sociales.
¿Cuantos somos los que caemos en infidelidades, en corrupciones y hasta para vender la propia dignidad para buscar las apetencias a cualquier precio? De verdad, nos dejamos arrastrar por las debilidades que fascinan; y en ocasiones, nos valemos de personas para que a nuestros caprichos nos sirvan y después de hacer que luchen por nosotros, las desechamos como si fueran basuras.
Con esta situación real, nos damos cuenta que igual a Jesús los hombres muchas veces asumimos las mismas tentaciones que Él vivió cuando se retiró al desierto y después de ayunar cuarenta días, sintió hambre (Mt. 4,1-11). Las tentaciones que nos ofrece el mundo: riquezas, poder y prestigio, nos llevan a adelantar proyectos cómodos y brillantes apartados de Dios. Queremos convertir las piedras en pan creyendo cosechar sin haber sembrado, llevando una vida llena de apariencias y haciéndola una comedia donde, como actores, eludimos todas las responsabilidades.
Recurramos a Dios con una la oración constante y sincera, un autocontrol de nosotros mismos y un conocimiento recto de nuestros actos, para que con nuestros deseos y radicalidades, logremos con su ayuda, vencer nuestras tentaciones. No podemos seguir negociando con el mal, porque cada vez que nos mostramos débiles, seremos engañados.
SEÑOR, ALEJANOS DE LAS SEDUCIONES DEL MUNDO Y PERMITE QUE EXPERIMENTEMOS TU AMOR, CON ACTITUDES GENEROSAS Y SERVICIALES