domingo, agosto 12, 2007
¡QUE MIS OJOS TE VEAN SEÑOR!

En cierta ocasión un hombre clamaba como loco en la soledad de una noche: ¡“Qué mis ojos te vean Señor”! Todos quienes transitaban por ese lugar, se quedaban atónitos al ver el desespero que transmitía. Fue así que, en medio de sus gritos, muchos lo percibían y seguían sin importarles nada, otros se mostraban a la expectativa de lo que podía suceder y pocos fueron los que mostrándose inquietos, tenían el deseo de ayudarle.

Al sitio fue llegando tanta gente, que se lleno de tal manera, que muchos fueron los que buscaron objetos para subirse y apreciar la escena. Fue entonces cuando en medio del tumulto se le acercó un señor de apariencia joven, sencillo y muy caritativo y le dijo: “¿Qué quieres que haga por ti?”. Y el hombre al mirarlo, se le abalanzo sobre sus hombros y llorando le pidió que le ayudara. Él con gran desespero le contó su historia y le suplicó que le apoyara diciéndole: “Solo le pido al Señor del cielo que mis ojos le puedan ver”.

Todos los que allí estábamos, nos sorprendimos por la expresión de confianza que había tenido hacia aquel hombre joven desconocido. Algunos decían ¿Quién será ese joven? Otros ¡debe estar borracho!, otros, ¡ha de estar drogado!, otros ¡está loco! y muchos para si, ¡pobre de ese señor!
El Joven dejó que descargara su angustia en llanto y sacará de su interior todos esos impulsos que le apesadumbraban, después de un largo tiempo, se sentó junto a él y con voz dulce le dio unos consejos y levantándose se marcho proveyéndole tranquilidad. El hombre enalteció su mirada y con una actitud diferente, tomó su maletín ejecutivo tirado en el suelo y dándole gracias a Dios, se marchó hacia rumbo desconocido.

Esta escena nos hace reflexionar sobre como ha de ser nuestra actitud de cristianos frente a las necesidades de los demás y como debemos afanarnos por tener una fe sólida.
¿”Qué quieres que haga por ti”? Nos pegunta Jesús hoy, y nuestra respuesta de verdaderos seguidores ha de ser radical frente a la fe y a nuestra actitud de conversión; siendo suplicantes ante el favor Divino.

Quien quiere y cree humildemente en Dios, comprende que en medio de las dificultades y problemas está Él, deseando que nos levantemos y aceptemos los sufrimientos como parte de la vida. Muchos aún no lo hemos entendido todavía y cuando se presentan los conflictos, lo culpamos de muchas situaciones desfavorables, porque somos demasiadamente exigentes con nuestro Padre Celestial.
El que clama al cielo mediante la oración y el arrepentimiento sincero, mezcla sus deseos y ansiedades con la confianza y la esperanza para mostrar su sinceridad y su nobleza como hijo de Dios; y Él, lo escuchará.

El Señor nos quiere modelos de fe y esperanza, que seamos tenaces y no tengamos vergüenza de proclamarlo como el Salvador. Que sigamos contando con su aliento que ayuda a continuar; y que lo descubramos en todos los momentos de nuestra vida llamándolo Papá, a pesar de nuestros errores, flaquezas, angustias y cegueras.

Hoy es necesario que le respondamos con firmeza a nuestro compromiso de seguirle siendo más audaces en nuestras decisiones de cambio, confiando que Él, es el alimento de nuestra fe y nuestra esperanza para lograr la vida nueva.

“En verdad, en verdad os digo que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto” Jn. 12.24
 
posted by Laureano García Muentes at 5:30 a.m. | Permalink |


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