miércoles, enero 17, 2024

"Bendito el Señor, mi roca"...Salmo 144.

REFLEXION AL EVANGELIO DE HOY

Miércoles 17 de Enero del 2024

INTRODUCCION:

La ley no puede esclavizar al hombre hasta privarle de la salud. Jesús con sus enseñanzas y conducta, rompe esas leyes de los fariseos, que no le dejan llegar a los pobres y enfermos. Al hombre de la mano paralizada no le importó la malicia e hipocresía de los fariseos, creyó y confió en el poder del Señor y por eso extendió la mano. A veces pedimos milagros para poder creer, suplicamos signos en nuestra vida, pero en este pasaje vemos claro, que el secreto para creer, no está en presenciar milagros, sino en tener un corazón limpio. La fe debe ser la luz que envuelva toda nuestra vida y debemos confiar plenamente en el Corazón de Jesús que es un abismo de bondad, misericordia y perdón para con nosotros.

En el Evangelio de hoy tomado de Mc 3, 1-6, Jesús contraviniendo a las autoridades religiosas que le seguían para espiarlo y así tener razones para acusarlo, sana a un hombre que tenía la mano derecha paralizada un día sábado y lo libra de las ataduras que le habían impuesto por las leyes.

Dice el texto que: "Jesús entró otra vez en la Sinagoga, y había allí un hombre que tenía la mano derecha paralizada. Los fariseos observaban atentamente a Jesús para ver si lo sanaba en sábado, con el fin de acusarlo. Jesús dijo al hombre de la mano paralizada: “Ven y colócate aquí delante”. Y les dijo: “¿Está permitido en sábado hacer el bien o el mal, salvar una vida o perderla?” Pero ellos callaron. Entonces, dirigiendo sobre ellos una mirada llena de indignación y apenado por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: “Extiende tu mano”. Él la extendió y su mano quedó sana. Los fariseos salieron y se confabularon con los herodianos para buscar la forma de acabar con Él". Mc 3, 1-6

Miremos algo importante: El hombre tenía la mano derecha paralizada, es decir,  el brazo principal con el que podía trabajar. Ese hombre por lo tanto, no podía desarrollar bien su actividad laboral. Está en la Sinagoga esperando a ver si recibía alguna respuesta para curar su mal. 

Al llegar Jesús, los fariseos se  pusieron alerta y en vigilancia lo observaban a ver si se atrevía a curarlo. Pero Jesús  que conocía sus intenciones  no deja a un lado su interés por salvar una vida y darle la capacidad de realizar su vida. 

Jesús se compadeció y curó al hombre devolviéndole su movilidad. 

Este hecho nos invita a mirar nuestro compromiso como seguidores del Salvador quienes aceptamos desprendernos de esas enfermedades paralizantes que nos impiden actividades a favor de quienes a grito piden ayuda, acogida y compañía. Jesús nos hace ver hoy que es necesario que nos pongamos siempre prestos a servir sin importar razas, religiones, clases sociales, ni horas, día o lugar donde nos encontremos porque ante todo, ese ha de ser nuestro compromiso.

Señor, cuántas veces nos encontramos tullido como el hombre del que habla el Evangelio. Somos lisiado en el campo del espíritu. Sin tu gracia estamos imposibilitados para obrar el bien. Hoy te pedimos que aumentes nuestra docilidad para escuchar tu voz cuando tu nos hablas.

 
posted by Laureano García Muentes at 4:30 a.m. | Permalink |


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