martes, febrero 12, 2008
LA ORACIÓN UNA PRÁCTICA DE AMOR ENTRE DIOS Y LOS HOMBRES

Al pensar sobre esa fuerza que tiene la oración cuando la hacemos sinceramente, con una gran confianza, de corazón y con humildad, descubro que a través de ella, llegamos a realizar actos concretos en nuestra vida, logramos alejarnos de los males que nos seducen a cada instante y podemos resistir con la ayuda de Dios todas las tentaciones.

Cuando oramos a Dios es necesario demostrarle que creemos que Él es nuestro Padre y como tal, se nos está revelando en todo lo que vemos, sentimos y tocamos, en la naturaleza y en nuestro corazón; que por su infinita bondad y misericordia, tenemos la certeza de esperar de Él el consuelo y esa ayuda que requerimos para vencer las dificultades y problemas que tenemos y que con ella, podemos decirle como hijos, que lo queremos y lo necesitamos de guía para que nos conduzca por el camino perfecto donde se colman todas las penurias.

La oración es el dialogo de el hijo con el Padre, donde establecemos la comunión fraterna y la comunicación de nuestras cosas que vivimos, pensamos y soñamos.
Del Padre esperamos su orientación, su experiencia y su guía, por ello, la constancia y la perseverancia de nuestras peticiones sin desperdiciar ningún instante libre o vació de nuestra vida.
Cuando oramos nuestras han de salir de un corazón agradecido y generoso, respondiéndole con confianza y respeto la gratuidad de todos y cada uno de los momentos vividos en nuestra jornada diaria.

Jesús nos enseñó a orar cuando a sus discípulos les instruía sobre la forma como debemos presentarle al Padre las necesidades diarias y a confiarle todas y cada una de las cosas. Él, les reconfortaba diciéndoles que no perdieran la fe y la confianza ya que todas las peticiones serían escuchadas en su momento y en su tiempo.

Él como Hijo, oraba también frecuentemente para pedirle al Padre fortalezas en sus debilidades y ayuda para enfrentar las pruebas.

Es importante que hoy con mucha sinceridad recurramos al Padre y de todo corazón pidámosle que los hombres en el mundo sigamos viviendo como sus hijos amándonos unos a otros, perdonándonos nuestras faltas de sinceridad, solidaridad, fraternidad y que busquemos los caminos de justicia y paz.
 
posted by Laureano García Muentes at 7:54 a.m. | Permalink |


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