"Yo te amo, Señor, tú eres mi fortaleza"...Salmo 18
REFLEXION AL EVANGELIO DE HOY
Domingo 3 de Noviembre del 2024
En el Evangelio de hoy tomado de Mc 12, 28b-34, vemos a un hombre perteneciente al grupo religioso de los Escribas que oyó discutir a Jesús con unos del otro grupo religioso-los Saduceos y al notar que había respondido bien, le preguntó: "¿Cuál es el primero de los mandamientos?". Se suponía que este hombre sabía perfectamente lo que decían las Escrituras, ello lo hizo, para ponerlo a prueba.
Este hecho así nos lo narra el texto del Evangelio: "A la pregunta del Escriba, Jesús respondió: “El primero es: Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas. El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento más grande que estos” .El entonces le dijo: “Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que él, y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios”. Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente, le dijo: “Tú no estás lejos del Reino de Dios”. Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas". Mc 12, 28b-34.
Hermanos, este Evangelio nos muestra claramente que quienes seguimos a Jesús debemos ser absolutamente contrarios a cualquier sentimiento de antipatía, rechazo u odio hacia los demás, pero, en nuestra convivencia diaria, estos hechos se manifiestan a la vista de todos en la familia, las amistades, vecinos u otras personas que piensan diferente.
Hoy Jesús nos enseña que todos los hombres somos imagen y semejantes al Padre-Dios, por lo tanto, si nos amamos mutuamente, amamos a Dios.
No podemos olvidar que de Dios recibimos todas las fuerzas necesarias para cumplir este precepto de la ley. Amemos de corazón y no de labios ni de oídos. Demos muestra de que donde hay amor, no hay odios ni rencores.
Amar a Dios es lo primero y
principal; pero para que esto florezca y sea -a la intemperie y en las cuatro estaciones- necesita expresarse en el amor al prójimo, al que hemos de querer, sea como sea, como nos queremos a nosotros mismos. Por eso, quien no sabe amarse no puede amar a sus semejantes ni hacer el querer de Dios Padre. Sólo así quererle será gozo y bien.