martes, septiembre 18, 2007
A LOS QUE LLAMA EL SEÑOR

Me preguntaban hace unos días unos jóvenes a quienes les preparaba para que realizaran el Sacramento de la Confirmación: ¿por qué Dios dispuso que viniera al mundo su Hijo unigénito, siendo que Él como creador absoluto lo hizo todo perfecto y que nosotros semejantes a su naturaleza divina con unos dones particulares, estemos invitados al gran banquete del Reino, sanando nuestro espíritu y convirtiéndonos en hombres nuevos que le ayuden a revelar su obra creadora en el mundo?

Entonces les comencé a recordar los tiempos que precedieron la venida de Jesús y les explicaba la forma como los judíos esperaban ansiosamente la llegada de un Mesías, quien sería enviado por Dios a fin de corregir la injusticia, la tiranía y el mal que existía en toda la tierra y se estableciera su Reino.
Les hacia ver como los judíos, soñaban realizar un acontecimiento glorioso a su nacimiento, realizando una gran fiesta en honor de sus “fieles seguidores” a la cual estarían solo invitados los religiosos y dignos de Dios y aquellos que estuvieran sujetos a los estrictos requerimientos de la ley.
Les hice ver que la venida del Mesías para los judíos tenía un trasfondo religioso y cultural y no como el que habían anunciado los profetas.

Para resumirles más aún sus preguntas les aclaré diciéndoles, que el caso sucedió todo lo contrario, cuando vino el Mesías anunciado, nació en medio de toda pobreza, sin los honores y fiestas llenas de decoros como las habían planeado. Nació entre la gente pobre y humilde; y a medida que crecía en sabiduría, se fue mezclando con la gente despreciada y apartada de esa sociedad a quienes miraba con amor y los invitaba a seguirle para proclamar juntos la llegada del Reino de Dios entre los hombres. Su misión fue la de tomar como iniciativa, el rodearse de colaboradores sumisos y sencillos que estuviesen dispuestos libremente a seguirle para vivir los valores del Reino mediante una ruptura total a su forma de vida.

Ellos quedaron atónitos ante lo que les decía. Fue entonces cuando me atreví a plantearles la siguiente propuesta:
Hoy le traigo a cada uno de ustedes una razón del Maestro; son unas palabras que les ayudara a salir de todas las dudas.
Él nos pide a los que optamos por seguirle, que no tengamos los oídos sordos a sus palabras como les pasó a todos aquellos que le esperaban como un Mesías con poder dominante y justiciero o como el que hablaba diferente, el milagrero o el mago; o como aquellos que lo acompañaban a todas partes y lo apretujaban solo por el hecho de escucharle, de ser sanados de enfermedades, para observarlo como realizaba los milagros de resucitar a los muertos o para señalarlo de violador de las leyes.

Hoy se hace necesario que le prestemos toda atención a sus palabras que están llenas esperanzas que nos conducen por el camino de la verdadera libertad y de una entrega total al servicio de su Obra. Él quiere que nos perfeccionemos con la ayuda del Espíritu Santo, dejando a un lado todo lo que nos impide ser sus seguidores y confidentes, a que nos convirtamos en sus predilectos discípulos, siendo pescadores de hombres y sin ningún temor salgamos por el mundo anunciándole como el Salvador que transforma nuestra existencia en vida abundante: El Señor nos llama a ser como Él, humildes y sencillos de corazón.

Y les termine diciendo: La cosecha es abundante pero los obreros con que contamos son pocos, por ello, los invito a que nos atrevamos a tomar en la mano el azadón y el machete y procedamos a cultivar la buena nueva en los diferentes ambientes donde nos movamos.


“VENGAN A MI LOS QUE ESTÉN CANSADOS Y AGOBIADOS QUE YO LOS ALIVIARE”
 
posted by Laureano García Muentes at 5:09 a.m. | Permalink |


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