domingo, febrero 10, 2008
HAZTE BARRO Y ABANDÓNATE EN LAS MANOS DE DIOS

Dios en su infinita misericordia ayuda a todo aquel hombre que se abandona en sus manos y se convierte en barro para que en su bondad y caridad, lo tome como elemento material y espiritual moldeándolo a su manera y de acuerdo a su voluntad.

En medio del dolor, del sufrimiento, los miedos y las angustias, Él está ahí presente actuando e insistiendo para que el hombre en sus tinieblas le reconozca y le vea con sus acciones poderosas, como también, en la búsqueda afanosa y ansiosa que prospera en su instinto por encontrar un sentido verdadero a la vida.

Cuando creemos que estamos solos, desahuciados y que todas las esperanzas soñadas se nos han derrumbado; y sintiéndonos así, cansados y hastiados de caminar no nos creemos capaces por seguir los senderos de vida llevando cargada en nuestros hombros las heridas de nuestras frustraciones y debilidades; y como rendidos ya, cerrados en oscuridades sin permitir que nada ni de nadie nos ayude a rehacer los sueños e ilusiones, nos sentimos que “ya todo está vencido” ¿Por qué temerle a la vida y a nuestras inseguridades?

En el Evangelio de San Mateo 28.5, el Señor nos dice:”No tengan miedo”. Recordemos cuando caminaban desesperados y hasta desahuciados los discípulos de Emaús (Lc.24.13-35) después del sacrificio de Jesús en la cruz, lamentándose de que ya sus esperanzas se habían derrumbado. ¿Qué paso?

Jesús nos alienta cada día con signos de victoria diciéndonos a cada instante que somos triunfadores, que sigamos el camino de la cruz a ejemplo de Él, que callemos y soportemos las adversidades que nos depara la vida y con nuestros sacrificios, lograremos llegar a la meta y ser testigos de la obra de Dios.

Recordemos que quien nos define no son las circunstancias dramáticas de la vida, ni los desafíos que la misma sociedad nos impone día a día, ni las tareas a emprender, sino el amor que nos regala el Señor gracias a la acción permanente y constante que nos da el Espíritu Santo. Por tanto, cada momento y actividad que realicemos debemos entregarlas a Dios y colocarlas en sus manos en forma de barro, para que sea Él en su infinita bondad y misericordia quien la moldee.

Mientras más supliquemos la gracia del Señor para sanar las heridas y mientras mantengamos vivas nuestras esperanzas, Él irá a nuestro lado enseñándonos, guiándonos y conduciendo nuestra vida para que arribe a buen puerto, al igual que los discípulos en la barca (Mt. 8.23-27). Él no defrauda.

PASE LO QUE PASE SEÑOR, CONTIGO Y A TU LADO NOS SENTIMOS TRIUNFADORES
 
posted by Laureano García Muentes at 7:26 a.m. | Permalink |


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