martes, julio 10, 2007
CIMENTAR NUESTRA VIDA EN LA PALABRA

Una de las exigencias que demanda el Señor a quienes quieren constituirse verdaderos discípulos continuadores de su obra en el mundo, es la de tener fe y confianza de creer y vivir la palabra. Por qué en ella, se fundamenta la vida cristiana, la humildad y la confianza en la Divina Providencia.

Mediante la palabra Jesús nos prepara y nos fortalece en su llamado y nos invita a que aprendamos de Él. Así, una vez instruidos y concientes de la importancia de su Reino, nos envía al mundo para que propaguemos la buena nueva de la salvación entre hombres utilizando todos los medios que nos inspire el Espíritu Santo.

En la palabra está Dios, así lo describe El apóstol San Juan, en el Cap.1. 1-18. En ella, Dios se constituye en el alimento perdurable que ayuda al hombre a que encuentre la santidad. Es la palabra además, la base principal de la enseñanza para el cristiano y donde él descubre los sustentos esenciales para su crecimiento espiritual y doctrinal, que le ayudarán a proclamar la verdad y el camino que conduce al hombre para el encuentro definitivo con Dios.

La Palabra es pues, para los cristianos, la voz de Dios revelada al hombre por la inspiración del Espíritu Santo. Es un libro eminentemente espiritual que habla sobre la historia de la humanidad, su creación, su caída en el pecado y su salvación.
Dios a través de su palabra quiere entablar constantemente una conversación con los hombres, una conversación viva, eficaz y muy seria. Su palabra es como semillas que son colocadas en los corazones para que nazcan, crezcan y produzcan fruto abundante.

En el Evangelio de San Lucas, Cap. 10. 1-12. 17-20, Jesús después de haberles enseñado a sus discípulos con palabras, hechos y acciones de vida, envía a un número de ellos para que le preparasen la visita en los diferentes pueblos donde Él debía llegar, pero, les advierte, que para darlo a conocer, hay que ser humildes, amorosos y sembradores de paz. Y les pide, no llevar nada que les distraiga y le hagan perder el tiempo.

Cuando los cristianos nos acogemos a la palabra, perdemos el temor y somos capaces de dar hasta la vida por Él. Sentimos que el Señor está a nuestro lado, acompañándonos, enseñándonos y protegiéndonos en cada paso que demos, para que la misión que nos ha confiado sea efectiva y exitosa.

DISTANCIÉMONOS DE LOS BIENES MATERIALES Y DE ESAS ESCLAVITUDES QUE NOS OFRECE EL MUNDO Y RECIBAMOS CADA DÍA A JESÚS EN NUESTRA CASA, PARA QUE NOS ENSEÑE UNA VIDA SERVICIAL Y SOLIDARIA, SUSCEPTIBLE DE IMITACIÓN.
 
posted by Laureano García Muentes at 4:11 a.m. | Permalink |


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