jueves, marzo 13, 2008
NO NOS DEJEMOS ATAR POR LA TENENCIA DE BIENES TERRENOS

Existe un peligro constante en el corazón del hombre ante las realidades terrenas debido a que por estar en ese afán por lograr tener más, ha ido desplazando a Dios olvidándose de Él, acabando desenfocado y desconcentrado en lo que seguramente puede ser imprevisible y secundario.

Nos hemos venido acostumbrando a querer tener más y más cada día, improvisando muchas de nuestras actitudes ante circunstancias que nos hacen vivir al vaivén de las emociones; y que en ocasiones, respondemos de manera elemental a muchas de ellas, olvidandonos de nuestros principios, objetivos y sueños.

Hoy los hombre tenemos que abrirnos a Dios, orientando la vida al desapego espiritual por las riquezas, siendo sensatos y ha no fijar la mirada en construir moradas terrenales eternas, sino que, como hijos de un Padre tan bueno y misericordioso, ir realizando una entrega con absoluta libertad para edificar en medio de los esfuerzos, la morada celestial que merecemos como ciudadanos del Reino de los cielo.

Quienes nos hemos propuesto ser triunfadores teniendo a Jesús como centro de nuestras vidas, tenemos que ser auténticos planeadores esforzándonos en la lucha constante contra los pecados del mundo y con la ayuda de oraciones y la guía del Espíritu Santo, responder con radicales decisiones y frialdad a las emociones destructivas, que conducen a la perdición y al olvido de Dios.

Recordemos que al disponernos en creer en el Señor y optar por ser sus discípulos, todo hombre o mujer ha de asumir con responsabilidad un compromiso serio ante Dios para dejar atrás aquellas actitudes que van en contra del amor y la caridad; adjudicándose para hacer realidad la misión encomendada, cualidades y modos que ayuden a edificar una comunidad transformada que sea signo de la luz del Señor y que no se deje atar por las vanidades del mundo ni por los dioses que corroen a la sociedad, que hoy solo hoy piensa en poseer bienes a costa de cualquier precio.

Un cristiano creyente ha de llevar siempre el nombre de Jesús a cualquier parte donde vaya y donde haga presencia, acepta las verdades de la fe y se preocupa por hacer realidad los valores del Evangelio en su vida (el amor, la justicia, el perdón, la misericordia, la paz, la fraternidad y la solidaridad).

ABRAMOS NUESTROS CORAZONES Y PERMANEZCAMOS FIELES A CRISTO PARA QUE PUEDA LLAMARNOS SUS DISCÍPULOS.
 
posted by Laureano García Muentes at 5:35 a.m. | Permalink |


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