domingo, julio 01, 2007
EL DERECHO A VIVIR

Es incomprensible y poco entendible la armonía de los hombres y de los pueblos en estos tiempos. Se viven realidades inadmisibles que afectan la convivencia pacifica. Muchos hombres se masacran y se destruyen producto de una guerra sin sentido, donde el valor y el derecho a vivir, se han hecho cada vez más inadvertido, hasta tal punto, que juzgaría que ellos, ha perdido su mérito.

Son muchos los que mueren en una lamentable calidad de vida y en situaciones infrahumanas, de una forma vergonzosa e indigna. Numerosos son los que en este momento sufren y están pasando por situaciones difíciles de dolor y en medio de desanimo y confusión.

Es entonces el momento para que los cristianos comprometidos asumamos los retos que nos plantean los signos de los tiempos y como instrumentos de paz y justicia, nos unamos todos para vivir y proclamar el mensaje de la salvación, para sembrar en los hombres valores, virtudes y actitudes que fortalezcan y destruyan el egoísmo, el aislamiento, el desprecio a la vida, el miedo, el odio y la venganza, y para cultivar en medio de la desesperanza la tolerancia, la paciencia, el perdón, el dialogo, el espíritu comunitario, la comunión pacifica y el amor.

Como hijos de Dios no podemos desanimarnos y quedarnos postrados sin que nos importen los hechos. Tengamos fe en la expresión de la fuerza que nos da el Espíritu Santo para recuperar esa disposición primera de la unidad que nos permite sembrar en el mundo el amor y la vida fraterna. Por tanto, asumamos este reto que es parte fundamental en la misión que nos dejó Jesús.

Somos los cristianos signos de contradicción donde abunda la mentira, la opresión, la pobreza, la indignidad y la muerte, pero en medio de ellos, somos portadores de luz y de esperanza para el mundo. Al constituirnos símbolos de objeción al asumir este reto dentro del conflicto, no podemos ocultar que somos indicadores de una vida agradable a Dios.

La condición de un seguidor de Jesucristo es adjudicarse su vida como nuestra, por tanto, tenemos la obligación de descubrir su sentido y su orientación para no convertirnos en algo que repite lo que otros han hecho. Nuestra vida ha de testificar a quien nos ve, que en nosotros ya no vivimos, sino Cristo.


Somos salvadores del pueblo de Dios y como tales debemos proclamar la verdad, la justicia y dar esperanzas.
Así, brillará la gloria de Dios en toda la tierra.
 
posted by Laureano García Muentes at 4:23 a.m. | Permalink |


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