jueves, abril 05, 2007
ECHAR A UN LADO EL MIEDO Y LA TIMIDEZ
Expresiones como estas: “Estamos desanimados”, “Estábamos esperando pero…”, “Él era la promesa, en quien teníamos puestas nuestras esperanzas, pero… lo mataron”. “Nos quedaremos encerrados en casa a esperar que acontece”, las hemos escuchado con mucha frecuencia en calles, buses, esquinas, almacenes, iglesias, etc. Ellas, suelen ser expresadas por personas que han tenido puestas sus esperanzas en algo, pero que de un momento a otro, se sienten derrumbadas y por tierra, entrando en un estado donde denotan miedo o timidez.

La vida parece perder su sentido cuando nos dejamos vencer por la cruz del Viernes Santo y allí con ella, muchos nos hemos quedado acongojados y vencidos, huimos y nos escondemos por no salir al frente de las cosas y darle la solución a los tantos y tantos problemas que se nos presentan en la vida.
Cuando apostamos a la esperanza y pensamos en la posibilidad de un domingo de resurrección, salimos al encuentro de la luz que vuelve a disipar las tinieblas y ese horizonte oscuro que nos ha llenado de temor. Se vuelve a irradiar todo con la claridad y el triunfo de la vida se entrevé en un mundo claro y perfecto.

El Evangelio de San Lucas Cáp.24. 13-35, nos presenta un caso patético sobre el miedo y la timidez que mostraron los discípulos cercanos de Jesús quienes habían puesto sus esperanzas en alguien quien había demostrado ser poderoso en obras y palabras y quien sería el libertador de su pueblo.
Esto mismo nos pasa ahora, somos cristianos creyentes y llenos de fe, pero dejamos ver nuestras impaciencias, nuestros temores, nuestro miedo y somos tímidos para enfrentar nuestras realidades, no solo en nuestras comunidades cristinas sino en nuestra familia, con las personas que tenemos cerca, en nuestro barrio y en esa vida social donde estamos involucrados y nos movemos.

Es importante que como cristianos y verdaderos seguidores de Jesús, seamos signos de resurrección, es decir, que todos aquellos con quien compartimos nuestra vida y que están a nuestro alrededor, nos reconozcan como poseedores de la luz de Cristo y podamos brindarles la oportunidad de que sientan nuestro corazón ardiente y lleno de su presencia, para que así nuestro testimonio atraiga y convenza de que Él es el camino, la verdad y la vida.

Perdamos el miedo y el temor y digamos como los discípulos de Emaús

“ES VERDAD, ¡CRISTO HA RESUCITADO!”
 
posted by Laureano García Muentes at 5:43 a.m. | Permalink |


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