martes, abril 10, 2007
NUESTRA PASCUA
Durante la cuaresma y en la Semana Santa, hemos vivido tiempos de reflexión y de una profunda meditación sobre lo que ha sido y ha de ser nuestra vida como cristianos seguidores fieles de la misma misión de Jesús.

Un tiempo donde hemos descubierto con sinceridad, que no hemos dejado actuar con fuerza al Espíritu Santo en nuestras vidas y que no hemos sido capaces de enfrentar con decisión y con furor los abatimientos que aboca la sociedad actual que se mueve dentro de un ritmo acelerado de corrupción, dejadez, envidia, olvido de Dios y de disociación familiar y social.

Creo oportuno que en este tiempo de la Pascua de Resurrección que nos transporta al Pentecostés, nos comprometamos de lleno a seguir tras las huellas de aquel que nunca ha sentido la grandeza del poder, del dinero, de la avaricia; sino que con profunda humildad, lleno de amor, caridad y servicio dio el mayor de los ejemplos: Brindar el amor a Dios y al prójimo.

Así como Jesús logró convocar a los doce que lo acompañaron y a quienes les entrego la misión de darlo a conocer como el salvador; Él mismo, vivo entre nosotros, nos llama a hombres y mujeres sin distingo de raza y condición social, para que nos entreguemos hasta el extremo de morir en una cruz y de ser capaces de transmitir ese mismo mensaje con amor y justicia, en todo tiempo y lugar donde su amor nos inspire pero con especial interés, en medio de la gente que se siente olvidada, alejada y desplazada por los que tienen el poder y dinero.

La Iglesia requiere de personas que den testimonio del encuentro con el resucitado, que demuestren con hechos y con palabras que son coherentes en el seguimiento pleno y verdadero de Jesús y sean capaces de actuar en medio de las injusticias de la humanidad.
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Hoy he querido transmitir a ustedes el mensaje que para esta ocasión ha realizado el Padre Ignacio Madera Vargas Superior Provincial de Colombia quien lo publicó en ACONTECIMIENTOS DE LA PROVINCIA correspondiente al mes de Abril-07, para que lo meditemos y lo tengamos presente como practica tanto individual y colectiva y que son como píldoras para ayudarnos a alcanzar nuestra resurrección.

“Por ello, es tiempo de realizar la resurrección en nuestra vida personal y comunitaria, cuando:
Recuperamos el sentido de nuestra oración personal y comunitaria y a pesar de todo lo que nos agobia de actividades y compromisos, somos capaces de entrar en la vida de Dios para sanar la nuestra. En nuestra oración, retiros, momentos de soledad en la intimidad con Aquel que conoce lo que hay en la profundidad de nuestro corazón.

Nos sentimos urgidos a reunirnos periódicamente, como comunidad fraterna, para asumir nuestro plan de Evangelización y misión cristiana; a fin de programar, monitorear y evaluar nuestras acciones personales y de comunidad

Luchamos por encontrarnos como hermanos, en la conversación espontánea y alegre, sobre todo lo que construye, recrea, corrige y dinamiza, superando decepciones y desencantos. Descansamos sanamente y sabemos desarrollar el gozo por vivir, por estimular la alegría y la bondad de los demás y recrear la nuestra con entereza y valentía.

Sabemos equilibrar nuestro trabajo y nuestra vida consagrada, de manera que ninguna de las dos instancias sea victimaria la una de la otra. Portadores de un sano equilibrio nos lleve a la serenidad y la tranquilidad de saber, que no somos necesarios sino filamentos en las manos de Dios; por ello identificamos cada día, que el único absoluto y necesario es Dios y en función del descubrimiento de esta verdad, para cada persona que se encuentra con nosotros, estamos y vivimos.

Lo de Francisco Jordán nos apasiona y la meditación de sus palabras está unida a la fascinante aventura de ser seguidores de Jesús en un país necesitado de hombres de Dios generadores de vida”

RESUCITEMOS EN CRISTO Y SEAMOS INSIGNIAS PERENNES DE SU AMOR
 
posted by Laureano García Muentes at 12:31 p.m. | Permalink |


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