jueves, octubre 18, 2007
TENER NUESTRA MIRADA EN DIOS

El acumular riquezas con egoísmo y confiar totalmente en ellas, nos aparta de Dios, porque la vida cristiana está caracterizada por la caridad y la generosidad. La vanidad, la arrogancia, el orgullo y la prepotencia son frutos de esos sueños terrenos y carnales que no nos ayudan a comprender y desarrollar el proyecto del amor de Dios entre los hombres.

Recuerdo que hace ya unos días me expresaba un amigo que él vivía afanado por querer tener siempre una riqueza, para disfrutar de ella, ensamblar su propio negocio, pasear con su familia, visitar como turista muchos lugares del mundo y darse la gran vida. Y con mucha insistencia me decía:”La vida es corta y hay que aprovecharla a lo máximo, lo que más se pueda, ya que cuando uno se muera nos vamos tranquilos porque ya la hemos disfrutado”.

Me preguntaba: ¿Qué gana el hombre con ese afán de ilusiones y de sacarle provecho a sus ganancias? Pensemos un instante sobre lo que ha de ser de verdad nuestra vida. Ella, no depende de las riquezas materiales y de las realidades humanas, sino de Dios.

Muchos somos los que idolatramos el dinero, el poder, el placer, el sexo, medios estos que codiciamos y por los cuales nos volvemos avaros. Con el dinero bien administrado, subsistimos, nos da poder, prestigio, seguridad, pero en la medida que lo reverenciamos, nos esclaviza y nos hace olvidar la condición de hombre creado por Dios que ha de amar y compartir su condición humana con los demás.

Vivimos en una sociedad de consumo que prima en el tener y no en el ser. ¿Cuantos vivimos sujetos al poseer queriendo siempre estar por encima y en mejores condiciones a nuestros vecinos de barrio o amigos?, ¿Cuántos vivimos soñando en tener toda clase de objetos modernos en nuestra casa y por lucir las mejores prendas de vestir, según la moda, tratando aparentar felicidad?, ¿Quiénes pretendemos adquirir los últimos modelos de aparatos sofisticados, vehículos, etc, por querer disfrazar una capacidad económica suficiente?

Cuando recuerdo la última parte de lo que dijo mi amigo, me estremezco porque es una respuesta muy vaga a lo que ha de ser nuestro trabajo en la vida, según la misión que nos encargó Dios.

El hombre al morir no puede llevarse sus bienes materiales, solo se ha de presentar ante Dios con sus obras realizadas en beneficio de su persona y el prójimo. Dios no mira riquezas materiales acumuladas, ni mucho menos los mejores vestidos o los bienes materiales último modelos. ¡NO!

Dios nos pide tener siempre nuestra mirada fija en Él, que construyamos nuestra vida compartiendo con los demás, que seamos fraternos, solidarios, brindemos paz, justicia y vivamos como en una familia llena de su amor.

¿DE QUE NOS SIRVE GANARNOS EL MUNDO ENTERO SI ARRUINAMOS NUESTRA VIDA?
 
posted by Laureano García Muentes at 4:36 a.m. | Permalink |


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