"Entren en la presencia del Señor con vítores"...Salmo 100.
REFLEXION DEL EVANGELIO DE HOY
Sábado 23 de Septiembre del 2023
La parábola del sembrador es un poco la “madre” de todas las parábolas, porque habla de la escucha de la Palabra. Nos recuerda que la Palabra de Dios es una semilla que en sí misma es fecunda y eficaz; y Dios la esparce por todos lados con generosidad, sin importar el desperdicio. ¡Así es el corazón de Dios! Cada uno de nosotros es un terreno sobre el que cae la semilla de la Palabra, ¡sin excluir a nadie! (S.S Francisco).
Dice el texto del Evangelio que una gran multitud proveniente de todas las ciudades acudían a Jesús, Él valiéndose de una parábola, les dijo: “El sembrador salió a sembrar su semilla. Al sembrar, una parte de la semilla cayó al borde del camino, donde fue pisoteada y se la comieron los pájaros del cielo. Otra parte cayó sobre las piedras y, al brotar, se secó por falta de humedad. Otra cayó entre las espinas, y éstas, brotando al mismo tiempo, la ahogaron. Otra parte cayó en tierra fértil, brotó y produjo fruto al ciento por uno”. Y una vez que dijo esto, exclamó: “¡El que tenga oídos para oír, que oiga!” Lc 8, 4-8.
La semilla de la que habla Jesús representa la Palabra de Dios, puede caer en diferentes tipos de terreno. En el camino, entre las piedras, los espinos y la tierra buena.
Es importante destacar que en este Evangelio no solo nos está hablando de la importancia de escuchar la Palabra de Dios, sino también de cómo nosotros, la estamos recibiendo. Y como dice la parábola, algunos de nosotros podemos ser como el terreno del camino, donde la semilla cae pero no se arraiga porque el corazón está cerrado a la Palabra de Dios; otros podemos ser como el terreno lleno de piedras, donde la semilla puede arraigar rápidamente pero no se mantiene porque no hay una base sólida; otros como los espinos, donde la semilla puede crecer pero no dará fruto debido a las preocupaciones mundanas que nos distraen.
Hermanos, la parábola nos invita a ser como la tierra buena donde la semilla de la Palabra de Dios puede arraigar y dar frutos abundantes. Por lo tanto, es importante que nos abramos a la Palabra de Dios y tratemos de seguir sus enseñanzas en nuestras vidas. Solo así podremos dar frutos y convertirnos en discípulos verdaderos de Cristo.