"Un corazón quebrantado y humillado, oh, Dios, tú no lo desprecias"...Salmo 51.
REFLEXION AL EVANGELIO DE HOY
Miércoles 9 de Marzo del 2022
La historia vuelve a
repetirse: cada generación tiene sus “cegueras”, sus “durezas de corazón”. El
pueblo judío se resiste a aceptar a Jesús como el “signo” esperado y deseado durante tiempo prolongado. Y como Él se
niega a la espectacularidad, a imponerse por arte de no se sabe qué, “esta generación” le rechaza. ¡Vieja
historia que se repite incansablemente!
En el Evangelio de hoy tomado de Lc 11, 29-32 Jesús le habla de una manera muy dura a la gente y les dice: "Esta generación es malvada: reclama una señal, y no se le concederá más señal que la de Jonás" Lc 11, 29. Y con ello se refería a esas personas que trataban de probarlo y hacerlo caer en una trampa para así, acusarlo ante el sanedrín, apresarlo y matarlo. Ellos le pedían signos porque estaban viviendo el síndrome de Jonás y Jesús, a esos, les llama hipócritas porque no quieren la salvación de los que sufren, los más necesitados, los pobres, ignorantes y pecadores.
Ese síndrome de Jonás actúa aún hoy entre nosotros y lo palpamos en aquellas personas que practican actos religiosos y aparentan ante los demás ser autosuficientes, cristianos limpios y perfectos, porque creen hacer obras de misericordia para dar entender que dan cumplimiento los mandatos de Dios. A esos, Jesús les llama hipócritas porque simulan o aparentan ante la gente el estar alejados de la sociedad y en condición de enfermos y despreciados y hacen creer que saben descubrir a Dios cuando le piden señales extraordinarias.
Lamentablemente, somos una generación malvada porque aún no hemos convertido el corazón al Dios vivo, lo tenemos cegado con nuestra mala conducta y soberbia de la vida.
Es por ello hermanos, que nos corresponde a nosotros seguidores de Jesús, dejar nuestras redes a un lado y salir por el mundo a dar ejemplo de vida cristiana demostrando que somos solidarios con los más necesitados y estamos en sentido contrario a lo que origina la violencia y todo que se convierte en actos impuros que afecte la convivencia fraterna.
Los invito pues a que nos esforcemos en hacer que nuestra conversión sea algo sencillo pero vivido desde la Fe y la Palabra. Por ello, pidámosle al Espíritu que nos ayude a descubrir cada vez más el único y verdadero signo que es Jesús.
Señor Jesús, no te canses de corregirnos a tiempo, ni de proponernos la conversión. Que tu Espíritu siempre nos acompañe en el camino.