jueves, octubre 25, 2007
APRENDER A PONERNOS EN MANOS DE DIOS

Dios es quien le da el sentido a nuestra vida, sin Él todo lo que vivimos y soñamos es vago y no trasciende. De Él emana la vida y la ayuda para coexistir con dignidad y como personas.

Con esta premisa, cada hombre ha de ser un soñador y un sembrador de esperanzas donde cada día, se ha de esforzar en su afán de recorrer el camino que le permita ir dejando plasmando en la historia de la humanidad que somos hijos muy amados de Dios y que tenemos un compromiso ineludible de cumplir con la misión que nos fue encomendada al nacer.

En nuestra condición de ser únicos e irrepetibles, Dios nos ha dado a cada uno el don del amor para que vivamos con dignidad, coherencia y de una manera responsable en el medio donde convivamos. De allí que es necesario tener muy en claro que el compromiso es ineludible y debemos esforzarnos de darnos al servicio de los demás con humildad, por ayudar a construir esperanzas, para ser fuentes de nueva vida y valientes en la decisión de vencer todas las dificultades y tentaciones. Si somos capaces de asumir esas proposiciones, lograremos seguir construyendo su Reino, en nuestra familia, la iglesia y la sociedad.

Cuando crecemos y hacemos todas nuestras cosas en la gracia de Dios, edificamos y perfeccionamos nuestro ser y acondicionamos nuestro actuar. De allí que construir con esperanzas, es ponerse en las manos de Dios. Así, el hombre con su ayuda, va forjando su vida en lograr alcanzar los resultados que se ha propuesto cumpliendo con las metas que se ha planteado. Metas que en determinado momento pueden ser medidas o evaluadas por razón de los dones y carismas que ha puesto al servicio de la humanidad (materiales y/o espirituales), los que irán indicando la ruta exacta y el sendero por donde ha de caminar.

Es necesario pues que cada uno de nosotros tengamos la certeza y la claridad de que es Dios quien transforma y abre al hombre cerrado de sus fracasos, el que descubre y desvela las oscuridades, el que hace ver errores y el que nos aparta de las decepciones. Es Dios quien nos regala las virtudes para que a través de ellas nos entreguemos definitivamente a Él.

Dios es quien actúa en nosotros con una fuerza poderosa, por ello, cuando recemos el Padre nuestro y digamos “Venga a nosotros”, le estamos abriendo el corazón para que su presencia se haga sentir en nuestro corazón y nosotros tomemos conciencia que estamos siendo amados por Él.

ATREVETE A COLOCAR TU VIDA EN LAS MANOS DE DIOS.
 
posted by Laureano García Muentes at 2:46 p.m. | Permalink |


0 Comments:


<body>