Se está celebrando en todo el mundo cristiano el tiempo de la cuaresma, tiempo de conversión, de cambio, de dejar a un lado las situaciones de la vida que creemos imbatibles, indestructibles y hasta normales, pero que en su trasfondo nos van destruyendo la vida.
Es este, un tiempo para resurgir, para volver ha abrirnos hacia los caminos de esperanza y buscar al Señor.
Nuestra disposición única y radical ha de estar centrada en la apertura de nuestro corazón para dejar actuar a Dios libremente en nuestras vidas y así, irlo descubriendo y alojando en nuestro ser por medio de las diversas manifestaciones que nos ofrece, para que, con nuestra voluntad y absoluta libertad, lo dejemos enrumbar nuestra existencia.
Nos urge pues buscar los caminos de conversión como respuesta a esos signos que Dios nos da manera gratuita y que tanto nos interpelan para que busquemos la identidad de hijos de Dios.
Quien se dispone a buscar la conversión, debe demostrar con hechos concretos su deseo y no quedarse ahí en solo promesas como estacionado en sus decisiones vagas, lleno de sentimientos y tristezas por tener que abandonar cosas que le eran placenteras y hasta hermosas.
Una persona que quiera cambiar de vida e iniciar una vida nueva siguiendo la guía que Jesús propone, debe demostrar deseo de no ser igual, convenciendo a quienes les rodea y están en su entorno diario que es posible acercarse a Dios.
Que bueno sería que hoy nosotros nos propusiéramos a manifestar el testimonio de la nueva vida al mundo para que sean muchos los que busquen y crean en el único y verdadero Dios. Que bueno es hacer sentir que Dios está actuando en nosotros y que con nuestras actitudes estamos transformando la sociedad. Que igual a nosotros, muchos pueden arrepentirse de sus culpas y de esa vida distorsionada para convertirse en verdaderos símbolos que revelan el camino hacia Dios.
La oración y la penitencia son esos signos que nos ayudan encontrar el camino de la salvación; con ellos, alabamos a Dios y damos señal de una permanente conversión.
Solo Él es el único que puede crear para nosotros un nuevo corazón y puede devolvernos con certeza la paz. La justicia y la salvación.
SEÑOR HOY ABRIMOS NUESTRO CORAZÓN PARA QUE TU MORES EN ÉL POR SIEMPRE