Cuando Jesús anunciaba la buena nueva, entusiasmaba a mucha gente, por que respondía a las necesidades más apremiantes que tenía el pueblo y a los deseos y esperanzas de todos aquellos quienes tenían amenazada su vida y su dignidad.
Su anuncio era un Reino que iba en contraposición a la esclavitud, como una realidad presente y operante entre nosotros, que penetra y transforma.
El Reino de Dios no se fundamenta en el sometimiento a la ley, sino a la liberación del sufrimiento, de la indignidad y de la muerte, es decir, cuando las relaciones humanas se realizan desde la fraternidad, la justicia y el amor.
La misión de Jesús como el Hijo de Dios, es la de salvar y liberar a la humanidad de toda esclavitud que la oprime y que le impide el encuentro con el Padre. Durante su vida entre nosotros, nos enseño a realizarnos como personas mediante el servicio y el amor desinteresado a todos nuestros hermanos. Por consiguiente, vivir la plenitud del Reino de Dios, implica a cada hombre y mujer, aceptar la escala de valores que Jesús practicó y nos enseñó, además a desprendernos de todo lo que poseemos que nos aferra y nos mantienen alejado de Dios (vicios, mujeres u hombres, poder, dinero, egoísmo, odio, rencor, envidia, etc).
El Reino de Dios no consiste en dar limosnas en las Iglesias, sino distribuir en forma equitativa todas y cada una de las pertenencias materiales. Es decir, COMPARTIR lo que tenemos.
Como Salvatorianos comprometidos y como cristianos seguidores del Salvador del mundo, tenemos la obligación de ayudar a comprender en que consiste el Reino de Dios y saber explicarle a todos los que nos rodean que compromisos exige la liberación de toda esclavitud material, mediante obras y acciones que den muestra de un verdadero testimonio del encuentro con el Resucitado.
CONSTRUYAMOS JUNTOS EL REINO DE DIOS.
COLABOREMOS PARA QUE CREZCA Y SE DESARROLLE ENTRE NOSOTROS A PESAR DE TODAS LAS DIFICULTADES