jueves, abril 06, 2023

"El cáliz de la bendición es comunión de la comunión de la sangre de Cristo"...Salmo 116.

REFLEXION AL EVANGELIO DE HOY

Jueves 6 de Abril del 2023

El evangelio de hoy nos invita a contemplar esa actitud de Jesús. Una actitud de amor, de entrega, de seguir haciéndose amor. La acción de lavar los pies estaba reservada para los esclavos. Cuando se daba un banquete el dueño de la casa hacía que sus esclavos lavaran los pies de sus invitados, que eran la parte del cuerpo que más expuesta estaba al polvo y la suciedad de los caminos propios de la Palestina de Jesús en ese tiempo. Sin embargo Jesús va tomar él mismo esta iniciativa: Él toma la condición de esclavo, es decir ponerse en ese lugar. Pero no lo hace por un mero aparentar por un mero servilismo, sino que en ese acto va a darle sentido a sus actos. Hay alguien en que se quiere oponer y es Pedro pero no lo pude conseguir. Le dice “de ninguna manera…” Sin embargo Jesús le explica y lo deja hacer, deja hacer lo propio: toma la toalla y lava los pies. ¡Cómo desconcierta este Jesús! Pero de una manera única, ¿no es verdad? Jesús haciendo esto que nos desconcierta, renueva el sentido de la acción. Ya no es lavar los pies en sentido literal: es agacharse frente al hermano, postrarse, reverenciar, ponerse por debajo del otro y ponerse a servir. Algo muy grande que hemos de imitar.

Iniciamos hoy con el Jueves Santo, el Triduo Pascual. Celebración importante de la Semana Santa porque en estos tres días recordamos los misterios más significativos de nuestra salvación como lo son: La pasión, muerte y la resurrección de Jesús.

Dice el texto del Evangelio de hoy tomado de Jn 13, 1-15, que:  "Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, El, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin. Durante la Cena, cuando el demonio ya había inspirado a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarlo, sabiendo Jesús que el Padre había puesto todo en sus manos y que Él había venido de Dios y volvía a Dios, se levantó de la mesa, se sacó el manto y tomando una toalla se la ató a la cintura. Luego echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura. Cuando se acercó a Simón Pedro, este le dijo: “¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?”. Jesús le respondió: “No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo, pero después lo comprenderás”. “No, le dijo Pedro, ¡tú jamás me lavarás los pies a mí!”. Jesús le respondió: “Si yo no te lavo, no podrás compartir mi suerte”. Entonces, el Señor, le dijo "Simón Pedro, ¡no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza!”. Jesús le dijo: “El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque está completamente limpio. Ustedes también están limpios, aunque no todos”. El sabía quién lo iba a entregar, y por eso había dicho: “No todos ustedes están limpios". Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: “¿comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor; y tienen razón, porque lo soy. Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes.” Jn 13, 1-15.

Se puede afirmar que este pasaje del Evangelio es un verdadero y único testamento que ha dejado Jesús a quienes le seguimos y formamos parte integral de su Iglesia. 

En su corta vida misional, Jesús se dio cuenta de la fragilidad de sus seguidores  y decide demostrarles en carne propia cuán grande es el valor del amor y el servicio a los demás.

Hermanos, el lavatorio de los pies de Jesús a sus discípulos, es un gran ejemplo  de humildad y amor por parte de Jesús hacia todos nosotros; y con esta actitud nos está enseñando que la verdadera grandeza del hombre se encuentra en el servicio a los demás y no en el poder, la posición o el prestigio que podemos obtener. Así mismo, nos invita a ser más solidarios con los demás y con ello, a saber comprender que nadie es más importante que el otro.

Señor Jesús, que también nosotros te podamos amar hasta el final. Tú lo has hecho todo por nosotros. Ayúdanos a vivir para ti y por ti. Señor Jesús, gracias por darnos una nueva posibilidad para amarte más, alabarte y glorificarte. Gracias por darnos la fe, una fe viva, que jamás se apaga.

 
posted by Laureano García Muentes at 5:11 a.m. | Permalink |


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