jueves, julio 26, 2007
CONSTRUIR PARA TRANSFORMAR EL MUNDO

Las dificultades, problemas y persecuciones, forman parte de la vida y se constituyen como fragmento en la historia del hombre. Ellas, se van compilando como memorias ejemplares para las futuras generaciones junto con las alegrías y tristezas, los momentos de éxito y fracasos.
Así se construye la historia a través de los tiempos y muchas de las experiencias que se van reuniendo, ayudan en la conformación de las comunidades, con guías y orden.

La comunidad cristiana se inicio así; cuando Cristo convocó a sus apóstoles y discípulos entregándoles la misión de anunciar en todos los rincones del mundo el mensaje de la salvación, muchos fueron los hombres y mujeres que lo siguieron, algunos le creyeron y otros lo señalaban como el intruso y violador de los principios que existían para esa época. Cuando ocurrió las muerte de Jesús, se desató una gran persecución contra sus seguidores, porque los creían apostatas y renegaban la Ley de Moisés; lo que los obligó a salir a muchos sitios y ciudades a divulgar con fe, la buena nueva de la Salvación.

Cuantas dificultades sortearon en muchos pueblos, cuantos fueron sacrificados por la causa del Reino y cuantos perseguidos por el hecho de divulgar la doctrina de un hombre que había sido condenado y muerto como el peor de los malhechores. Pero en medio de todas las dificultades, el mensaje de Jesús tuvo una gran acogida entre la gente pobre, que permitió extenderse por todo el Imperio y en todo el mundo.

Aún nos hallamos hoy inmersos en un cúmulo de conflictos que nos impiden muchas veces, realizarnos como persona, viviendo situaciones que nos alejan del plan de salvación y así, muchos son los que optan por vivir el ateismo práctico.

Para edificar, tenemos que ser concientes que todos los hombres somos hijos de Dios, que somos padres, hermanos, tíos, cuñados y amigos, que todos tenemos un vínculo familiar y que solo unidos a un mismo fin, podemos aportar en la construcción de un mundo nuevo como lo quiere el Señor.

La voluntad de Dios se enmarca en el desarrollo de nuestras potencialidades y en la común unión con nuestros hermanos, viviendo así, la plenitud del amor. Por ello, Él, nos mueve e invita insistentemente a pedir como lo hizo el ciego en Jericó llamado Bartimeo, quien se puso a gritar al paso de Jesús: “¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!”.Mc.10.47.

En medio de las dificultades, es necesario recurrir a Dios con la sola disposición de querer liberarse de las condiciones materiales que nos aprisionan, para que Él con su ayuda y nuestro desprendimiento, podamos construir la historia de la transformación del mundo.

"Deseo ardientemente que todos vosotros estéis penetrados del espíritu de la Sociedad. De esto depende muchas cosas, quizás la salvación de millares y millones de almas". P. Jordán P y E. Cap.29.1.
 
posted by Laureano García Muentes at 4:51 a.m. | Permalink |


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