jueves, agosto 23, 2007
LA DESHONESTIDAD Y LA FALSEDAD

Ser deshonesto es una impureza y quien se desenvuelve en sus actividades cotidianas con hipocresía es un falso. Jesús fue un fuerte crítico de aquellos quienes se comportaban incoherentes en su ser y actuar mediante actitudes de engaño o artimañas a la gente; los calificaba de hipócritas porque querían siempre ocupar los primeros lugares a fuerza del atropello de los demás. Lc.14.7-14 y en muchas ocasiones hasta los maldijo diciéndoles ¡serpientes razas de víboras! Mt. 23.13-39.

Las personas que actúan así son tan falsas que ya no son conscientes de que hay que pensar y actuar de manera justa y con la verdad. Cuando uno es honesto su manera de ser y actuar es, auténtica y genuina; expresa respeto por si mismo y por los demás, tiñe la vida de apertura, confianza, sinceridad y expresa la disposición de vivir en la luz. En cambio el que vive en la deshonestidad busca la sombra, el encubrimiento, el ocultamiento, vive en las penumbras, es ficticio, impostado, no se respeta a si misma ni a los demás.

En la convivencia social y familiar ser honesto es muy importante, ya que cuando no se actúa con honestidad, se cae en la falsedad, se pierde la franqueza y la razón de la verdad.

Jesús instruyó una recta condición a todo hombre o mujer decidido a seguirle, sea cual fuere el carisma o espiritualidad a asumir. Le pide que deje todo a un lado; norma que es exigente que ha de ser aplicada de manera vertical, cuando se llama por su nombre a quien desea seguirle.

“Síganme” pero déjenlo “todo”. Esta advertencia personifica hoy a todo cristiano que dice ser fiel seguidor de Cristo. No solo ha de dejarse de si mismo amando más y transmitiendo amor, sino siendo testimonio de una entrega plena y consciente, rechazando el egoísmo. Ejercitar el egoísmo, la deshonestidad y la falsedad, es “meter el amor propio debajo de nuestros zapatos”, frase celebre del Papa Juan XXIII; siendo este, un principal obstáculo que nos impide que el amor de Dios nos alcance y se difunda a nuestro alrededor.

Pedro le dijo a Jesús: «Ya lo ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué recibiremos, pues?» A lo que Él respondió: «Yo os aseguro que vosotros que me habéis seguido, en la regeneración, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, os sentaréis también vosotros en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Y todo aquel que haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o hacienda por mi nombre, recibirá el ciento por uno y heredará vida eterna. «Pero muchos primeros serán últimos y muchos últimos, primeros». Mt.19.27-30.
 
posted by Laureano García Muentes at 8:17 a.m. | Permalink |


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